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domingo, 18 de julio de 2010

ESTUPEFACTO


Recibo un correo electrónico procedente de un amigo con un enlace a una página donde se puede firmar la adhesión a una campaña auspiciada por una organización que no conozco para, nada menos, que nacionalizar las Cajas de Ahorro y convertirlas en una banca pública. Ahí es
nada, menuda campaña.

Que el mundo de la banca está viviendo momentos convulsos no es nada nuevo en estos tiempos de crisis. Podríamos pensar que ellos se lo han buscado pero lo malo es que los afectados somos todos que hemos visto que no se puede confiar, al menos ciegamente, en unas instituciones, empresas privadas, al fin y al cabo regidas por unos dirigentes que tienen en cuenta muchas cosas y no parece que entre ellas sea el responder en el futuro con su solvencia de los dineros que les confiamos para su custodia.

La banca pública existía en España hasta hace pocos años. No sé si dar la cifra de diez o veinte años que hace que desapareció. Otra cosa a considerar sería el tamaño que tuvo esta banca pública y si ese tamaño hubiera sido suficiente para competir en el mercado libre como un banco más en el panorama. Como aclaración apuntaré que he desarrollado mi vida laboral veinte años en una caja de ahorros, nueve en un banco público y otros siete en un banco privado, con lo que he pasado por las diversas modalidades de banca que han existido en el país.

En los años setenta y yo diría que hasta mediados de los ochenta del siglo pasado, las cajas de ahorros estaban entregadas a una función social. Eran y funcionaban como verdaderos bancos de cara a sus clientes, pero al no contar con accionistas, los beneficios se destinaban a mejorar su gestión y en una parte importante a actividades sociales de muy diversa índole: escuelas de idiomas, centros de la tercera edad, patrocinios, colaboración con entidades benéficas, donaciones a instituciones y otras muchas: una verdadera labor social que año tras año recibía la sociedad. Digo que hasta mediados de los ochenta y esto es una apreciación mía, porque en aquellas fechas las direcciones de las cajas, muy participadas por estamentos políticos dieron, repito a mi modo de ver, un giro importante hacia negocios no tan benéficos, tanto para entidades públicas como para mejoramiento personal de sus propios directivos y personas afines a los mismos. El resultado final lo estamos viendo en estos momentos y empresas en otro momento saneadas y sin problemas tienen que estar acometiendo fusiones, frías, calientes o templadas, ayudadas con fondos públicos, de todos, para seguir adelante.

Abandoné el mundo de las cajas para integrarme como trabajador en un banco público, concretamente el BCH, Banco de Crédito Hipotecario. Como tal mi empleo duró apenas cuatro meses porque un tal Solchaga, ministro socialista, se inventó el aglutinar todo lo que podía ser público y de tipo bancario en un proyecto que todos recordarán: Argentaria. La Caja Postal, el Banco Exterior de España, los Bancos de Crédito Hipotecario, Local e Industrial cayeron bajo el paraguas de la nueva corporación financiera. Todos los empleados fuimos transferidos a esta nueva entidad y algunos como fue mi caso a otras empresas satélites, externas, de servicios, de nueva creación, para aprovechar la sinergia de la fusión. Ahí ya no éramos empleados directos de la corporación pública.

Con el tiempo Argentaria se comportó como un banco más, con un presidente y un comité ejecutivo que tomaba sus decisiones y que a mi modo de ver dejó atrás el concepto de “banca pública” para ser uno más en el panorama nacional. Tan así fue que con el tiempo acabó fusionada o comprada por uno de los bancos más grandes del país pasando a ser la cuarta letra en las siglas BBVA.

La banca pública, esas cinco entidades que hemos referido disponía de un capital entre otras cosas en edificios. Edificios singulares en muchas localidades y capitales de provincia que habían sido adquiridos en su condición de banca pública con el dinero de todos los españoles. No estamos hablando de cuestiones baladíes. En el paseo de Recoletos de Madrid, la sede central del Banco Hipotecario estaba constituida por un palacio y bastantes edificios afines utilizados como oficinas. Todos estos inmuebles, por el arte de “birli- birloque” pasaron a propiedad de BBVA y en algunos de ellos, no sé si vendidos o alquilados, se alojan hoy en día otras instituciones o empresas.

