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domingo, 29 de enero de 2012

CONVULSIÓN

Hace una semana se ha producido el cierre violento de los servidores de Megaupload, intervenido por el FBI norteamericano, entrando a saco como elefante en cacharrería acusando al portal de infringir los derechos de autor por poner a disposición de los usuarios de forma libre gran cantidad de información protegida. Como se suele decir vulgarmente, se ha tirado por la calle de en medio, sin atender a razones, y llevándose por delante no solo los contenidos que eran ilegales sino también los que había legales. Desde hace años, Megaupload era un servicio potente y fiable que ha sido usado por millones de usuarios de todo el mundo, alojando contenidos de forma gratuita o de pago y que transformó de una manera radical la forma en que se podían distribuir o conseguir archivos de cualquier tipo.

Anteriormente, los usuarios distribuían ficheros a través de las llamadas redes P2P con programas como Emule y otros muchos que ponen en contacto los ordenadores personales pero que requerían de una gran cantidad de tiempo y necesitaban dejar el ordenador prácticamente conectado las veinticuatro horas para llegar a obtener lo que se deseaba. El uso de estos programas había sido abandonado de forma progresiva para utilizar los nuevos métodos de “descarga directa” desde la web de Megaupload, u otras muchas de corte parecido. Los foros y buscadores acababan aportando enlaces directos que permitían obtener lo que se andaba buscando en unos instantes dependiendo del tipo de conexión de la que se disponía y del tipo de usuario. Concretamente Megaupload ofertaba un servicio Premiun a sus usuarios, con unos precios variables según fuera por meses, trimestres o anualidades que muchos usuarios utilizaban de forma profesional para distribuir información personal a sus contactos con solo alojarla y enviar por correo electrónico, twiter o mensajes de SMS el enlace correspondiente.

Muchos profesionales se han quedado sin este medio interesante de apoyo a su labor profesional e incluso algunos de ellos confiesan en entrevistas haber perdido archivos importantes de los que no tenían copia. Es difícil de creer esto pues aunque el servicio era fiable no me imagino a nadie arriesgando su trabajo colocándolo en una zona fuera de su control.

Este cierre ha trastornado de forma radical y profunda la supuesta normalidad de la vida colectiva en internet. Una vez más queda demostrado en este mundo cambiante que de un día para otro podemos encontrarnos con una realidad nueva o perder la que anteriormente nos servía y dejarnos mirando al cielo sin posibilidad de reacción inmediata. Y es que el resto de internet se ha convulsionado de forma rápida y violenta a su vez. Al grito de “cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”, todos y cada uno de los servicios se están apretando los machos a marchas forzadas para alterar sus políticas de privacidad y retirar los contenidos que pudieran ser sospechosos de infringir no sé qué Ley, PIPA, SOPA, ACTA o SINDE, cambiar las posibilidades de acceso de usuarios no registrados y dificultar en suma la distribución libre y rápida de contenidos, sean legales o no.

El problema como siempre está en el tamaño. Sigue habiendo plataformas que permiten a los usuarios ubicar sus trabajos para solaz disfrute de la comunidad internauta, tales como Youtube, Slideshare, Vimeo u otras pero enfocadas a trabajos personales que queremos dar a conocer de forma libre y sin ningún tipo de restricción. Un usuario normal puede situar un video de hasta quince minutos en Youtube con unas características de calidad que hacen inviable situar una película comercial, aunque siempre puede trocearse y rebajarse calidad. Pero no es lógico ni viable, aunque se sigue utilizando para la distribución de documentales y otras piezas de información muy interesantes.

He realizado el ejercicio de intentar buscar en la red algunas piezas que antes se conseguían de forma fácil y rápida y además no había otra forma de conseguirlas, porque la industria sigue encerrada en sus trece y no pone a disposición de los usuarios contenidos de forma legal al precio correspondiente y justo que motive su compra en lugar de su “pirateo”, palabra a todas luces incorrecta e inapropiada pero que todo el mundo entiende. Pongamos un ejemplo: para un trabajo sobre temas de adicción al alcohol que estamos realizando, necesitamos visionar la fantástica película “Días de vino y Rosas” del año 1962. Por los canales comerciales, léase videoclubes o tiendas comerciales resulta engorrosa su localización y dudo que llegue a conseguirse. Vía internet en diferentes canales comerciales aparece como descatalogada y ofrecen la posibilidad de obtenerla de segunda mano, pero no de forma inmediata. Anteriormente, en varios de los portables dedicados a temas de cine era fácil de obtener el enlace a Megaupload u otras y obtener la película en unos minutos.

