Buscar este blog

domingo, 25 de mayo de 2008

CUENTAS



Las formas de vida moderna están cambiando muchos de nuestros hábitos de forma radical sin que apenas nos demos cuenta de ello. Nos dejamos llevar por los usos y costumbres que se van imponiendo, se nos van imponiendo, sin apenas oponer resistencia, ni siquiera en nuestros pensamientos.
El aprovisionamiento de comida y ya por extensión de algunos otros consumibles, los realizamos en lo que se denomina grandes superficies. Es muy frecuente que las familias destinen incluso una mañana o tarde del fin de semana a realizar una compra masiva de todo lo necesario, e incluso algo innecesario. Como resultado de nuestros paseos entre los anaqueles del supermercado, vamos llenando el carro con un sinfín de productos.
El final de este paseo es poner la proa de nuestro carro a una de las cajas para abonar la compra. Situamos en la cinta transportadora los productos adquiridos y una cajera o cajero los va pasando lo más deprisa que puede por un lector de código de barras que, conectado a una computadora o máquina electrónica, nos va confeccionando la cuenta con todo detalle. Al final nos dice el importe total, pagamos generalmente con nuestra tarjeta de crédito, algunas personas lo hacen con dinero en efectivo aunque son las menos, y también rápidamente nos dirigimos al aparcamiento para trasladar toda la compra al coche y marcharnos.
Pocas veces he visto a alguna persona revisar la cuenta. Como norma general parece que nos fiamos de que la máquina que ha ido apuntando uno a uno nuestros artículos lo haya hecho bien. Tenemos confianza en el sistema y por otro lado tampoco nosotros hemos ido apuntando uno a uno los suministros adquiridos y sumando sus importes. Lo único que nos queda al final es sorprendernos si la cuenta sube demasiado con respecto a lo que habíamos pensado, si es que lo habíamos hecho.
La crisis económica que se nos ha venido encima en estas fechas hace que cada vez más gente tome conciencia de los precios de las cosas que compra. Estoy por apostar que no hace mucho tiempo muchos ni nos fijábamos en ellos, simplemente los poníamos en el carrito y era muy frecuente que no tuviéramos ni idea de lo que costaban.
Retornando al tema de la cuenta, hay un par de aspectos que no dependen de la maquinita y que nos pueden colar algún gol, si bien es verdad que puede ser tanto a favor como en contra nuestra. Uno de ellos es el precio que se nos cargue en caja y que puede no coincidir con el que está marcado en la estantería. Como los precios están sufriendo variaciones continuamente, a veces hasta en el día, ocurre con cierta frecuencia que en caja nos cargan un precio diferente. Solo el haberse fijado en ello y proceder a una concienzuda revisión del tique que nos entrega la cajera, nos permitirá detectar este extremo. Bien es verdad que algunas veces ocurre que nos hemos dirigido al supermercado a comprar algo motivados por la propaganda que hemos recibido en el domicilio, aunque no nos hemos dado cuenta de la letra pequeña que figura en el folleto, con la que juegan, y que suele especificar unas fechas de promoción, que pueden no haber llegado o pueden haber finalizado.
Otro aspecto que podía meter “ruido” en la cuenta es la persona que desliza los artículos frente al lector. Algunos artículos se venden en conjuntos o bien de forma individual. Pongamos por ejemplo una lata de refresco, que puedo comprar individualmente o en paquetes de seis, ocho, doce e incluso más. El código de barras es el mismo, por lo que el dependiente tiene que realizar una operación manual para identificar lo leído. Tengamos en cuenta que como todo trabajador tiene una experiencia, mucha o poca, y que como persona se puede equivocar. ¿Qué ocurre si cuando llevamos ocho unidades la máquina pone el precio de las ocho pero el dependiente indica además ocho veces?
No está de más, allí mismo, a pié de caja, echar un vistazo rápido y a grandes rasgos de la cuenta. Es de suponer que todo esté bien y generalmente así será, pero ya en un par de ocasiones me he encontrado con algún “gato” en la cuenta y aunque haya sido casualidad, ha sido en mi contra.

