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domingo, 28 de diciembre de 2014

REQUETEPENSADO



Aunque todo es subjetivo, el progreso no siempre marcha hacia adelante, ya que hay cosas, según mi criterio personal, que van para atrás como los cangrejos a medida que pasa el tiempo. Nos hacemos de cruces con ellas, pero como ocurren de Pascuas a Ramos las aguantamos de forma estoica y las dejamos pasar. No nos compramos un ordenador portátil cada dos días, de hecho y desde que existen estos trastos, yo he comprado dos en toda mi vida, el primero hace más de siete años y ahora el segundo.

Respecto del primero, que sigue funcionando aunque secuestrado por mi hijo, venía de fábrica con un sistema preinstalado con el que sufrí de lo lindo por sus continuos fallos y deficiencias para las aplicaciones y programas que me interesaban. Se trataba del Windows VISTA que fue famoso no precisamente por su buen funcionamiento sino por el rechazo generalizado que tuvo. Tanto fue así que en relativamente poco tiempo, la compañía de Redmond puso en el mercado la versión Windows 7 que era como de la noche al día. A pesar de que la compatibilidad del ordenador con esta nueva versión no estaba nada clara y de que los drivers necesarios no estaban asegurados, mi necesidad de cambio como mi rechazo al VISTA me impulsaron a tirarme a la piscina sin flotador y sin comprobar siquiera si había agua. No solo no me estrellé sino que el cambio fue un éxito y me encontré con un ordenador nuevo y potente que me funcionaba muy bien para mis necesidades. Años más tarde, un poco de cirugía cambiándole el disco duro por un moderno SSD le dieron vida y hoy en día está como un chaval.

La han vuelto a hacer. Windows 8 u 8.1 se está revelando como una «castaña» que genera auténtico rechazo en los usuarios, con o sin razón. No hace falta más que darse una vuelta por la red «googleando» un poco y ver la enorme cantidad de usuarios que preguntan o cuentan sus aventuras sobre como hacer lo que en término inglés se conoce como «downgrade», que no es otra cosa que actualizar para atrás, esto es, bajar de la teórica versión superior 8 a la ya veterana 7 con la que estamos, al menos yo, tan contentos y familiarizados. Hay que reconocer, por otro lado, que algunas voces se alzan diciendo que todo es cuestión de acostumbrarse y tener un poco de aguante en los primeros momentos pero por el contrario en alguna web he visto la oferta de un programa que permite trabajar bajo Windows 8 confiriendo el aspecto de Windows 7. Por algo será. En mi caso personal, quiero utilizar el ordenado para hacer cosas productivas y no para estar a puñetazo limpio con el sistema operativo y el software intentando encontrar donde están y como funcionan las cosas.

Con estos preámbulos y ahora contaré la historia, he tardado casi veinte días en poner mi nuevo portátil de la forma que lo quiero para mi uso. No he conseguido todo lo que quería pero si una aproximación bastante cercana a lo pretendido. Lo primero que me he encontrado es una «cosa avanzada» que se denomina UEFI y que es una implementación segura de la tradicional BIOS que gobierna la placa de cualquier ordenador. La pelea ha sido dura y sin conseguir vencerla del todo la he llevado «casi» a mis planteamientos. Me resultó curiosa la conversación telefónica con el servicio técnico de la marca donde un caballero, de forma educada, me dijo que la BIOS tradicional (legacy) estaba por debajo pero que no me iba a contar como verla, aunque me dio pistas para modificar ciertos parámetros de la UEFI que me dejaran hacer «casi» lo que yo quería. No es cuestión de profundizar en lenguaje técnico pero lo que me ha sido imposible es arrancar desde otro disco que no sea el interno.

Había descubierto hace unos meses la existencia de unas piezas denominadas CADDY que permiten de forma fácil sustituir el DVD de un portátil por un disco duro. Ojo, que los hay de dos grosores y deberemos elegir el adecuado. Mi idea original era hacer esta operación, poner un disco SSD en lugar del DVD e instalar en él el sistema operativo WINDOWS-7 en este disco adicional, de forma que en el momento de arranque del ordenador pudiera escoger entre arrancar con Windows-7 o con el original Windows-8.1. Por los tejemanejes de la BIOS-UEFI no ha podido ser, con lo cual la siguiente era desmontar el ordenador y sustituir el disco interno por el que pensaba montar fuera y poner el interno en el lugar del DVD.

