Buscar este blog

miércoles, 30 de julio de 2008

PERDURABLE


Los continuos cambios y la velocidad con que se suceden es una característica acusada de la vida moderna. Las cosas cambian de un día para otro, sin que casi lo apreciemos, y con el paso de los años van desapareciendo y cayendo en el olvido.
Corría el año 1985 cuando trabajaba yo en el departamento de sistemas informáticos de una Caja de Ahorros, siendo uno de mis cometidos el manejo y control de las impresoras centrales de gran volumen. Desde finales de los setenta disponíamos de una impresora IBM 3800 con grandes capacidades, entre las que se encontraba la posibilidad de diseñar los juegos de caracteres a gusto del usuario. Hoy día esto suena a risa, pero en aquella época supuso un gran avance y la posibilidad de incorporar firmas y caracteres especiales, como por ejemplo cuadros y figuras, en sustitución de las interminables líneas de “puntos despeinados”, vulgo asteriscos, que llenaban por doquier cualquier documento impreso informático.
Las cosas en las empresas grandes suelen ser lentas. Los cambios también. Por aquellas fechas accedió al departamento de correspondencia un buen amigo, José Manuel B.L., al que luego, con el paso de los años, perdí la pista. El número de cartas que se remitían a los clientes era enorme y el proceso desde el papel pijama que vomitaba la impresora hasta su ensobrado era complejo y costoso. José Manuel inició, condujo y lideró un proyecto para cambiar totalmente el formato de la correspondencia de comunicación de movimientos de cuentas, en el que se contemplara todo el proceso, desde su diseño, impresión, corte, acabado y ensobrado. Me incorporé a aquel proyecto para el que ambos tuvimos gran dedicación personal y profesional. Recuerdo abrirnos cuentas en otros Bancos y Cajas, para mandarnos transferencias y generar apuntes con tal de recibir la correspondencia y estudiar cómo estaba el patio en el sector. Llegamos a viajar a Barcelona a visitar otro centro de cálculo por este motivo. Se estudiaron nuevas máquinas para realizar el ensobrado automático, más veloces y con capacidades especiales tal y como añadir propaganda de forma controlada o incluir hasta nueve cartas del mismo cliente en un único sobre. Hoy esto es normal pero en aquella época se ponía una carta en cada sobre ¿lo hemos olvidado? Se diseñaron nuevos sobres, nuevo papel y ….”nuevo formato” para las comunicaciones.
Perdurable es algo que se mantiene en el tiempo. A fecha de hoy, año 2008, la comunicación básica que recibo como cliente de esa Caja de Ahorros es la misma. Alguna incorporación gráfica de propaganda en la primera carta del sobre, pero, en general, la comunicación en la que se informa de los movimientos de mi cuenta es básicamente igual. Diríamos que perdura el diseño que se realizó entonces.
Han pasado más de veinte años. La informática ha avanzado bastante. Hay otras formas de correspondencia más electrónicas, más modernas, más integradas y con más …. colores. Pero la forma básica de aquella época sigue siendo utilizada.

lunes, 21 de julio de 2008

LAS TROPAS DE NAPOLEON


Ayer domingo falleció Luis, mi suegro. Excelente persona, adelantado a su tiempo, padre de diez hijos, junto con Carmen formó una familia ejemplar que cuando se reunía al completo pasaba de la treintena, aunando hijos políticos y nietos. Sin dar un ruido, suavemente, de forma callada, como una continuación de su personalidad, nos dejó a primera hora de la mañana, tras sentirse indispuesto cuando había pedido desayunar. Había pasado un par de baches en los últimos meses pero se había repuesto con determinación y ganas de vivir. Esta vez ya no ha podido ser.

Hoy por la mañana hacía un día precioso en un pequeño valle también precioso de los muchos perdidos que hay por Cantabria. Como siempre fue su deseo, en la vieja iglesia que tanto frecuentó, ha recibido una despedida emotiva de toda su familia, de sus amigos y conocidos. En el pequeño camposanto adosado a los muros de la iglesia, en un remanso verde de paz, hemos inhumado su cuerpo que quedará descansando para siempre en esta bella tierra que tanto amó y a la que se escapaba desde Madrid en cuanto sus obligaciones se lo permitían.

Cuando caían las últimas paladas de tierra, en un enterramiento a la vieja usanza, comenzó a fraguarse un merecido y sencillo homenaje que sin duda le habrá arrancado una sonrisa en algún lugar del cielo donde se encuentre: “Las tropas de Napoleón”.

Hace ya unos cuantos años, al principio de conocerle, me hizo una demostración de lo que eran las “tropas”. El Cantábrico es un mar frío, no tanto como quieren pensar los que frecuentan el Mediterráneo, pero es una verdad innegable que al fin y al cabo hay que pensárselo un par de veces antes de decidirse a efectuar la zambullida inicial. El invento de las “tropas” solucionaba el asunto: varias personas, engarzadas fuertemente codo con codo, todos a una y con determinación, canto y pisada militar, avanzando a paso marcial hacia el agua, sin soltarse hasta el último momento, disuadían a los timoratos que se lo andaban pensando. Una vez iniciada la marcha, no había vuelta de hoja, acababas en al agua quisieras o no.