No veo una banca pública compitiendo en el mercado libre con otra banca no pública. Mi opinión es que se perdió la ocasión de potenciarla, la que ya existía, hace unos años y sería difícil recuperarla de nuevo. El patrimonio de las cajas también es amplio y también realmente no es de nadie en particular, al no haber accionistas. Pero pronto los habrá y nos encontraremos que dentro de unos años, edificios e inmuebles tendrán propietarios muy diferentes de los que por naturaleza les corresponden.

Lo que si que es necesario es la realización de un control férreo por parte de los gobiernos a empresas y sus dirigentes que, aún siendo privadas, tiene indudable función social. No se puede permitir que vuelvan a ocurrir situaciones como esta en empresas bancarias, de electricidad, de comunicaciones y similares.

viernes, 16 de julio de 2010

RONDAMISAS

Un dicho popular que seguramente todos hemos oído en multitud de ocasiones, especialmente en nuestros entornos laborales es el siguiente. “Si funciona, no lo toques”. Nunca me ha parecido acertado, y por ello he sufrido no pocas discusiones con compañeros y jefes, ya que yo mantenía todo lo contrario: “Si funciona, aprovecha para mejorarlo”. En el fondo de este asunto está la diferencia entre lo que llamamos mantenimiento correctivo o preventivo. Correctivo es esperar a que se estropeen y preventivo es intentar tener las cosas al día, poco a poco, evitando que llegue el momento en que haya que intervenir sin más remedio.

Ejemplarizaba esto con la teoría que yo llamaba del “movimiento del cenicero”. Un cenicero se encuentra en el ángulo izquierdo de una mesa y hay que moverlo al derecho. Simplificando la cuestión, hay dos formas de hacerlo. Una de ellas, la más usada de forma general, es darle un manotazo sin más y ubicarlo en su nueva posición. Eso sí, hacerlo a última hora del día, justo antes de marcharnos o en su defecto ir a la cafetería, no vaya a pasar algo y nos compliquen. La otra forma es estudiar el cenicero, tratar de deducir porque está allí y no en otra parte, preguntar a diestro y siniestro si alguien sabe o conoce alguna razón por la que deba estar allí y no en otra parte, planificar el movimiento, nada de manotazos, avisar a todo el mundo de que en determinado momento vamos a efectuar el desplazamiento, hacerlo con cuidado y quedarse atento durante un tiempo por si ocurre algo y tratar de solucionarlo. En esta vida no todo es blanco o negro y entre estas dos formas de realizar la acción de movimiento del cenicero hay grandes diferencias. Ni tanto ni tan calvo pero normalmente se tiende más al manotazo que a la otra opción. Desde luego el manotazo es lo más rápido y si no pasa nada seremos altamente efectivos y habremos realizado la operación en un tiempo record. Cada uno debe elegir su forma de “mover el cenicero”.

Hace años vi una frase en el calendario taco que decía algo así como “no es mejor quién arregla los errores sino quién los previene”. Se me ocurrió hacer una fotocopia en grande y colgarlo en el tablón de anuncios de la planta. Duró poco ya que el jefe la quitó rápidamente y vino a decirme unas palabritas suponiendo con buen criterio que había sido yo el autor del hecho. Hay más cuestiones ocultas en todo esto. Cuando nos vemos con el agua al cuello en una situación que requiere un arreglo rápido y a la que hemos llegado por no ser previsores, tenemos una gran ventaja que no es otra que la “patente de corso” para hacer cosas de forma incontrolada pues hay que solucionar el problema que tenemos encima, rápido, a toda costa y saltándonos los procedimientos que sea necesario saltarse.

Y por experiencia propia sé que están mejor vistos y considerados los “arregladores” que los “previsores”. Aquellos alcanzan el “status” de personas imprescindibles en las empresas, cabezas visibles de “salvadores de la patria” mientras que los otros con su trabajo callado y constante simplemente parece que no hacen nada. Volviendo a la frase, ¿Vd que prefiere a su alrededor, “arregladores” o “previsores”?