Poco a poco, con mucha tranquilidad y consultas al maravilloso mundo de la red, he encontrado tutoriales donde se detallaba paso a paso como hacerlo. Dicho y hecho, en la fotografía se puede ver el portátil desmontado con acceso para el cambio al DVD y al disco HDD. Una vez sustituidos estos, lo demás ha sido coser y cantar siempre cuando controlemos un poco todo el tema de arranques e instalaciones. Una cosa ha sido más difícil de solventar y no está conseguida del todo y es el dichoso tema de los drivers necesarios para que funcionen correctamente todos los componentes del equipo.

Antaño, cuando se compraba un ordenador, venía acompañado de unos cuantos CD’s con el sistema operativo y los drivers de los componentes de los que constaba. Entre otras cosas lo habíamos pagado y teníamos derecho a ello. Ahora, todo mucho más moderno y seguro que mejor para usuarios que no se quieran complicar la vida, viene todo «dentro» en particiones de recuperación y programas para efectuar la recuperación y dejarlo en lo que se ha dado en llamar «a modo de fábrica». En ningún sitio hay documentación detallada de la placa que lleva ni mucho menos detalle de los componentes, información esta necesaria para buscar por la red los drivers en este caso «desactualizados» para Windows-7. Por supuesto en la web de Toshiba se llaman andanas a este asunto y facilitan los drivers para Windows 8.1 pero del Windows-7 no quieren ni oír hablar. ¿Tendrán comisión de Microsoft?

Nuevamente en la red hay solución para (casi) todo. Numerosos programas de chequeo de drivers y/o actualización de los mismos ayudan en la tarea. Son muchos de ellos de coste, aunque no mucho, pero he encontrado uno que en su versión gratuita me ha solucionado el 99% del asunto, por lo que le menciono aquí en justa correspondencia y agradecimiento: SlimDrivers.

Pensar, mirar, leer, buscar, requetepensar… Han sido veinte días de lucha pero al final ha merecido la pena porque tengo el ordenador como yo quería tenerlo, con mi Windows 7 con el que me manejo muy bien, todo controladito y limpito, sin decenas de programas que te quieren hacer la vida mejor y en mi caso, rebelde yo, me la hacen imposible. Me viene a la memoria esa frase que tanto me gusta que dice que «como no sabían que era imposible, lo hicieron». Está bien que Toshiba y similares quieran facilitar la vida a usuarios no avezados y cubrirse las espaldas pero lo que no es de recibo es que nos la complique a aquellos que intentamos mantener un espíritu «GEEK».




domingo, 21 de diciembre de 2014

DESAYUNOS



Uno de los grandes problemas de las empresas, tanto fabricantes como distribuidoras y vendedoras, es hacer llegar información a todos los públicos de forma que les permita conocer, y si es posible adquirir, sus productos. La dinámica de la publicidad ha progresado y se ha diversificado mucho con la irrupción de internet y la posibilidad de disponer de ella en nuestros teléfonos móviles. Con todo, es relativamente fácil que tengamos necesidad de algún archiperre y no estemos enterados de su existencia. No sé qué tiene que ver esto con los desayunos…

Durante la mitad de mi vida laboral he tenido la gran suerte de disfrutar de lo que antes se llamaba jornada continua. Fue uno de los grandes logros de los empleados de banca en las movilizaciones de comienzos de los años setenta del siglo pasado. La posibilidad de salir del trabajo a las 15:00, de lunes a sábados, abría ante mí un sinfín de posibilidades en el empleo del tiempo libre por las tardes que me permitieron realizar muchas actividades que hacían que la vida no solo fuera trabajar. Por otro lado, el alternar en la cabeza otras cosas tenía la consecuencia de que al volver al día siguiente al trabajo se tenían los pensamientos más claros y la actitud más fresca que si todo fuera solo trabajar y trabajar; aquello que mi buen amigo Luis decía de "curro-como-curro-duermo», vamos, solo trabajar, comer y dormir, lo que implicaba una vida plana en otras actividades y que es la tónica general de hoy en día. Las jornadas laborales actuales son de lunes a viernes con una hora para la tartera y los calzoncillos/bragas preparados por si hay que quedarse a dormir, estas historias del pasado reciente parecen ciencia ficción. Pero no nos engañemos, se trata de estar «estando» en el trabajo, porque otra cosa es estar «trabajando».