No se pueden poner puertas al campo o ventanas al cielo. Este tipo de actos cambian de forma radical las formas de pensar y de hacer pero las necesidades y a la inmediatez que por otro lado se han inculcado a las personas en este mundo actual hacen que nos resistamos a cambiar y nos “busquemos la vida” como vulgarmente se dice, rescatando antiguas posibilidades como el P2P o pergeñando nuevas formas de hacer como los servicios en la “nube” u otras formas parecidas que existen o existirán.

No es bueno cultivar o padecer el llamado síndrome de Diógenes, consistente en almacenar y almacenar cosas, en este caso ficheros informáticos, pues el espacio en los discos duros no es infinito y además a medida que crece necesita una buena gestión de manejo y realización de copias que muchos usuarios no están por la labor de abordar o no tiene conocimientos para ello. La alternativa está en poder disponer de lo necesario a un precio razonable para su obtención en un primer momento y a otro precio razonable en el futuro si ya lo hemos pagado con anterioridad y queremos disponer de ello de nuevo.

Alternativas válidas son necesarias y en ellas hay que trabajar, pero malo es que nos hayamos acostumbrado, queriendo o forzados por la situación, a la inmediatez y la gratuidad. Desacostumbrarse lleva un tiempo y un esfuerzo y siempre podemos pasar a prescindir de las cosas. Todo cambio conlleva una oportunidad pero también un riesgo.

domingo, 22 de enero de 2012

ATRASANTOS



Me he permitido la licencia de titular esta entrada con una palabra que no existe, pero que quiere significar, con énfasis, lo contrario a “adelantos”. El que las entradas de un blog puedan ser leídas sin solución de continuidad, permite repetir algunos conceptos, algunas veces de forma involuntaria, sin llegar a cansar. En este caso traigo a colación una de mis frases preferidas, de Antonio Damasio, que reza así: “La tecnología hace feliz, pero es una trampa: depende de cómo se use”.

Estamos inundados de tecnología que nos hace determinadas actividades más sencillas y placenteras. En estos momentos viene a mi mente la imagen de la pescadilla que se come la cola, en un círculo sin fin, donde las cosas pueden llegar a darse la vuelta. En algún caso, el uso intensivo de la tecnología, confiar ciegamente en ella, puede amargarnos la vida. Voy a relatar un suceso que me ha ocurrido personalmente esta semana y que puede ser ilustrativo de cómo puede ser bueno tomar algunas precauciones adicionales en lugar de abandonarnos ciegamente a algunos determinados aparatitos, como pueden ser a modo de ejemplo, el teléfono móvil o un navegador de coche.

Suelo quedar con antiguos compañeros de trabajo de vez en cuando al objeto de mantener vivas las relaciones aún en la distancia. Estamos permanente conectados por correo electrónico, teléfono, “whasapp”, “twitter” y algunas otras posibilidades más, pero un contacto cara cara, un apretón de manos, una conversación fluida y rápida y un abrazo de despedida no se compensan con tecnología alguna.

Una opción que no me gusta y procuro no utilizar al menos si soy yo el que la sugiere, es la de “quedar” con alguien “en el móvil”. Bien es verdad que hay veces que es la única opción disponible si no tenemos perfectamente claros los horarios o las ubicaciones de ambos. Por cierto, una de las personas con las que me veo con una frecuencia más o menos mensual no tiene móvil y llevamos unos cuantos años disfrutando de la mutua compañía sin problemas, como antaño se hacía, cuando no había tanta conectividad.

En este caso que voy a relatar, mi amigo continúa en activo y trabaja en un gran centro empresarial lleno de edificios, empresas y laborantes. Como quedamos a comer, el sitio elegido es un centro comercial cercano donde hay multitud de cafeterías y restaurantes que se ponen de bote en bote al mediodía cuando llega la hora de alimentar el cuerpo. La imagen de una multitud cruzando el puente peatonal existente encima de la autopista que separa el centro de trabajo del centro de reponer fuerzas es espectacular, digna de ser contemplada como yo hice el otro día durante media hora muy a mi pesar.