Somos las tropas de Napoleón,
Que venimos a vencer al enemigo,
Chan, tatachán, Chan, tatachán.

Esta tarde, en la playa, un numeroso grupo formado por sus hijos, nietos, sobrinos y amigos ha empezado a engarzarse en la playa, codo con codo, desde los mayores hasta los niños haciendo una fila que pasaba por encima de la treintena. El agua fresquita, viento de nordeste también fresquito, pero la ocasión merecía la pena: era el homenaje a nuestro querido Luis que tantas veces lo hizo con nosotros. La gente que nos rodeaba en la playa nos miraba con curiosidad. Nos hemos puesto en marcha y, sin pestañear, al canto de las “tropas” hemos entrado todos al agua sin soltarse ninguno, hasta el fondo.

Si los curiosos hubieran sabido de que se trataba ….

Pero aparte de los presentes, una persona que seguramente nos observaba desde lo alto, habrá dejado escapar una sonrisa pícara y habrá pensado ¡estos chicos¡ al tiempo que se habrá sentido sin duda halagado por este simpático homenaje, hecho en público sin que nadie se entere. Un secreto entre nosotros y él.

Descanse en Paz.

miércoles, 16 de julio de 2008

LIBROS

Respecto de este asunto se escuchan noticias contradictorias. De un lado está latente en los medios de comunicación que se lee poco. Sin embargo, son multitud las publicaciones, revistas y libros que día tras día aparecen en el mercado. Acercarse a un quiosco de prensa es descubrir un sinfín de revistas, colecciones y publicaciones que parecía que no existían. Siempre aparece algo nuevo.

Fomentar el hábito de la lectura, en el caso que nos ocupa de libros, es una de las cosas más valiosas para enriquecer la mente, y esto en todas las etapas de la vida. Cuando se es niño, la lectura comprensiva favorece la imaginación y desarrolla hábitos de estudio, amén de aportar una formación en multitud de cuestiones, según el género que leamos. Ya de joven permite una fantasía y un desarrollo de nuevas metas cuya única limitación son las imaginaciones que seamos capaces de desarrollar a partir de lo leído. En la edad adulta permite abstraerse de los problemas diarios al tiempo que damos vuelta y re-evaluamos multitud de conceptos que se han forjado en nuestra mente a lo largo de los años. Es el momento de releer libros que ya hemos leído con anterioridad y desarrollar nuevos conceptos a la luz de nuestra experiencias personales vividas entre una y otra lectura: el libro no ha cambiado pero nosotros sí. Ya en el último tramo de la vida, la lectura se está descubriendo como uno de los mejores retardadores de enfermedades de la mente, tales como Alzheimer e incluso otras de corte más físico como el Parkinson y similares, dado que “saca” al anciano de su aislamiento y le proyecta a formas mentales que acabarían atrofiadas de no evocarse a través de la lectura.Observemos a nuestro alrededor, en ancianos que conozcamos, las diferencias que existen en lucidez mental entre los lectores y los no lectores.

En mi caso, la relación con los libros es de depredador. Los devoro, como si quisiera leerlos todos, cuestión que asumo como imposible dada la cantidad de existentes y nuevos que se publican y mi edad y el tiempo de que dispongo para leer. Por ello lo que me preocupa es seleccionar de forma eficiente aquellos libros cuya lectura acometo de forma que no me vea en el dilema de abandonarlos a media lectura, cuestión que me demanda mucho esfuerzo. Es realmente difícil decidir qué libro se comienza a leer. Nos podemos fiar de amigos que nos recomienden libros, aunque en algún caso concreto lo que hago es todo lo contrario, no leer los que me recomiendan. También nos podemos fiar de los últimos éxitos editoriales, aunque detrás de ello hay mucho “marketing” y propaganda y podemos leer cosas que no están todo lo bien que fuera de desear, todo ello porque han tenido detrás un éxito de lanzamiento o su autor ha escrito libros en el pasado que fueron buenos y tuvieron éxito.

Un problema, no baladí, es el precio de los libros. No es cuestión de si son caros o baratos, pero suponen unos cuantos euros cada uno de ellos, máxime si los leemos en sus primeras ediciones que suelen tirar para arriba. Yo en este asunto si que lo tengo ya muy claro: compro poco o ningún libro, más que nada porque luego no tengo sitio donde ponerlos. Un amigo mío, que lee mucho, los regala a la biblioteca de una prisión, lo que es un buen mecanismo para deshacerse de ellos una vez leídos. Pocas veces, a pesar de mi recomendación anterior, leemos un libro más de una vez, salvo que sea un poco objeto de culto. Hay tantos que leer que leer una segunda o tercera vez es tener la sensación de que estamos perdiendo un poco el tiempo, aunque esto no es así, ya he dicho que podemos sacar nuevos partidos a relecturas de libro en función de nuestros cambios.

