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lunes, 5 de agosto de 2013

PRIVADO


Desde que recuerdo, siempre he escuchado de forma machacona que, en el mundo empresarial, el sector privado era lo más conveniente en detrimento del sector público. Las empresas oficiales tendían a estar gestionadas por directivos nombrados a dedo por el político de turno y no siempre respondiendo a criterios objetivos en cuanto a los conocimientos y funcionalidad de la persona para esas labores. Bien es verdad que un directivo no lo es todo, especialmente si se apoya en su equipo y se deja aconsejar por él. De hecho hay numerosos ejemplos a lo largo de los años de empresas públicas que llegaban a convertirse en golosinas para el sector privado por su buena gestión y sus beneficios, siendo por ello carne de cañón para ser privatizadas y pasarlas al sector privado, y en ocasiones de forma no muy conveniente y en contra de la opinión de todos, porque aunque se supone que el dinero obtenido por la venta serviría para mejoras en otros aspectos de la vida de los ciudadanos, disponemos de numerosos ejemplos en los que esto ha quedado muy diluido y no se ha llegado a concretar.

Ahora mismo tenemos en el candelero el caso del Canal de Isabel II, empresa pública que gestiona todo el asunto del agua de Madrid, y por lo que parece de forma satisfactoria. Nuestros sesudos dirigentes la quieren vender para mejorar la gestión, toma ya, pero de paso para coger unos eurillos con los que tapar los agujeros que tienen por todos lados por su mala cabeza, bueno, por su mala gestión, en épocas anteriores, donde se han metido en charcos que han costado una porrada de millones solo por el gusto o capricho de algunos. Recordemos ese tremendo y magnífico teatro-auditorio que el antiguo dirigente “Fallardón”, la “F” inicial es de faraón, levantó en San Lorenzo del Escorial y que está todo el año, prácticamente, vacío y sin contenido, pero que costó sus buenos millones de euros, además de algunos atropellos urbanísticos, y que tiene un mantenimiento anual que supondrá sus buenos euros, que bien vendrían para destinar a becas de libros o comedor para muchas familias que lo necesitan.

Pero la imagen que acompaña a esta entrada habla de una noticia que afecta a una empresa conocida por todos: PESCANOVA. Una empresa privada, repito y enfatizo, p-r-i-v-a-d-a, en la que su equipo directivo ha hecho y desecho a lo largo de los años lo que les ha venido en gana. Para eso era una empresa privada, y los organismos públicos lo único que se tienen que preocupar con respecto a ella es que pague sus impuestos y cumpla las normativas existentes en todos los aspectos: laborales, medioambientales, impositivos etc. etc.

El dieciocho de julio pasado, el diario El País titulaba “Fraude a gran escala en Pescanova”. Una de las obligaciones que tienen este tipo de empresas es pasar las auditorías correspondientes. Pero ya se sabe, y lo he comprobado en propias carnes, quién paga la auditoría, con lo cual es una relación complicada de amor y odio que hay que llevar bien si la empresa auditora quiere ser seleccionada para hacer la del año siguiente. KPMG debió de no querer pasar por encima de lo que ya era un verdadero escándalo y desveló que Pescanova estaba en quiebra técnica con un agujero de 927 millones y 3.281 de deuda. Y lo peor no es eso, sino que certifica que “su investigación señala que la dirección maquinó el engaño”. El diario publico.es titulaba “Pescanova manipuló sus cuentas para ocultar su deuda” o la CNMV decía “Pescanova manipuló sus cuentas de forma deliberada” entre otras noticias similares a lo largo de esos días en diarios de información general y económicos.

Si estamos hablando de una empresa privada, la teoría es que allá se las compongan. Cuando han ganado dinero se lo habrán quedado para inversiones o repartir entre quienes haya sido, los empleados no creo. Lo siento por todo lo que conlleva que una empresa de este calibre vaya a la quiebra: empleados, empresas subsidiarias, accionistas…

Lo que no es de recibo, en ningún caso, es que “papá estado”, en este caso y al menos la Xunta de Galicia, destine dinero público, que nos está quitando de sanidad o educación por ejemplo, a “ayudar” a empresas de este tipo, privadas, que cuando han marchado bien no creo que hayan hecho donaciones para mejorar la vida de los ciudadanos.

No podemos soslayar casos flagrantes y similares a este en otro tipo de empresas más sensibles: Bancos y Cajas de Ahorro. En este caso es menester recordar que en Islandia las dejaron que se fueran al guano, como corresponde a una empresa privada si queremos llevar las consecuencias al límite. Los ciudadanos nos vemos obligados a acogernos en estas empresas porque hoy en día sin una cuenta bancaria es casi imposible vivir, tal y como funcionan los sistemas de cobro por servicios que son inexcusables hoy en día.

Una alternativa a esto de la banca sería que existiera una banca pública, cuyos dineros si estarían garantizados por el Estado. Los que quisieran llevar sus dineros a la banca privada, se arriesgarían a perderlos si la gestión no fuera correcta, por lo que tendrían que tener más cuidado en vigilar y controlar sus actuaciones. Pero ya se encargaron los socialistas allá a principios de los noventa del siglo pasado de privatizar la banca pública que existía con aquel engendro de Argentaria, cuyo valioso patrimonio es hoy disfrutado y vilipendiado por el BBVA, que entonces no tenía la “A” y era solo “BBV”. Un ejemplo muy actual: ¿Son de recibo los muchos euros que ING se gasta en publicidad? ¿No sería mejor invertirlos en mejorar las condiciones de remuneración de sus clientes o establecer provisiones para el futuro?. Es tan solo un comentario.

Por estas características especiales, los bancos y cajas están, o deberían estar, vigilados y controlados por una entidad llamada Banco de España. Pero después de todo lo que ha pasado en Bankia y similares ya sabemos cómo se efectúan estas vigilancias si es que se hacen. Y no quiero con esto desmerecer a los técnicos e inspectores del Banco de España, que seguro que son unos profesionales de tomo y lomo que hacen, cuando les dejan, bien y concienzudamente su trabajo. Otra cosa es lo que hagan los dirigentes con los resultados de sus pesquisas.

Uno no deja de asustarse al comprobar en manos de quienes estamos y como cuidan de nosotros los que se supone que deben velar por nuestros intereses y por hacernos la vida más llevadera. Y es que para eso cobran, de nuestros impuestos, y no poco, vive Dios.