Tanto antaño como hogaño, lo que sí que parece que se mantiene es el tiempo del desayuno o el bocadillo, esos veinte minutos que podemos compartir con aquellos que siendo amigos a pesar de ser compañeros y que si seguimos la regla fundamental de no hablar de trabajo nos puede resultar de lo más agradable. Me vienen en estos momentos los desayunos del BHE, pilotados en la parte alimenticia por ese maestro de la restauración que era Rodri, y en la que seguíamos escrupulosamente la regla de no hablar en ningún momento de trabajo para alimentar nuestros espíritus con chascarrillos y sucedidos. Además había otra norma y era que no podíamos volver al trabajo sin haber contado un chiste, «manque» fuera repetido. Fruto de aquellos desayunos se creó una recopilación de ellos que realizó uno de los componentes, Carlomaño, y que debe estar guardada por algún sitio de mi disco duro. Ya se sabe que hay un abismo entre los chistes escritos y los chistes contados, pero la lista servía de evocador para rememorarlos. Me vienen a la memoria tiempos posteriores en los que en esto de los chistes contábamos con Javier O., que era capaz de contarte el mismo chiste siete veces seguidas, con pequeños toques y variaciones y te partías de risa desde el primer momento aunque ya supieras el final. Un maestro este Javier O. que sigue en activo aunque hace mucho tiempo que no coincido con él.

El asunto de los desayunos continúa y al menos en los que yo participo procuro mantener viva la regla de no hablar de trabajo. Y aunque no haya chistes, lo que si se cuentan son experiencias personales, historias que vengan o no a cuento, amén de otro asunto fundamental, que yo llamo peticiones del oyente, y que no es otra cosa que comentar las necesidades que tiene uno sobre diferentes aspectos en su mundo personal. En un desayuno de la semana pasada surgió, sin pedirlo, una solución a un problema que me rondaba la cabeza desde hacía mucho tiempo y que procrastinaba una y otra vez ante la envergadura del mismo.

Lo que puede verse en la imagen que acompaña esta entrada es uno de los laterales de la campana extractora de humos en mi cocina. Hubiera sido bueno tener la imagen del «antes» porque la que figura es la del «después». Se trata de ese lateral del mueble de cocina alto que se ve atacado día tras día por humos, vapores y calores que rebotan en él camino del extractor y de la calle a través de la chimenea. Estos como digo ataques continuados, verdaderos asedios en los momentos de cocinar, dejan su huella. Muchos sabrán de lo que hablo si su cocina cuenta ya con unos añitos y se ponen manos a los fogones: la madera de contrachapado y la melamina que la recubre se abomban y deterioran, dejando ver los interiores y presentando un aspecto desolador. La alternativa es… cambiar el mueble, dos muebles, uno a cada lado, y esperar unos años a que vuelva a ocurrir de nuevo. El problema en mi caso es que esos muebles ya no se fabrican, tienen sus añitos, por lo que la alternativa era desmontarlos y sustituir con mucho bricolaje las paredes laterales.

La solución estaba, como nos comentó nuestra compañera Carmen a los desayunantes, en comprar el producto adecuado en este caso en el Leroy Merlín. Dos chapas especialmente preparadas con sus cantos y sus adhesivos, rematadas en blanco o en metalizado, que dan una solución de lo más agradable al asunto y casi sin mancharse las manos. Bueno, advierto a los que quieran ponerse manos a la obra, que pueden ocurrir dos casos. El mío, en el que la campana está colgada del mueble superior y que por lo tanto no tiene enganches a los muebles laterales y el caso de Carmen, que lo pone un poco más difícil al estar la campana atornillada a los laterales, lo que nos pone en la diatriba de desmontar la campana para poner los protectores, o bien cortar estos a nuestra medida. En ambos casos, un trabajo mucho menor que el inicialmente pensado de cambiar todo el mueble o sustituir el lateral.

Suelo darme vueltas de vez en cuando por comercios de bricolaje para ver novedades que me son desconocidas y que pueden solucionar problemas actuales o futuros. Pero por mucho que hubiera pasado por delante de estos protectores, nunca los hubiera visto, pues tuve que requerir la ayuda de un dependiente para que me señalara cuales eran. Vienen perfectamente envueltos y protegidos y al que no los vaya buscando seguramente le pasan desapercibidos. Por catorce euros he solucionado un problema y me ha quedado la cocina de lo más aparente. Supongo que la chapa, con su reborde por abajo que cubre también el canto, aguantará más que la madera y en todo caso será más fácil de sustituir con el tiempo si sigue existiendo esta maravilla que al menos a mí me ha salvado la vida.