domingo, 18 de mayo de 2008

APARIENCIAS


Las apariencias engañan, gobiernan nuestras vidas. Cada uno somos lo que somos pero otra cuestión es cómo nos queramos mostrar a los demás, que apariencia queremos transmitir, cuestión que varía según los contextos en los que nos desenvolvamos. Desde muy pequeños hemos sido enseñados, adiestrados, en conseguir una aceptación de los demás, que nos vean con una apariencia determinada, por lo que hacemos todo lo posible por transmitir una imagen, verdadera o falsa, de nosotros mismos como forma de conseguir una apreciación, quizá algunas veces rechazo, por parte de los demás. Por ejemplo, es posible que una persona muy rica quiera pasar desapercibida y por el contrario una persona pobre quiera aparentar lo que no es para conseguir unos determinados fines.
¿Cuánta gente trabaja en su empresa?
¿Cuánta gente va a su empresa?
¿Cuántos están estando y cuantos están trabajando?
Pero en contra de lo que pudiera parecer con este prolegómeno, no es a la apariencia humana a la que me quiero referir. En los objetos o cosas también se da este hecho, generalmente motivado por un afán de atraernos y que los compremos. El marketing y la publicidad tienen mucho que ver en este asunto. Es pan para hoy y hambre para mañana, porque enseguida nos daremos cuenta del engaño y nos formaremos un arquetipo del objeto, y por extensión de la marca, archivando en nuestra memoria el tipo de trucos que utilizan para confundirnos, cosa que logran en un primer momento pero al final descubriremos el pastel.
Hace unos días me enfrentaba en la estantería de un supermercado a la compra de un bote de cacao en polvo de esos que se utilizan mezclados con leche para el desayuno. Los diseños, las formas y los tamaños de los botes competían desde la estantería por atraer mi vista y forzar mi decisión. Al final elegí uno quién sabe si llevado por la marca, la forma o el precio. Cuando llegué a casa y procedí a destaparlo, les aseguro que al menos el 25% del mismo estaba vacío. ¿Se han encontrado con este hecho alguna vez? Me pregunto por la razón de hacer un envase más grande para que luego una cuarta parte del mismo esté vacío. No me queda otra respuesta que forzar su apariencia como más grande para que sin darnos cuenta pensemos que la relación precio-tamaño en este caso es la más adecuada.
No lo he comprobado, pero seguro que el peso del contenido es correcto, aunque suele estar escrito en letra más bien pequeña que seguro que la mayoría de compradores ni siquiera mira. El tamaño si es lo importante, al menos en este caso.
Y este ejemplo comentado no es un caso aislado. Seguro que tenemos todos muchos ejemplos. Otro, muy relevante en mi caso, me ocurrió con un recipiente que contenía membrillo. Era de plástico, redondo, transparente y se le veía relleno hasta el borde. Una vez destapado y puesto en servicio, al hundir la cuchara para extraer su contenido, esta topó con el fondo enseguida. Una vez consumido el producto, se puede apreciar que el fondo está levantado, muy levantado, con respecto a la base con lo que otra vez al menos un 20% de la apariencia no está rellena de producto, en este caso, membrillo. La única forma de verlo antes de comprarlo es mirar por debajo, cosa que normalmente no haremos en un primer momento.
No sé si hay norma que lo obligue pero al menos algunos de los supermercados, aunque que es verdad que en letra muy pequeña, ponen en la etiqueta aquello de “el kilo le sale” a x,xx euros”. Tal y como se están poniendo las cosas tendremos que educarnos en mirar más estas anotaciones que en fijarnos en las marcas, formas de los envases y, mucho ojo, en que zona de la estantería están situados. Los que el supermercado quiere que compremos están normalmente a la altura de la vista y por el contrario, los menos deseados estarán o muy abajo o muy arriba. Todo está estudiado, pero nosotros también podemos estudiar, estar avisados de lo que ocurre y no dejarnos llevar por las apariencias. Es muy conveniente tratar de ver lo que aparentemente no se ve, descubrir lo oculto. Irá en nuestro beneficio.

