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domingo, 16 de junio de 2013

AÑAGAZA


Lo venimos comentando con insistencia en numerosas entradas de este blog y cada día que pasa me reafirmo más en esta opinión: nos engañan o tratan de engañarnos, por activa y por pasiva, de la mañana a la noche, todos los días del año y no son simples trileros que están en la esquina esperando que caiga el tortolito ni bandoleros agazapados en las laderas de la montaña. Ahora los métodos son mucho más refinados y nos persiguen por todas partes. Y lo peor de todo es que son “legales” y ejecutados por intermediarios solventes que son conscientes de lo que pasa pero que “no pueden hacer nada”.

Tengo por costumbre, casi a diario, echar un vistazo a los movimientos de las cuentas bancarias. Ahora “todo es por internet” con lo cual el día que internet no funcione o, lo que es peor, deje de funcionar lo que está al otro lado, nos echaremos las manos a la cabeza y empezaremos a llorar. Una pregunta: ¿tenemos algún papel o justificante, aunque sea electrónico, del saldo de nuestras cuentas bancarias? Supongamos que mantenemos nuestras cuentas en un banco con el que operamos por internet. Si hubiera un fallo en sus sistemas informáticos y de pronto se alteraran nuestros saldos o desapareciéramos como clientes …¿cómo podríamos reclamar lo que es nuestro? Aunque no deja de ser un justificante electrónico, reproducible y falsificable con un poco de conocimiento, yo me guardo en mi ordenador todos los meses el extracto de mis cuentas, por si acaso, no vaya a ser que en algún momento me haga falta disponer de algo, no es mucho como digo este documento electrónico, que avale una posible reclamación ante alguien, aunque ya sabemos lo defendidos que estamos. Reproduzco aquí el texto de un gran “tweet”, emitido por Otis B. Driftwood esta semana: “Toda la vida mirando a nuestra espalda al sacar dinero del cajero para que no nos robasen, y resulta que había que mirar al frente”.

A lo que vamos. En mi revisión diaria de los movimientos de las cuentas, el pasado martes me encuentro dos cargos sospechosos, de 4,99 y 44,99 euros, procedentes de Google Play, esa empresa que nos brinda cientos de miles de juegos y aplicaciones para nuestros teléfonos inteligentes. Yo utilizo una VISA especial, permanentemente sin saldo, que recargo cuando voy a hacer alguna operación con el importe exacto de la misma. Es un latazo pero me aporta una enorme tranquilidad. Así que estos cargos tenían que venir por lógica del teléfono de mi mujer. Preguntada ésta me dice que no ha hecho ni comprado nada de forma voluntaria.

Comienza entonces un proceso de navegación y búsqueda por los registros de Google Play, muchos de ellos en inglés, hasta dar con el asunto. Tengo que agradecer que al menos esto quede registrado y consultable, aunque sea con algunas dificultades. Los cargos son debidos a la “compra” de “coins-monedas” para un juego instalado en el teléfono que se llama “Subway Surfers”. El juego es gratuito y se instala en el teléfono sin coste, pero en alguna de las partes del mismo se pueden comprar, literalmente comprar, monedas para el juego, que representan un coste efectivo y real. Hay que decir que el teléfono tiene activada la petición de clave para autorizar las compras en Google Play pero eso solo es válido para las compras directas, no para los casos que estamos comentando.

Recordando fechas y situaciones, no retrotraemos unos días atrás en el que celebrábamos un cumpleaños familiar. Mi mujer dejó el teléfono a un sobrino de seis años para que jugara con ese juego. El niño compró, sin saberlo o creyendo que estaba jugando, dos partidas de 65.000 y 500.000 monedas, lo que supuso los cargos en la cuenta que hemos comentado. Limpio, cómodo y fácil. Menos mal que no se le ocurrió seguir comprando moneditas, que nos podía haber vaciado la cuenta en un par de pulsaciones. Es de suponer que se aburriría o le quitamos el teléfono para algo. Se me ponen los pelos de punta.

Con todos los respetos, esto no me parece de recibo. Te crees que el juego es gratuito y que el niño solo puede entretenerse y jugar un rato y estás dejando la cuenta llena de telarañas. Y menos mal que, como he dicho y casi a diario, tengo la costumbre de revisar los movimientos, uno a uno y con detalle. Se me ocurre otra pregunta… ¿si el cargo hubiera sido solo el de 4,99 lo hubiera detectado el común de los mortales? Creo que la respuesta es no, porque nos fiamos mucho de quién precisamente no tenemos que fiarnos. En estos días, un gran banco nacional ha tenido un problema en sus sistemas informáticos que ha provocado el cargo por duplicado de los costes telefónicos de 80.000 clientes de diversas compañías telefónicas, no solo en las cuentas propias de ese banco sino en las de otros. Algunos clientes, más de una semana después, aún están esperando que les devuelvan su dinero.

La primera reclamación, por correo electrónico, ante Google no tuvo efecto. Ellos son meros intermediarios y no tienen ninguna responsabilidad ni pueden hacer nada en el asunto, por lo que tenemos que dirigirnos directamente a la compañía propietaria del juego, una compañía alemana, cuyo e-mail al menos nos facilitan. Decidí efectuar una única reclamación del importe más alto, el de 44,99 euros, para no liarla, dando por perdidos los 4,99. Realizada directamente la solicitud de devolución del importe ante la empresa en cuestión, en perfecto castellano, tengo que decir que contestaron en menos de veinticuatro horas accediendo a la reclamación, sin poner ninguna pega, diciendo que en el plazo de una semana nos devolverían nuestro dinero. Estamos a la espera de ello, pues todavía no ha transcurrido la semana.

Uno debería estar agradecido a esta empresa si al final atienden la reclamación y nos devuelven los euros. Pero no estoy de ninguna manera agradecido, sino muy cabreado con estos sistemas que te obligan a emplear tu tiempo en reclamaciones por unas actuaciones más que discutibles, avaladas por Google con poco o ningún control.