¿Tiene Vd. el problema o prevé que lo tenga en el futuro? ¿Conocía la existencia de estas piezas? Si no llega a ser por las conversaciones en un desayuno…




sábado, 13 de diciembre de 2014

CETOGÉNESIS



Esta semana se han cumplido dos meses desde que visité a una médico nutricionista. Lo hice por sugerencia de un médico amigo, Carlos, que insistía en darme sí o sí pastillas para el colesterol y ante mi negativa rotunda a tomarlas por mis experiencias personales negativas y diferentes cuestiones que ya expliqué hace unos meses, en agosto de 2014, y que pueden leerse en la entrada titulada  «COLESTEROL» de este blog. Añadiré que si no hubiera acudido con una recomendación suya, con mucha probabilidad nada de lo que ha ocurrido en estos dos meses hubiera tenido lugar.

Cuando uno lleva una «jartá» de años en este mundo y además nunca ha estado contento en sus relaciones con la báscula y ha realizado un enorme recorrido por el mundo de las dietas y la alimentación, puede caer en el error de creer que se las sabe todas y ha visto de todo. Sería imposible recordar las dietas y regímenes alimenticios con los que ha lidiado: peso ideal, de la sopa, de los astronautas, Dunkan, método Montignac, Atkins, de la grasa, disociada, del grupo sanguíneo, de la hora feliz, de la alcachofa, de la fruta, del carbono, acupuntura, de las xxxx calorías …y tantas y tantas otras cuya enumeración se antoja imposible. Pero siempre se puede descubrir una nueva.

Como digo, hace dos meses visité a una nutricionista y médico. Insisto en lo de médico porque creo que es importante, aunque no sea una garantía cien por cien fiable de que no nos vayan a timar ni podamos tener problemas, porque a los médicos también se les mueren los pacientes; quién crea que la medicina es una ciencia infalible o todos los médicos, por el hecho de serlo, son honrados, lo lleva claro.

Por adelantar un poco el final: mi peso hoy es DIECIOCHO KILOS y DOSCIENTOS GRAMOS menos que hace dos meses. Me encuentro perfectamente, con mucha energía mental aunque no tanto física, no pasando hambre física, aunque si mental, pues sigo pensando en esos huevos fritos con patatas y jamón serrano o ese arroz con leche que por el momento me están vedados. Todo llegará. El asunto ha sido la consecuencia de la observancia espartana de las indicaciones de la doctora. Tras verificar mi análisis de sangre y mi historia, su recomendación fue, sin dudarlo, la realización de una dieta cetogénica. En esencia y dicho rápidamente consiste en alimentarse únicamente de ciertas verduras y unos complementos vitamínicos especiales, que por cierto cuestan un riñón, aunque esto es matizable si se reflexiona un poco sobre ello, cosa que haremos más adelante. Los hidratos de carbono y los azúcares, inventos modernos que no se encontraban en la alimentación de nuestros ancestros, quedan absolutamente prohibidos en las primeras fases, lo que implica severas restricciones en verduras que yo creía inocuas tales como las judías verdes, alcachofas, pimientos rojos o tomates entre otras.

La idea es que el organismo entre en «cetosis», palabra ante la cual la mayoría de médicos y nutricionistas se alarman como si hubieran visto al mismísimo demonio. La cetosis tiene lugar tras dos o tres días sin ingerir carbohidratos, lo que tiene como resultado la minimización de la cantidad de glucosa presente en la sangre tras la ingesta. Con ello, el organismo no libera insulina y empieza a quemar la grasa almacenada como principal fuente de energía, con lo que se liberan cetonas al sistema circulatorio. Como ocurre con todo, hay todo tipo de opiniones sobre el asunto, desde estudios que sugieren es una condición poco saludable y peligrosa hasta quienes mantienen absolutamente lo contrario. Por mi experiencia personal, mencionaré algunas ventajas tras los días iniciales en los que el cuerpo se acostumbra al cambio: mejora del sueño, mayor energía mental, una cierta euforia, mayor flexibilidad corporal y bienestar psicológico intenso al vestirse por las mañanas y comprobar que la ropa es de unas cuantas tallas más o tenerse que comprar un sacabocados como el que se ve en la imagen para ir ajustando los agujeros del cinturón.

