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domingo, 10 de marzo de 2013

REGALOS




El mundo del regalo es un mundo complicado, del que tengo que confesar que siempre he huido. Ni soy de regalar y consecuentemente tampoco de que me regalen. Cuando llega ese momento en el que tengo que hacer un regalo a alguien, gracias a Dios en contadas ocasiones, me entran los siete males, y no generalmente por un problema de dinero, sino por tomar la decisión de qué regalar. Conozco algunas personas que dominan este arte a la perfección y que en pocos instantes encuentran un sinfín de cosas adecuadas para una persona conocida. Y lo mejor es que generalmente aciertan. Yo suelo pedirlas consejo, siempre que se pueda claro, pues muchas veces, uno de los mejores componentes de un presente es la sorpresa y el desconocimiento por parte del que lo recibe.

Por todo ello, en las contadas ocasiones en que recibo un regalo me quedo bloqueado, debe ser la falta de costumbre. Eso de los cumpleaños, santos, Reyes, día del Padre, día de los enamorados, aniversario de boda y demás días institucionalizados para dar o recibir regalos no van conmigo. Se rompe la magia de recibir algo y solo queda el conocer de qué se trata. Y con demasiada frecuencia, lo que se recibe es un trasto que, aunque haya sido hecho con todo el cariño, no sabemos qué hacer con él. Un amigo mío tenía la opinión de que hay que regalar cosas efímeras, que se consuman, y así puedan desaparecer de la vista del que lo recibe. Un ejemplo de cosa perecedera puede ser desde una botella de vino hasta un jamón de pata negra sin descartar un viaje a las Bahamas.

En esta semana me ha ocurrido un hecho de estos. Había hablado en clase con una compañera, que además es buena amiga, de un libro sobre historia de varios autores contrastados y compendiado por el propio profesor de la asignatura. Yo le había comentado que me gustaba el libro y que me apetecía comprarlo pero que no lo había hecho porque no tengo ni dónde ponerlo ni casi tiempo para leerlo. Luego me enteré que ni corta ni perezosa, al salir de clase, había comprado el libro, había solicitado al profesor que me lo dedicara, me había puesto a su vez una dedicatoria suya y esta semana me lo ha dado. Como ya he dicho, bloqueo total, no saber que decir ante el detallazo totalmente inesperado. Son esas cosas que tú mismo te comprarías pero no lo haces por diferentes razones y te llegan envueltas en papel de regalo. Yo me quedo sin palabras y se me da bastante mal mostrar el agradecimiento debido a la persona que ha pensado en ti y sin ningún motivo te hace llegar el presente.

Yo siempre he mantenido que los mejores regalos son lo que te escogen a ti, en lugar de tú a ellos. Ir paseando por algún centro comercial o calle, sin ir buscando nada concreto, y notar como algún objeto te hace pensar en que sería bueno que lo compraras para regalárselo a alguien, sin ton ni son, de forma sorpresiva, y sin que la otra persona lo espere.

Como he mencionado, a lo largo de mi vida he recibido pocos regalos que me hayan impactado. Más bien, todo lo contrario, muchos de ellos están durmiendo el sueño de los justos en algún sitio olvidado cuando no he podido descambiarlos o a mi vez regalárselos a otra persona, lo cual es un buen destino en algunas ocasiones. Pero he hecho el ejercicio de recordar un par de ocasiones en que he quedado emocionado.

Una de ellas ocurrió hace unos años, cuando me marchaba de la empresa en la que llevaba varios años prestando mis servicios. Aunque para otros hubo esas comidas masivas de regalo con despedida promovidas por algún compañero, esto no ocurrió en mi caso. Invité a los más allegados de forma rápida y testimonial en la cafetería de la empresa para decir un adiós rápido. Cuál no sería mi sorpresa cuando mi propio jefe, además gran amigo de verdad, me hizo entrega de un regalo que había comprado encargándose de recoger el dinero entre quienes habían querido participar. Era un bolígrafo electrónico, algo que en aquella época no sabía ni que existía, y que servía y sirve para tomar apuntes y luego directamente se enchufa al ordenador y los apuntes son guardados automáticamente bien en formato imagen, como si se hubieran escaneado las hojas o bien, si escribes con un poco de cuidado, en formato “word” como si lo hubieras tecleado tú mismo. Una gozada. Hoy día son más comunes pero tampoco es una cosa que se vea de forma corriente.

Pero si tengo que elegir un regalo entre todos no tengo ninguna duda. Me lo hizo la que hoy es mi mujer cuando todavía no lo era y es el que aparece en la imagen que acompaña a esta entrada. Una navaja suiza Victorinox de esas que tienen multitud de archiperres y que además son de muy buena calidad. Y encima acompañada de una funda de cuero para poderla llevar al cinto con toda comodidad. La llevo usando un montón de años, sigue funcionando a la perfección, corta como el primer día, las tijeras incorporadas son una delicia y los destornilladores han sacado de más de un apuro a mí y a otros. Las pinzas para extraer espinas en el campo son una delicia. Un “trasto” útil de verdad y que yo no me hubiera comprado por mí mismo pero que porto en mi cinto en cuanto llega la ocasión.