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viernes, 30 de septiembre de 2011

VERDES

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Cuando alguien se preocupa por algo es que hay algún tipo de situación extraña con ese algo. La agresión al medio ambiente es extrema en nuestros días, pues los avances tecnológicos y los nuevos modos de vida fuerzan el consumo hasta niveles insospechados. Los envoltorios han adoptado las formas y maneras más insospechadas en formas de latas, briks o pvc’s pero una vez utilizado o consumido su interior van invariablemente a la basura. Ya en una entrada anterior titulada CASCOS se trataba este tema desde el punto de vista de cómo el uso de envases reutilizables había quedado en desuso.

Aunque es un dato que no puedo asegurar, hace años un amigo que trabaja en una planta que fabrica las latas de bebidas, me dijo que el coste de cada envase estaba alrededor de unas 13 pesetas. Eran otros tiempos y ahora tendríamos que decir diez céntimos de euro, más o menos. Si tenemos en cuenta que el coste de una lata de refresco cuesta en el supermercado alrededor de 50 cts., si las cuentas no fallan, cada vez que nos bebemos un refresco envasado en lata, tiramos a la basura 10 cts., lo que supone un veinte por ciento de su valor. Y no es eso lo único malo, sino que se genera o bien un gasto en el reciclaje si es que se produce o bien el medio ambiente sufre una brutal agresión. Aunque a mí me parece mucho, hay quién ha calculado en quinientos años el tiempo necesario para que la naturaleza desintegre el pedazo de metal.

Cuando era muy pequeño, mi madre me mandaba a hacer los recados. Ir a la compra era una actividad diaria pues la nevera o frigorífico era un aparato que todavía no existía en las casas y la comida había que comprarla y consumirla en el día. Me daba una bolsa de tela y me mandaba a por la fruta, que se expendía envuelta en papel de periódico, y no toda, o la carne o pescado que el dependiente envolvía en un papel basto de estraza con garantía alimentaria. No había costumbre, ni dinero, de tener en las casas cervezas o bebidas en general, pero las que se consumían, como vino, casera e incluso sifón era necesario ir a comprarlas llevando el casco vacío. Hasta los yogures usaban el sistema de casco de vidrio retornable. El lechero pasaba por casa y vertía la leche directamente en el cueceleches y cuando se iba al colmado a adquirir aceite, había que llevar la lata para que te la rellenaran directamente desde el émbolo que presidía la tienda.

El plástico existía pero no había llegado su uso generalizado en forma de bolsas. Durante años las tiendas y supermercados nos han “regalado” las bolsas, lo que ha supuesto una despreocupación por parte de los usuarios al ir a comprar. Luego esas bolsas acababan amontonadas en casa o iban directamente a la basura. Una agresión brutal al medio ambiente además de otros céntimos de euro que iban a la basura.

Ayer recibí por correo electrónico un escrito titulado “Onda Verde”. Explica esto de forma contundente y me voy a permitir reproducirlo a continuación para que quede constancia.

En la fila del supermercado, el cajero le dijo a una señora mayor que debería traer su propia bolsa de compras ya que las bolsas plásticas no eran buenas para el medio ambiente.

La señora pidió disculpas y explicó: "Es que no había esta onda verde en mis tiempos."

El empleado le contestó: "Ese es nuestro problema ahora. Su generación no tuvo suficiente cuidado para preservar nuestro medio ambiente."

Tenía razón, nuestra generación no tenía esa onda verde en esos tiempos.

En aquel entonces, las botellas de leche, las botellas de gaseosas y las de cerveza se devolvían a la tienda. La tienda las enviaba de nuevo a la planta para ser lavadas y esterilizadas antes de llenarlas de nuevo, de manera que podían usas las mismas botellas una y otra vez. Así, realmente las reciclaban.

Pero no teníamos onda verde en nuestros tiempos.

Subíamos las gradas, porque no había escaleras mecánicas en cada comercio y oficina. Caminábamos al almacén en lugar de montar en nuestro vehículo de 300 caballos de fuerza cada vez que necesitábamos recorrer dos cuadras.

Pero tenía razón. No teníamos la onda verde en nuestros días.

Por entonces, lavábamos los pañales de los bebés porque no había desechables. Secábamos la ropa en tendederos, no en esas máquinas consumidoras de energía sacudiéndose a 220 voltios, la energía solar y eólica secaban verdaderamente nuestra ropa. Los chicos usaban la ropa de sus hermanos mayores, no siempre modelitos nuevos.

Pero esa señora está en lo cierto: no teníamos una onda verde en nuestros días.

En ese entonces teníamos una televisión, o radio, en la casa, no un televisor en cada habitación. Y la TV tenía una pantallita del tamaño de un pañuelo (¿se acuerdan?), no una pantallota del tamaño de un estadio.

En la cocina, molíamos y batíamos a mano, porque no había máquinas eléctricas que lo hagan todo por nosotros.

Cuando empacábamos algo frágil para enviarlo por correo, usábamos periódicos arrugados para protegerlo, no plastoformos o bolitas plásticas.

En esos tiempos no encendíamos un motor y quemábamos gasolina sólo para cortar el pasto. Usábamos una podadora que funcionaba a músculo. Hacíamos ejercicio trabajando, así que no necesitábamos ir a un gimnasio para correr sobre pistas mecánicas que funcionan con electricidad.

Pero ella está en lo cierto: no había en esos tiempos una onda verde.

Bebíamos de una fuente cuando teníamos sed, en lugar de usar vasitos o botellas plásticos cada vez que teníamos que tomar agua.

Recargábamos las plumas con tinta, en lugar de comprar una nueva y cambiábamos las hojillas de afeitar en vez de echar a la basura toda la afeitadora sólo porque la hoja perdió su filo.

Pero no teníamos una onda verde por entonces.

En aquellos tiempos, la gente tomaba el tranvía o un ómnibus y los chicos iban en sus bicicletas a la escuela o caminaban, en lugar de usar a la mamá como un servicio de taxi de 24 horas.

Teníamos un enchufe en cada habitación, no un banco de enchufes para alimentar una docena de artefactos. Y no necesitábamos un aparato electrónico para recibir señales de satélites a kilómetros de distancia en el espacio para encontrar la pizzería más próxima.
Así que ¿no les parece lamentable que la actual generación esté lamentándose cuán botarates éramos los viejos por no tener esta onda verde en nuestros tiempos?

Envíele esto a otra persona mayor a la que piense que le hace falta una lección sobre conservación del medio ambiente de parte de un imberbe.
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