Según algunos autores…
...es un crimen desalentar el consumo de una dieta rica en grasas teniendo en cuenta que una dieta cetogénica reduce los tumores en modelos animales y humanos, y mejora la capacidad de resistencia de nuestro cerebro contra el estrés y la toxicidad.
Es indiscutible que una dieta cetogénica tiene efectos protectores en el cerebro. 
Desde entonces, se han registrado beneficios usando este tipo de dietas para el tratamiento de enfermedades como espasmos infantiles, epilepsia, autismo, tumores cerebrales, inflamación y dolor crónico, esquizofrenia, enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Lou Gehrig, depresión, apoplejía, traumatismo craneal, enfermedad de Parkinson, esclerosis lateral amiotrófica, hígado graso no alcohólico, migraña, trastornos del sueño, esquizofrenia, ansiedad, el TDAH [Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad], irritabilidad, enfermedad del ovario poliquístico, síndrome del intestino irritable, el reflujo gastroesofágico, obesidad, enfermedad cardiovascular, acné, diabetes de tipo 2, temblores, insuficiencia respiratoria y virtualmente todos los problemas neurológicos, también el cáncer, y las enfermedades en las que los tejidos necesitan recuperarse después de una pérdida de oxígeno. 
A estas alturas ya sabemos que la falta de glucosa no es ningún problema para el cerebro, y es más, podría beneficiarle.
Me esperan unos cuantos meses, posiblemente tres o cuatro más, de seguir con este sistema de comidas, que no dieta, que irá mejorando gradualmente a medida que avance, hasta conseguir la meta propuesta por la nutricionista y asumida por mí de perder treinta kilos. Los baremos ponderales del peso tienen muchas lecturas, ya que por mi estatura y para quedar en los límites superiores preconizados por las teorías del IMC debería perder un total de treinta y siete quilos, pero condiciones colaterales tales como mi estructura corporal y mi edad han hecho que ambos, de acuerdo, fijemos el tope de pérdida en este proceso en treinta, que ya está bien. Ahora cuando me acerco a veinte, todos mis (buenos) amigos y conocidos me dicen que estoy muy delgado y que ya está bien y es que todas las comparaciones con el estado anterior son odiosas.

Aunque solo me lo ha comentado por encima, su plan consta de cuatro fases, estando en estos momentos en la segunda, en la que con respecto a la primera solo se permite, en el almuerzo, tomar entre cien o ciento cincuenta gramos de proteína en forma de carne, pescado o ave. En la primera fase, que duró cuatro semanas, la pérdida efectiva de peso fue de once kilos y doscientos gramos. A medida que van pasando los días y como es lógico, la pérdida de peso va siendo cada vez menor y veremos cuando se produce el paso a la fase tres, última del plan trazado hasta alcanzar el peso propuesto y poder pasar a la fase de mantenimiento ya de por vida. Si uno no quiere comprobar en propias carnes lo ya experimentado en anterior ocasiones del efecto rebote, hay que plantearse un cambio efectivo en los hábitos alimenticios para no volver a las andadas jamás de los jamases.

Aquí queda esto para que cada cual investigue por su cuenta, como yo seguiré haciéndolo. Una página web que me ha resultado interesante entre las muchas consultadas es SOTT por la gran y actualizada información que contiene sobre diferentes aspectos como ciencia, tecnología, salud y otros. Sobre la dieta cetogénica el acceso directo a esa página se obtiene pinchando en este enlace.

Pero como lo prometido es deuda, hablemos de la parte de timo que nos puede parecer que tiene este asunto. El coste en euros de estos dos meses de los productos ha sido de algo más de cuatrocientos euros, unos cincuenta por semana. Mucho dinero así en principio, pero como en esta vida todo es relativo, tendríamos que ver las cantidades nos estamos gastando ahora en alimentación, y vicios añadiría yo. Realizando este sistema de comidas, a los más o menos cincuenta euros semanales solo hay que añadir la verdura de almuerzo y cena, ya que todo el resto de alimentación está incluido. Si estamos realizando trabajo de oficina, por ejemplo, y desayunamos y comemos fuera de casa cinco días a la semana… cincuenta euros semanales no es mucho e incluso inferior a lo que nos gastamos ahora. Lo único es que hay que ir a la oficina cargado con la tartera, cosa que ya hacen muchos laborantes hoy en día porque no les llega para ir al restaurante a comer el menú. Todo es relativo porque hay que tener en cuenta esas cervecitas, esos aperitivos y esos cubalibres que no nos tomamos porque la cetogénesis no nos lo permite, lo que también supone un ahorro que estamos invirtiendo en nuestra salud.
En tu alimentación, el huevo y la panceta son tus aliados, no tus enemigos. En pocas palabras, ¡permite que la grasa sea tu medicina y la medicina sea tu grasa!


domingo, 7 de diciembre de 2014

eREADER



Los hijos, hijas, yernos y nueras además de amigos y conocidos no sabían ya de donde sacar los libros con los que alimentar la voracidad lectora de Pilar, madre de unos y suegra de otros. Siempre ha leído mucho, pero desde la muerte de Roberto, su marido, hace ahora unos cuatro años, el tiempo que dedica a la lectura se ha incrementado exponencialmente. Depende de tamaños, pero es muy capaz de liquidar dos y hasta tres libros por semana. Dispone de mucho tiempo en su casa al día y gran parte de él lo emplea en sumergirse en los libros y disfrutar con su lectura. Aparte de regalos de unos y otros y préstamos de amigos, las bibliotecas públicas son una fuente de suministro, pero Pilar ya no está para salir mucho de casa, especialmente sola, y desplazarse a la biblioteca es una tarea imposible, con lo que depende de algún allegado que de forma semanal le haga esta función.