Durante estos años de atrás hemos tenido un periodo de bonanza en el que hemos vivido por todo lo alto. Como yo digo, venga pantallas planas de “tropecientas” pulgadas, créditos e hipotecas. Era el momento en que las cosas funcionaban. Todos sabemos que estos períodos tienen su fin y que más pronto o más tarde llega la crisis. Cuando estaban las cosas bien era cuando había que haber sido previsores, en lugar de tirar la casa por la ventana. Y me refiero a nuestros dirigentes y gobernantes. Como no se ha hecho nada, ahora se han convertido en “arregladores” y lo que es peor, con “patente de corso” para hacer lo que les venga en gana, con tal de –intentar- sacarnos de los problemas. Pero las cosas en caliente y con la espada de Damocles encima son más difíciles de arreglar y así les vemos dando tumbos de un lado para otro, anunciando cosas, dando marcha atrás, sacándolas de nuevo, en fin, dudas y más dudas producto de la improvisación y de la poca previsión. Son “rondamisas” que van y vienen donde las situaciones les conducen. Y así nos luce el pelo, un día mal y otro peor. Y además han perdido el norte y la vergüenza, con lo que ya nos podemos ir atando los machos y asumir nuestro papel de conejillos de indias.

Quiero reproducir aquí un párrafo de un gran libro, publicado en 1990 y titulado “Vivir con plenitud las crisis”. Su autor en Jon Kabat-Zinn y dice así:

"Es todo un arte enfrentarse a las dificultades de manera que encontremos soluciones eficaces y armonía y paz interior. Cuando somos capaces de movilizar nuestros recursos internos para enfrentarnos con ingenio a nuestros problemas, por lo general la presión del propio problema nos ayuda a orientarnos para salir adelante, igual que un marino orienta la vela para aprovechar mejor la fuerza del viento e impulsar su embarcación.
No podemos navegar de proa al viento, y, si solo sabemos navegar con el viento en popa, únicamente llegaremos allí donde este nos empuje. Sin embargo, si sabemos cómo usar la energía del viento y tenemos paciencia, a veces, podemos llegar donde deseamos, podemos controlar las cosas. Tenemos que aprender a seguir adelante bajo la presión de todo tipo de condiciones estresantes; no solo cuando hace sol y el viento sopla exactamente como queremos."
Por cierto, “rondamisas” es un término que no he conseguido encontrar en el diccionario pero que me ha parecido apropiado para titular esta entrada. Como desconocemos el significado bien podemos aplicárselo a los “arregladores”. Le he visto leyendo el libro “Ladrones de Tinta” de Alfonso Mateo Sagasta.