Y es que aunque ya tenemos hora y sitio fijo concertado para nuestras citas esporádicas, esta semana tuve que hacer unos recados previos cuyo tiempo no podía estimar con precisión, por lo que dije a mi amigo que en el momento en que el metro se estuviera acercando a su posición, le enviaría un mensaje vía “whatsapp” para que saliera a mi encuentro. Pero cuando fui a echar mano a mi teléfono para realizar la operación, la funda que llevo al cinto estaba vacía: el teléfono estaba en casa, plácidamente. Con este abandono, uno se queda desprotegido, pues allí quedaba guardado en su interior el teléfono de mi amigo, que lógicamente no me sabía de memoria. En un pensamiento rápido se me ocurrió mandarle un correo electrónico, que el también recibe en el móvil, por lo que requerí la ayuda de una joven que viajaba a mi lado en el transporte público, que se brindó amablemente a mandarle una misiva escueta diciéndole que llegaba. La gente es amable si se le piden cosas normales y con corrección y educación.

Pero esto no sirvió de mucho. Mi amigo recibió el correo procedente de una persona que no conocía y no le prestó atención, como pasa cuando se reciben correos con remitentes desconocidos y más en el móvil donde directamente no se abren y o bien se borran directamente o se dejan para revisar en casa con más tranquilidad. Como no me fiaba de que esta opción funcionara, intenté en el centro comercial, sin éxito, acceder a internet para poder consultar mi agenda y obtener el teléfono móvil de mi amigo, pero fue infructuoso, no encontré en todo el centro comercial un lugar donde hubiera posibilidad de conectarse. En otra zona más urbana siempre está la posibilidad de un hotel, algunas cafeterías o incluso un “ciber”, pero en esta zona industrial y en este centro comercial en concreto no había nada. Pero es que, además, aunque hubiera logrado conocer el teléfono, tampoco encontré ninguna cabina telefónica, que han desaparecido porque se ve que casi nadie las usa e incluso en muchas cafeterías o bares ya no disponen de este servicio que antes podía ser usado. Hubiera tocado “echarle cara” de nuevo y pedir el favor o bien a alguien o bien a algún comerciante.

Así pues, mi amigo permaneció pacientemente esperando mi aviso de llegada cuando yo llevaba ya más de media hora esperándole pues incluso llegué a mi destino con antelación a lo previsto. Cuando ya vio que algo había ocurrido y tras intentar contactar conmigo precisamente a través del teléfono que descansaba plácidamente en mi domicilio, se dirigió al centro comercial y pudimos comer juntos, de forma rápida y en formato bocadillo aunque dispusimos de mucho menos tiempo para contarnos nuestras cuitas.

Algunas veces lo he hecho pero a partir de ahora, cuando vaya a ver a alguien de forma personal o profesional, voy a tomar la costumbre de anotar en un papel sus datos de teléfono y dirección, que esa es otra, nos confiamos algunas veces a otro aparatito, el “tomtom”, que también puede dejarnos tirados en cualquier momento.

La tecnología falla de vez en cuando e incluso se puede quedar olvidada en casa y no disponer de ella cuando vamos a echarla mano.

domingo, 15 de enero de 2012

TWITTER



Este simpático pajarito que se ha hecho amigo de mucha gente en el mundo es en realidad un auténtico depredador. Quién lo diría, con esa imagen tan simpática pero en el fondo es un consumidor de nuestro tiempo y deberemos controlarlo con mucho cuidado y no dejarle aletear demasiado so pena de caer en sus garras. Es ya algo mayor, pues está a punto de cumplir seis años, pero ha sido en los últimos cuando ha empezado a cobrar fuerza y colarse progresivamente en nuestras vidas, como uno de los mejores ejemplos de las llamadas redes sociales que tanta fuerza están acumulando día a día.

No entiende de horarios ni de idiomas ni de países. Está activo las veinticuatro horas del día, siete días a la semana y trescientos sesenta y cinco días al año, salvo el actual en el que por ser bisiesto lo estará uno más. Cualquier persona en el mundo en cualquier momento y lugar, en cualquier idioma, puede emitir un mensaje que podrá ser visto al instante por cualquier otra persona, que podrá contestar o simplemente hacer “retweet” con lo que la bola de nieve puede ser descomunal a medida que vaya siendo visto y relanzado por la red.

Internet ha puesto a disposición de la humanidad un medio de comunicación rápido, eficaz y por el momento diríamos que hasta barato en función de lo que nuestras operadoras nos desquiten mes a mes. La gente va entrando poco a poco en estos temas pero los incrementos día tras día son exponenciales. Recuerdo cuando empezamos a usar de forma diaria el correo electrónico, en mi caso hace unos quince años, y gustábamos de mandar chascarrillos y cosas graciosas a los pocos amigos que por aquel entonces disponían de él. Hoy en día el correo se ha generalizado y las personas que van accediendo a él gustan de seguir con este sistema de envíos que realmente es ya un atraso. “Twitter” es una alternativa siempre y cuando los destinatarios a los que quieras hacer llegar el mensaje sean usuarios y también “seguidores” tuyos, un concepto interesante.