Amén de esto, otro par de cuestiones fundamentales van creciendo con el paso del tiempo. La vista va menguando y ya los pide “con letras grandes”, lo que conlleva un cierto peso e inmanejabilidad para sus posibilidades, que se van reduciendo con el paso de los años, que ya se acercan a los noventa. Gusta de leer en el salón, en su sillón de orejas, cerca del ventanal de la terraza, donde se atrinchera con su mesita auxiliar y su atril para leer cómodamente con luz natural y sin soportar el peso del libro en sus manos. Debido a estas circunstancias, prácticamente solo lee en su rincón preferido y cuando está de viaje o en casa de algún familiar renuncia a la lectura, insisto, fundamentalmente por el peso físico de los libros.

Hace unos años no hubiera sido posible, pero hoy en día hay una solución: los lectores electrónicos, a los que Pilar era sumamente reacia, por aquello de la dificultad de su manejo. El hecho de que manejase con mucha soltura un teléfono actual, con su Whatsapp y Skype incluidos para hablar con la familia, ha sido una razón de peso y que ha facilitado mucho su introducción en el mundo de los lectores electrónicos, a todas luces mucho más fáciles de manipular que un teléfono. Costó mucho obtener su aprobación, pero al final accedió y hoy en día está tan contenta y diciéndose a sí misma como no nos habrá hecho caso antes y hubiera disfrutado de las ventajas, enormes para los mayores, de estos cacharritos.

No vamos a hablar de marcas, pero el que tiene Pilar se puede cargar directamente mediante compra electrónica en su plataforma o bien cualquiera lo puede alimentar de libros con solo enviarlos a un correo electrónico que tiene asignado. Un inconveniente es que no tiene disponibilidad de internet en casa pero es muy amiga de sus vecinos del piso de arriba, tan mayores o más que ella, pero que tienen acceso a la red por una hija soltera que vive con ellos. Puestos al habla con ellos y su hija, han accedido gustosos a facilitar a Pilar la clave de acceso a su red inalámbrica. Dada su tremenda sencillez y su interés, Pilar ha aprendido a usar con presteza los controles del lector electrónico y sabe apagar, encender, poner y quitar la «wifi», cargar y borrar libros, cargar batería y todas las cuestiones básicas que rodean al lector electrónico. Una cosa que ha descubierto y la llena de enorme satisfacción, es poder consultar el significado de las palabras que no entiende, si es que hay alguna, con solo situar el cursor encima de ellas y sin tener que tener un diccionario al lado.

Cuando ahora quiere leer un libro, envía un wasap al grupo de familiares. Uno de los hijos, que hace de coordinador de sus peticiones, se encarga de buscar, comprar y preparar el libro, enviándole a continuación al correo electrónico asignado a su lector. Pilar tiene siempre la «wifi» desconectada por aquello de que le han dicho que así se ahorra batería, aunque dura varias semanas. Cuando acaba de leer un libro, lo elimina del aparato y enciende temporalmente la «wifi» para cazar los nuevos envíos. Nada de continentes, libros físicos, pesados ni desplazamientos a librerías o bibliotecas, ahorro de espacio en las estanterías, manejabilidad, letras con un tamaño a su gusto, poco peso, transportabilidad a cualquier parte, lectura en la cama con un atril como el que puede verse en la fotografía… todo son ventajas.

Muchos mayores tienen el convencimiento de que internet es cosa de jóvenes, pero los que vencen esta resistencia inicial, acceden a un mundo cuasi infinito de posibilidades desde el sillón de su casa. Correo electrónico, hablar y ver a sus familiares en cualquier parte del mundo de forma instantánea y casi gratuita, leer noticias y blogs, buscar información sobre casi cualquier cuestión, hacer cursos como por ejemplo los MOOC sobre cualquier tema…