Una buena opción, por el momento y hasta que los cobren, es el uso intensivo de las bibliotecas públicas. El problema es que hay que esperar bastante tiempo, por lo general, hasta que las novedades lleguen a sus estanterías y las podamos pedir, pero todo llega. Ahora podemos leer las novedades de hace unos años y así seguiremos la ruleta.

Es difícil recomendar libros, pero de la lectura de los últimos años, me voy a atrever a recomendar los diez que más me han impactado, sin ningún orden y teniendo en cuenta que por unas cuestiones o por otras sí me he leído estas novedades editoriales, aunque no aparezcan en la lista

EL DIBUJANTE DE PECES, Juan Carlos Arbex
EL LADRON DE TUMBAS, Antonio Cabana
CATALINA LA FUGITIVA DE SAN BENITO, Chufo Llorens
EL SALON DORADO, José Luis Corral Lafuente
EL JUEGO DE ENDER, Orson Scott Card
BEN HUR, Lewis Wallace
ESPARTACO, Howard Fast
EL SIGNIFICADO DE LA NOCHE, Michael Cox
EL NUMERO DE DIOS, José Luis Corral Lafuente
EL CONDE DE MONTECRISTO, Alejandro Dumas.

viernes, 4 de julio de 2008

TAQUIGRAFIA


El otro día la oí en una emisora de radio. Taquigrafía es una palabra que no se escucha mucho porque es una ciencia o arte que se debe de emplear muy poco hoy en día. Los medios electrónicos han sustituido a esta disciplina, que en la antigüedad tenía una enorme importancia. Se tienen datos de su uso desde los antiguos filósofos griegos. En mi caso los recuerdos se remontan a un verano de los años sesenta cuando yo debía de tener nueve o diez años.

Mi padre tenía y usaba en casa una máquina de escribir “Underwood” con sus preciosas teclas de cristal, duras como ellas solas, que a mí me gustaba usar, diríase mejor aporrear, con dos dedos de cada mano. La ciencia de escribir a máquina se denomina o denominaba mecanografía, aunque por aquellos años se solían ver muy unidas, no en vano en muchas academias se daban clases de taquimecanografía. Había exámenes oficiales para conseguir un título oficial de una o ambas disciplinas, necesario para ciertos trabajos en medios públicos o privados en los que era necesario llevar un diario pormenorizado de lo que se hablaba en sesiones o reuniones.

Los veranos eran largos y calurosos. Las casas eran pequeñas y con muchos miembros, hijos, padres y algún que otro abuelo o abuela. Realmente en casa no se podía estar, si tenemos en cuenta que el espacio era pequeño y no había comodidades del estilo de la televisión u otros aparatos que proliferan en cantidad en las casas modernas. La vida, sobre todo la de los chicos, se hacía en la calle.

A mi no me gustaba pasar el verano sin aprovechar el tiempo en algo, por lo que mi padre habló con una profesora de taquimecanografía de la capital que veraneaba en el pueblo para que me hiciera el favor de darme clases aquel verano. La recuerdo perfectamente, así como la casa donde vivía, un piso bajo, muy fresquito, cerca de la cuesta de San Pedro. La clase era a las cuatro de la tarde, en la mesa camilla de su sala de estar, y con ella me libraba de la temida siesta, obligatoria después de comer, cuando más apretaba el calor y no se podía estar por la calle.

Muchas veces he pensado en el error que cometí aquel verano. Mi padre quería que aprendiera mecanografía, pero a mí se me metió en la cabeza el aprender taquigrafía. Pensé que la máquina de escribir ya la utilizaba con mis cuatro dedos y lo de la taquigrafía me sonaba como una disciplina apasionante y nueva. Así que en aquellos dos meses aprendí taquigrafía, bastante según dijo al final mi profesora, que se afanaba en enseñarme tanto como yo en aprender. Al final del verano era capaz de tomar conversaciones de mi familia o programas de radio, que luego pasaba a la máquina de escribir. Fue una experiencia apasionante que se quedó en eso, en experiencia.

Cuando pasaron los años, fui olvidándola. Pasada la novedad y en una época de estudiante en la que no eran necesarios los apuntes, la taquigrafía se fue al olvido. Y hasta hoy.

Mucho mejor y más práctico hubiera sido aprender mecanografía, ya que el devenir de la vida me hizo tener que opositar a banca, donde se pedía un mínimo de trescientas pulsaciones que yo alcanzaba, con alguna dificultad con mis torpes dedos, dos de cada mano. Luego la máquina de escribir cayó en el olvido también, siendo reemplazada por los teclados de los ordenadores, que en el fondo son similares con algunos cambios.

Si pudiera contar las veces que he apretado una tecla, de máquina de escribir o de teclado, la cifra sería mareante. Por ello, si en aquel verano hubiera aprendido mecanografía en lugar de taquigrafía, otro gallo me hubiera cantado. Eso sí, la experiencia y los recuerdos quedan ahí.

Nota: La fotografía está tomada de Wikipedia y es la oración del Padre Nuestro en formato Gregg y en otros formatos del siglo XIX.