Otro de los elementos que internet ha puesto a nuestra disposición para comunicar cosas son los blogs como este que Vd. está leyendo. Cumplen su función, pero resulta demasiado costosa su creación y su acceso, aunque cumplen la norma de ser de acceso mundial si no se han restringido. Podríamos considerar “twitter” como un micro-blog porque como sabemos sus mensajes están limitados a 140 caracteres, lo que nos hace recordar otro elemento de la comunicación, el “sms” pero con la gran diferencia de que los “sms” son uno a uno mientras que el “tweet” es mundial, salvo que lo restrinjamos.

Ya comentamos en la entrada autoINFORMACION las enormes posibilidades de esta herramienta. Cómodos en nuestra casita podemos seguir acontecimientos en cualquier parte del mundo siempre que los participantes estén generando “tweets” a los que pueden acompañar todo tipo de imágenes y videos. Si la cantidad de mensajes generados acerca de un evento es importante y masiva, se puede generar un “trending topic” que se convierte por un tiempo en lo más seguido y visto por la comunidad.

Pero donde este simpático pajarito tiene su jaula es en los llamados “smartphones”. Si bien puede ser gobernado desde el ordenador con acceso a internet, donde descubre su potencia y versatilidad es en los pequeños teléfonos inteligentes que cada vez más personas llevan en su bolsillo y que permiten recibir y emitir estos pequeños mensajes desde cualquier sitio y lugar, prácticamente sin control.

Una buena y categorizada estructura de “siguiendo” y cuantos más “seguidores” mejor es una manera de participar en lo que se está cociendo en la sociedad de forma instantánea. Y en algunos casos de forma masiva, de modo que se pueden llegar a hacer cambiar opiniones y acciones que de otra forma serían llevadas a cabo sin ninguna retroalimentación. Un ejemplo reciente lo hemos tenido en la llamada “Ley Sinde” donde varios consejos de ministros han ido retrasando su aprobación influídos, no me cabe ninguna duda, por el rojo vivo a que había llegado la red. Y tras su aprobación la polémica sigue y son frecuentes los repuntes de algunos “hastags” sobre el tema.

Esta red posibilita un cierto anonimato, si bien los usuarios gustan de ser ellos mismos con su personalidad y su fotografía. Ello no quita para que podamos tener un segundo o tercer usuario para otras cuestiones, como parodiar a políticos o personalidades, cuestión que pueda hacerse desde una óptica graciosa o malintencionada. Hay mecanismos para conseguir, con una cierta lentitud, suplantar a o que alguien nos suplante. Pero en algunos casos el parodiado está conforme siempre que quede claro que no es él.

Para terminar este breve comentario, la explicación de algunos conceptos básicos:

• TIMELINE. Página en la que se van mostrando con indicación de la hora los mensajes de los usuarios a los que seguimos.
• TWEET. Nombre que se le da a los mensajes de hasta 140 caracteres máximo.
• SEGUIDORES (Followers). Es la gente que te sigue a ti y lee tus mensajes.
• SEGUIDOS (Following). Usuarios a los se está siguiendo para ver sus mensajes.
• RESPONDER (Replies). Mensajes de respuesta directa a una persona.
• @XXXXX (Username). El identificativo de un usuario en twitter. Se obtiene al darse de alta y va acompañado de una palabra clave de acceso que no debemos facilitar a nadie.
• REENVIAR (Retweet -RT). Si una persona quiere compartir un mensaje que ha leído con sus seguidores.
• #HASHTAGS. Son etiquetas incorporadas a algunos mensajes con significado especial para ser encontradas y que pueden llegar a convertirse en “trendeing topic” si se genera una gran numero de mensajes que las incluyan entre su texto.

domingo, 8 de enero de 2012

FACIT



Ponerse a investigar sobre algo hoy en día es como entrar en una espiral hacia un pozo sin fondo. A los mandos de un teclado en el ordenador con conexión a internet, va apareciendo ante nosotros información de todo tipo que debemos de valorar y estudiar, pero en una sucesión que es en muchos casos inabordable, teniendo que tomar la decisión de parar en algún momento so pena de sucumbir ante el aluvión. Siempre se pueden tomar notas y volver sobre ello más adelante.