domingo, 30 de noviembre de 2014

SOBERBIA



«Las críticas no serán agradables, pero son necesarias»
 Winston Churchill

La soberbia es cosa mala. Así, de entrada y sin paliativos. Pero como en todo hay grados y pudiera ser que en pequeñas dosis, según las circunstancias y los contextos, fuera de utilidad tener algo de ella. Aunque suene a religión, es uno de los siete pecados capitales, esos vicios que nos asaltan y que nos pueden llevar a otros y que son: lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y el que nos ocupa en la entrada de hoy, soberbia, que de forma sucinta podríamos considerar como que estamos en un estatus superior y podemos mirar al resto desde arriba, con una mayor o menor prepotencia según los casos. En el diccionario de la RAE podemos encontrar hasta cinco acepciones que son las siguientes: 1) Altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros, 2) Satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás, 3) Especialmente hablando de los edificios, exceso en la magnificencia, suntuosidad o pompa, 4) Cólera e ira expresadas con acciones descompuestas o palabras altivas e injuriosas. 5) Palabra o acción injuriosa.

Los comportamientos soberbios se dan generalmente en relación con los demás. Aunque al final cambiaré el ritmo, voy a referir a continuación un hecho que ocurrió en las postrimerías del ya lejano siglo XX y principios del actual. Internet empezaba a desarrollarse, especialmente en el mundo empresarial y las posibilidades de su aplicación efectiva y práctica a la vida diaria crecía de forma exponencial. Cada vez más personas en los ambientes laborales, y de manera progresiva en sus hogares, disponían de esta maravillosa posibilidad, utilizando con más o menos profusión los correos electrónicos y los accesos a páginas web, muchas de ellas todavía a nivel informativo y de consulta. 

Uno de los negocios que se abría era el bancario, la posibilidad de que los propios clientes a través de internet realizaran sus operaciones sin tener que desplazarse a una oficina de forma presencial. La cosa estaba todavía muy verde, y muchas cuestiones, sobre todo de seguridad y confidencialidad, planeaban en el ambiente y hacían ver la cuestión de una forma cuando menos delicada. Los grandes bancos de entonces que omitiré mencionar, algunos de los cuales siguen ahora y otros han sido absorbidos o comprados por los anteriores, despreciaron olímpicamente su entrada en este mundo, alegando de forma prepotente, soberbia, que los clientes no iban a confiar en estos sistemas y que siempre preferirían el contacto directo en las oficinas y/o cajeros, de los que existía una amplia red en todo el país. 

Pero hubo un banco de nueva creación, ese naranja al que todos estamos muy acostumbrados a ver en los medios, que apostó por llevar el negocio bancario hasta sus extremos, es decir, hacerlo todo por internet sin ninguna o casi ninguna oficina abierta al público. La idea fue vista como descabellada por los grandes, que previeron un batacazo enorme a la idea o cuando menos que la parte del pastel que iban a llevarse era ínfimo. La cosa fue a mayores y cuando quisieron reaccionar, el trozo de tarta que ya estaba en manos del advenedizo banco naranja era cuantioso. Y como además lo hacía bien y el progreso de internet con el paso de los años ha mejorado sustancialmente y lo sigue haciendo bien, los otros van a la cola. Si en su día hubieran sido menos soberbios, o más humildes, podrían haber aprovechado toda su fuerza en entrar en esta parcela.

Lo anterior era solo un ejemplo para entrar en materia. En la política hay mucha soberbia. A raudales y en cantidades ingentes. Cuando uno se sube a la tarima se olvida de un plumazo de ejercer la humildad, de servir a los que le han elegido y… Hace unos años, cuando todas aquellas «perroflautadas» del 15-M, los movimientos en las calles empezaron a devenir en altercados públicos, aunque muchas veces provocados por personas entrenadas y ajenas al propio movimiento. En todo caso, nuestros políticos se llenaron la boca de decirnos por activa y por pasiva que en una democracia los ciudadanos disponemos de una herramienta válida, la única, para cambiar las cosas: los votos. Hay otras, como las I.L.P. que en la práctica se ha visto que son puro humo. No entraron más a fondo en el asunto y omitieron cuestiones paralelas como pudieran ser los períodos, cada cuatro años, o la posibilidad de ciertos controles a lo largo de esos periodos que pueden antojarse largos en según qué circunstancias.

Los ciudadanos, obedientes en mayoría a estos planteamientos, se plantean hacer caso a eso que les han dicho y pronto. El año que viene, 2015, podrán manifestar su opinión en las urnas para optar por aquella formación, —política y en listas cerradas, de eso no se habla— que más concuerde con sus planteamientos. O también, ese puede ser el caso, optar por alguna que NO SEA la que actualmente ostenta o ha ostentado en pasado reciente el poder. Es recuperar aquello de #NOLESVOTES que tanto sonaba hace unos años. Pues bien, las recientes encuestas dicen que una tercera fuerza política, inexistente hasta hace poco, puede convertirse en una opción más que posible que desbanque del poder o al menos de la mayoría a los actuales o anteriores, que llevan treinta y cinco años haciendo de las suyas, buenas o malas, en eso no entro, según se comentaba en la entrada MEDROSÍA de este blog. 