lunes, 12 de julio de 2010

BANDERAS

Todavía resuenan los ecos y la alegría contenida de una noche espléndida en la que, por primera vez en su dilatada historia, el equipo nacional español de fútbol ha conquistado su primera copa de campeones del mundo de selecciones nacionales.
Durante este largo mes en que el juego de la selección ha hecho vibrar a chicos y grandes, hombres y mujeres, una cosa ha llamado mi atención y no ha sido otra que la profusión de banderas nacionales por doquier. Los balcones de las casas, las antenas de los coches, un palo a la entrada o cualquier sitio era bueno para ubicar una bandera con los colores rojo y gualda. Hay paises, como por ejemplo Estados Unidos, en los que el uso de la bandera es mucho más corriente y en cualquier acto, por poco importante que sea, salen a relucir banderas de todas formas y tamaños que impregnan de patriotismo el sentir de sus portadores y dan colorido y sentido patriótico al acto.
Pero en España el uso de la bandera está como cohibido. Recuerdo de niño que cada casa tenía tantas banderas como balcones o ventanas daban a la calle y era común situarlas durante días especiales del año y especialmente si alguna procesión religiosa iba a discurrir bajo las ventanas. Pero luego hubo años en que al igual que los corazones de los españoles, las banderas aún conservando su base, estaban divididas y había las que se llamaban constitucionales y las otras, las que no. Ciertos usos partidistas de la bandera detrayeron su uso a los que no querían ser considerados como miembros de aquel partido. Desgraciadamente la palabra “facha” se asoció con mucha ligereza a aquellos que lucían la bandera en pulseras, polos o simplemente fijada en la trasera de los coches.
Pasó el tiempo y estas divisiones fueron cayendo en el olvido pero el uso público de la bandera por parte de los españolitos de a pié no se recuperó. Empezaron también los problemas y encontronazos en ciertas zonas de España, donde el uso de banderas más locales se superponía cuando no anulaba a la enseña nacional. Como no, en algunas manifestaciones públicas de exaltados, profusamente recogidas por los medios escritos y televisivos, se utilizaba la bandera para quemarla y con ello ejemplificar el odio y el rechazo a todo lo que significa.
Pero en estos días, con motivo de un espectáculo como es el fútbol, la bandera ha salido a relucir por todos lados. El ingenio de la gente a la hora de “decorarse” con la bandera no ha tenido límites. La pintura roja y amarilla ha impregnado caras, brazos, frentes, torsos, pechos y supongo que algunas otras partes no mostrables en público, que gente hay para todo. Las imágenes televisivas de concentraciones de personas para ver los partidos en espacios públicos de ciudades de la geografía nacional eran un espectáculo de algarabía y color donde el rojo y el gualda eran los colores de base.
También personas de la vida pública española han dejado un poco de lado su recato y en esta fase final del campeonato hemos podido ver a la Reina de España ataviada, con gran clase como siempre en ella, con vestidos y bufandas que representaban los colores nacionales, como así mismo el príncipe Felipe y la princesa Letizia, cuya “zeta” me sigue rechinando pero cada uno es muy libre de escribir su nombre como quiera. Uno que ayer llamó mi atención y que es un personaje que me cae muy bien y que siempre ha dado muestras de su españolidad por encima de todo es Nadal, nuestro tenista campeonísimo, ataviado de rojos y amarillos hasta las cejas, acompañando “in situ” a la selección y disfrutando como todos por sus triunfos. Por los líos en los que andamos metidos, los políticos se han dejado ver poco lo cual entre otras cosas habrá sido bueno para nuestros bolsillos, aunque todos sabemos que estos viajecitos institucionales son el chocolate del loro en todos los dislates a los que nos han sometido en estos últimos tiempos.
Me alegro por esta consecución del campeonato, que uno no es de piedra y también tiene su corazoncito. Mi relación con el fútbol ha sido un poco de amor y odio a lo largo de mi vida: lo he practicado en determinadas épocas y a pesar de pecar de inmodesto no se me daba nada mal, pero lo que nunca me ha gustado es todo lo que le rodea. Por cierto, no puedo dejar de hacer constar aquí que el rival en la final, Holanda o Paises Bajos como ponía en los rótulos, hicieron un poco honor a este último nombre practicando un juego bronco y “barriobajero” donde nos cosieron a patadas ante el “dejar hacer” del árbitro. No sé el número de tarjetas amarillas que sacó al final del partido pero debió de ser un record Guiness. Tan solo una roja para un holandés, al final de la prórroga, fue su pobre respuesta a las agresiones continuadas de los futbolistas que parecía que no lo eran y solo se dedicaban a protestar y destrozar con malas artes el juego de los nuestros.
Enhorabuena a todos estos jugadores y especialmente a Vicente del Bosque, gran entrenador y mucho mejor persona, que nos ha dado un ejemplo de trabajo, seriedad y caballerosidad en todas sus escasas intervenciones públicas, donde no ha entrado al trapo de comentarios tendenciosos y preguntas malintencionadas.
Y ya que estamos hablando de banderas, un pequeño acto final, que solo es como una mueca, empañó el uso de la enseña, cuando un par de jugadores de cierta autonomía española sacaron a relucir la que estaba fuera de lugar en esos momentos. Pero como hemos dicho, tiene que haber de todo en todas partes.