Cuando accedí a mi primer trabajo remunerado de una cierta entidad, como administrativo en la oficina de una empresa de construcción, la calculadora de que disponíamos para revisar las cuentas, que la mayoría de las veces se hacían primero de cabeza, era una de la marca Olivetti, mecánica por supuesto, de aquellas que había que dar a la palanca que hacía subir hacia arriba unos bloques metálicos que iban componiendo el resultado. Eran los años sesenta del siglo anterior, época de mucho bolígrafo, poca pluma, máquina de escribir, papel de carbón para hacer las copias y goma de borrar, copia por copia, si metías la pata.

Por aquellos años, esta empresa estaba hermanada con otra para acometer las obras de cierta envergadura. Yo acudía casi diario a la oficina de la otra empresa a intercambiar información, partes de obra por lo general. Esta oficina estaba regentada por un señor llamado Nicanor Díez, de cierta envergadura circular con sudoración fácil y con movimientos pausados en su caminar, pero con una cierta aristocracia en su porte y que gustaba de usar pajarita a diario. En esta oficina, la calculadora que se usaba era una de la marca FACIT, algo más moderna que la de la fotografía que ilustra esta entrada. Nicanor la manejaba con una presteza y velocidad envidiable, daba gusto verle, siendo como un avanzado mecanógrafo de esta calculadora que la ponía a cien por hora sacándola todo el partido que se podía.

Y es que manejar esta calculadora tenía su aquel. Hacía falta echarle cabeza si no se quería alargar el tiempo y el gasto de energía física dedicada a las operaciones al tener que estar dando vueltas a la manivela como si fuera un ventilador. Aunque yo no tenía que usar esa máquina en mis visitas a esa oficina, mostré interés por su uso y Nicanor se avino a dejarme utilizarla y me dio unas reglas básicas importantes que facilitaban el manejo. Recuerdo el ejemplo que me puso para multiplicar un número nnn por dieciocho: “metes nnn, desplazas carro uno a la izquierda, dos vueltas positivas de manivela, que es como multiplicar por veinte, desplazas carro uno a la derecha y dos vueltas negativas que es como restar dos veces, con lo cual ya lo tienes, veinte menos dos dieciocho”. Impresionante, y en una sola palabra. Lo normal hubiera sido meter nnn, dar ocho vueltas positivas a la manivela, desplazar carro uno a la izquierda y dar una vuelta positiva. Ambas operaciones daban el mismo resultado pero en la segunda se tardaba un poco más ya que se daban nueve vueltas mientras que en la forma abreviada se daban solo cuatro. Economía en las operaciones.

Aquella oficina se desmontó a finales de los sesenta y tanto Nicanor como su máquina de hacer números desaparecieron. Ya entrado este siglo, hará unos cinco años, unos amigos y vecinos de urbanización, Alfonso y Mercedes, se trasladaron a una casa nueva y nos invitaron a visitarles. Al llegar al salón de su casa la vi, estaba allí, una FACIT más antigua que la que yo recordaba haber usado. Mostré mi interés por ella y me la dejaron operar y toquetear. Funcionaba a la perfección y yo disfruté cual enano haciendo sumas, restas y multiplicaciones al tuntún y recordando los viejos tiempos y las instrucciones de Nicanor. Como un niño con un juguete nuevo en estos tiempos de ordenadores, donde las máquinas de calcular y de escribir han desaparecido y nuestros hijos ni saben que existieron.

Así quedó la cosa hasta hace unos días, antes de Navidad, en que tuve una actividad conjunta con Mercedes en la que me dejó de piedra al presentarse con una bolsa negra, muy pesada, que me dijo que era un regalo para mí de parte suya y de su marido. Habían considerado que la FACIT estaría mejor en mis manos que como objeto decorativo en su salón. Una sorpresa y un regalo que no sé si tendrá algún valor material en el mercado pero que espiritualmente para mí es de suma importancia y que nunca sabré como agradecerles.

Ahora está en mi salón. La máquina perteneció al padre de Alfonso y por lo que he podido encontrar en mi acceso a la red, es un modelo TK que se fabricaba en Suecia a finales de los años 40 del pasado siglo. Si bien funcionaba perfectamente, la he desmontado, limpiado y engrasado un poco. Más de setenta años contemplan al juguete, que sigue en plena forma. Un buen anti-ejemplo de OBSOLESCENCIA PROGRAMADA que ya comentábamos antes en este blog. Pesa más de seis kilos y el sonido mecánico de sus teclas y sus engranajes al hacer las operaciones es como música celestial comparable a la mejor serenata.

Ahora tengo que seguir indagando en la red, pues Nicanor no me contó cómo se hacían las divisiones ….