domingo, 11 de mayo de 2008

AGUA


En muchas ocasiones no somos conscientes de nuestra relación con este preciado líquido que nos cae del cielo, cada vez de forma más irregular debido a los cambios climáticos. En las sociedades llamadas occidentales basta con dirigirse a alguna de las estancias de nuestra casa para abrir un grifo y disponer de un caudal de agua abundante que podemos utilizar en el momento según nuestras necesidades, desde las más elementales de aseo o preparación culinaria hasta otras muchas de ocio o divertimento.
El hecho de que muchos hayamos nacido con el agua disponible en nuestras casas, nos resta la perspectiva de considerar como serían nuestras vidas sin esta posibilidad de la que disponemos. Cuando yo era muy pequeño, solía ir los veranos durante algunas semanas con mi abuela a su pueblo, donde nos alojábamos en casa de unos tíos. El pueblo, hoy en día uno de los más pujantes e industriales de la provincia, era por aquel entonces un conjunto de casas bajas de una planta dedicado principalmente a la agricultura. Como ya se puede ir imaginando, las casas no disponían de agua corriente.
Varias veces al día era necesario coger los cubos y dirigirse a la fuente pública para hacer acopio de agua y tenerla disponible en la casa. Por suerte mencionaré que la fuente no estaba demasiado lejos, ya que el agua pesa lo suyo. El hecho de tener que realizar el esfuerzo de acarrear el agua te predisponía a condurar y controlar muy mucho su uso en la casa: no se desperdiciaba ni una gota, dado que un desperdicio suponía un nuevo viaje a la fuente. El aseo personal pasaba por el lavado “manual” previo vertido de un poco de agua en una jofaina o palangana en tu propia habitación. El cuarto de baño simplemente no existía y si se preguntan dónde estaba la parte del cuarto de baño que no sirve para bañarse les diré que en el gallinero, bajo las estrellas. Eran otros tiempos que felizmente han pasado para nosotros, pero no olvidemos que algunos pueblos de la Tierra siguen viviendo en esas condiciones.
Nuestros hijos no han conocido el no disponer de agua corriente y abundante. Las cocinas disponen de modernos aparatos, lavadoras o lavavajillas, que hacen uso intensivo de esta facilidad de disponer del líquido elemento. Nuestro aseo diario pasa por un baño o una placentera ducha en la que podemos estar recibiendo en nuestra piel agua, por cierto caliente, durante el tiempo que creamos conveniente. En aquellas casas con jardín y piscina, los niños pequeños y no tan pequeños pueden jugar con una manguera o bañarse y chapotear sin preocuparse de cómo llega el agua.
Si bien dicen que el consumo importante procede del uso industrial, el consumo particular se va incrementando progresivamente a medida que varían nuestros usos y costumbres. Las grandes ciudades y pueblos necesitan grandes instalaciones de recursos hídricos para proveer a sus habitantes del líquido preciado. Ya no es tan barata el agua, su coste representa cada vez más un pellizco importante en las economías.
Desde hace unos años, de vez en cuando nos animan a reducir de forma responsable el consumo de agua, a ser cautos en su utilización. Cada vez que veo un anuncio recuerdo mi época de niño en casa de mis tíos.
Las casas modernas no están construidas estrictamente para ahorrar agua. Tengo un amigo que vive en un chalet de considerable tamaño que se ha propuesto minimizar el consumo. Una de las operaciones que hacemos generalmente todos a diario es la de ducharnos. Dependiendo del tamaño de nuestra casa y de la distancia que haya desde la caldera o acumulador al grifo de nuestra ducha, abrimos el grifo al principio y desechamos todo esta agua fría contenida en la tubería hasta que empieza a llegar el agua caliente y podemos comenzar nuestro aseo. En el caso de este amigo, la distancia entre su caldera y su cuarto de baño es grande, lo que le da para llenar dos cubos que tiene convenientemente situados al lado de la ducha. Llena los dos cubos con el agua fría que generalmente casi todos desechamos, y a continuación comienza su aseo. El agua contenida en los cubos es luego utilizada para otros usos como regar las plantas o en lugar de la cisterna del wáter. Como contrapunto, conozco otra vivienda en la que su propietario ha instalado un sistema que le mantiene el agua caliente circulante y por tanto disponible de forma inmediata en cualquier grifo. Este otro amigo no desecha agua pero habrá que pedirle que nos enseñe lo que le cuesta mantener el agua caliente en todo momento.
Por no extenderme más, hacer una consideración o pregunta ¿se puede beber el agua que sale por su grifo? ¿seguimos acarreando agua desde el supermercado?