domingo, 11 de julio de 2010

CANALES

Hace algunos años y durante un viaje de vacaciones por la zona central del Reino Unido tuve la oportunidad de entrar en contacto con un sistema de canales de navegación que allí utilizaban únicamente para temas de ocio. Mientras paseaba observé una barcaza en uno de estos canales, larga y estrecha como ella sola, que estaba maniobrando para entrar en una esclusa. Las esclusas son esos mecanismos ingeniosos, silenciosos y baratos que suplen el más moderno invento del ascensor y que permiten a todo un barco, del tamaño que sea, subir o bajar para salvar un desnivel entre dos zonas de agua.
Las esclusas tienen un mecanismo como digo sencillo y fascinante. En cualquier sitio en internet se puede encontrar una explicación animada de cómo funcionan. En todo caso es fundamental en ellas que tanto los portones de ambos lados como las portillas de evacuación o llenado funcionen correctamente y corten o permitan el flujo de agua de forma fácil cuando lo deseemos. Al estar en contacto permanente con el agua, y con el barro del fondo, el mantenimiento es fundamental y no siempre se realiza a tiempo y en forma.
Retomando el relato iniciado, estaba observando la barcaza en su maniobra de aproximación a la esclusa. En ella viajaban un padre con dos hijos pequeños, niño y niña, como de unos seis o siete años. Mientras el padre maniobraba y dirigía la barcaza, los niños saltaron a tierra para, con una manivela, cerrar la portilla que permitiría el llenado de la esclusa. La portilla debía de estar atorada por el barro en el fondo, por lo que los niños no tenían suficiente fuerza para cerrarla completamente, por lo que al no estar cerrada del todo, el llenado de agua no se podía producir y no podían seguir su camino.
Me brindé a ayudarles y con no poco esfuerzo conseguí cerrar la compuerta, con lo que abrimos los portillos de llenado y el barco ascendió suavemente hasta el nivel que, una vez abierta la otra compuerta, le permitía seguir su camino. La familia me quedó muy agradecida y me invitó a subir al barco y navegar un rato con ellos. Al final el canal describía un círculo y acababa en un pequeño lago artificial muy cercano al centro de la población donde nos encontrábamos, que era donde esta familia pensaba atracar el barco y pasar un par de días en su “apartamento flotante”.
La experiencia fue enriquecedora y agradable. Yo iba con mi mujer y mi hijo pequeño que aunque no se entendía con los niños ingleses hizo buenas migas en las dos horas que tardamos en llegar, pasando otras dos esclusas, al punto de destino.
Al parecer el sistema de estos canales es bastante amplio en el centro de Inglaterra y se mantienen, más o menos, para su uso en forma de ocio. Creo que en Francia y Holanda hay zonas donde también existen estos canales. Las barcazas se alquilan y son pequeños apartamentos flotantes donde se puede hacer la vida durante unos días recorriendo la zona por estas “carreteras de agua”. Unas bicicletas adicionales permiten desplazarse desde el lugar donde hayamos atracado el barco aunque como en este caso los canales pasan por o muy cerca de las localidades. Serían unas bonitas vacaciones en un medio de transporte inusitado y tranquilo que permite observar el paisaje pausadamente y disfrutar de él.
En España, que yo sepa, no existen este tipo de canales. Realmente existe uno en la zona centro denominado el Canal de Castilla. En algunas ocasiones en mis viajes e coche había tomado contacto con él pero sin más. Este canal fue un intento de obra faraónica que en su diseño original intentaría conectar fluvialmente la capital Madrid con Santander para permitir el trasiego de mercancías. No es cuestión de entrar en detalles que pueden facilmente hoy día consultarse en internet, pero el proyecto data de 1751 y al final se consiguieron crear a pico y pala más de doscientos kilómetros de un canal de gran anchura y relativa profundidad que se extiende en tres ramales por las provincias de Valladolid y Palencia principalmente. La obra fue ingente no solo en la excavación del canal sino en las construcciones adicionales necesarias tales como exclusas, puentes, acueductos y casas auxiliares.
Uno de los ramales finaliza en Medina de Rioseco. Hoy en día el canal solo tiene usos recreativos, como el alquiler de piraguas o dar un paseo en un barco eléctrico que permite navegar por el canal y según la modalidad salvar hasta dos esclusas. Un viaje agradable y tranquilo donde te explican las vicisitudes y características de la obra y te hacen retrotraerte a épocas pasadas donde las barcas cargadas de mercancías eran arrastradas por mulos y caballerías de un pueblo a otro permitiendo y desarrollando el comercio.
Un pero que poner al barco es que es cerrado, con lo que normalmente tienes que ir sentado viendo el paisaje a través de las ventanas. Con mi espíritu inquieto me resistí a ello y conseguí que el patrón, Roberto, me dejase sentar en la proa en la parte exterior y disfrutar del paisaje sin ningún obstáculo por delante. Al menos en esa zona, los laterales del canal disponen de unos estupendos y atrayentes caminos que permiten el paseo, la bicicleta o la carrera entre arboledas en un entorno muy agradable, salvo en esta época en que los mosquitos pueden hacerte desistir. La segunda esclusa a la que llegamos con el barco dista de la dársena inicial 8,9 kilómetros lo que es una buena idea para una marcha a pie en otoño, o en una época en que no haya mosquitos.