La cosa ya no es como para no tenerla en cuenta y los políticos se han puesto manos a la obra para intentar contrarrestar el tsunami que se les viene encima, no olvidemos que precisamente porque la ciudadanía ha hecho caso de sus indicaciones y parece que al ir a votar pueden escoger una opción diferente. Pero, claro, aunque estamos en democracia, esto no se puede consentir, con lo que en vez de comprar aunque sea en el Rastro un poco de humildad que les permita revisar sus actuaciones y adecuarlas a la «normalidad», se están empleando a fondo en una campaña de tipo puerta giratoria, que antes se llamaba ventilador, a fabricar toneladas de infundios y maledicencias en contra de todo lo que rodea a esa nueva formación: líderes, parejas, padres de las parejas, vecinos, simpatizantes y hasta el perro del portero. Nadie quiere hablar de ella pero está en boca de todos, unos esperanzados y otros asustados. ¿Qué mayor gesto de desprecio que llamar a una persona “el coletas” de forma reiterada y pública?

Todos sabemos lo que es la democracia, pero si la podemos ajustar, aunque sea bordeando la ley, a nuestros intereses, pues mejor, será una democracia más bonita, será «mi» democracia.


sábado, 22 de noviembre de 2014

ICE-ECE


Por conversaciones con amigos y conocidos presumo que esto que voy a contar en las siguientes líneas no es muy del dominio público. Gran parte de nosotros llevamos en el bolsillo una potente maquinita que llamamos teléfono pero que tiene muchas más funcionalidades que la de hacer llamadas. Y a medida que pasa el tiempo se van incorporando nuevas posibilidades sin que muchas veces nos preocupemos o sepamos de su existencia y de cómo aprovecharlas en nuestro beneficio. Vamos llegando poco a poco a las más conocidas por sugerencias de amigos o conocidos o por informaciones en los medios, aunque siempre podemos emplear esos ratos libres, el que los tenga, en hacer las consultas más peregrinas que se nos ocurran al amigo «google» y aprender cosas que hasta instantes antes desconocíamos.

Lo habitual es que todos llevemos nuestros teléfonos protegidos, pues llevamos en ellos muchos datos, fotografías y cualquier otro tipo de información que puede ser comprometida si cae en manos ajenas. Pero esta protección del teléfono, que puede lograrse de diversas maneras, impedirá una función que puede ser muy importante en caso de emergencia o pérdida del teléfono, siempre, claro está, que la persona que tome nuestro aparato quiera ponerse en contacto con alguien allegado bien para dar una noticia o bien para notificar que se ha encontrado el cacharro y tiene la intención de devolverlo.

Voy a hablar del sistema operativo «Android» que es el que yo utilizo, aunque me imagino que en otros sistemas la operativa será similar. Cuando encendemos un teléfono y nos presenta la pantalla de protección para que facilitemos la clave de acceso, en la parte inferior podemos ver un texto que reza «SOLO LLAMADAS DE EMERGENCIA» «LLAMADA DE EMERGENCIA». Si no conocemos esto que voy a relatar aquí o aunque lo conozcamos, el propietario del teléfono no ha preparado su agenda para permitirlo, nos quedaremos con cara de haba sin saber qué hacer. En caso de accidente sería muy interesante que cualquier persona, los servicios sanitarios o policiales por ejemplo, pudieran contactar con nuestros familiares, así como si hemos perdido u olvidado el teléfono y amablemente nos lo quieren devolver.

Pues bien, pulsando encima de este texto de llamadas de emergencia accederemos al teclado del teléfono, pero debidamente protegido, aunque si lo hemos preparado, en la parte inferior izquierda podemos ver el símbolo de dos personas que nos dará acceso a la guía de número o números de emergencia personales con los que sí podremos contactar. Conviene que no sea uno único y que figuren en ella los familiares o amigos más cercanos. Pulsando en este icono, accedemos a la lista de teléfonos a los que si nos está permitido efectuar llamadas. Como se puede ver en la imagen y en mi caso, los de mi mujer, hijos o casa. ¿Y qué es eso de la «AAA» que los precede a todos?

Vivimos en la era de los acrónimos, que nos rodean por doquier, muchos de ellos relativos a palabras inglesas que utilizamos sin saber su significado. El título de esta entrada es ICE-ECE, siendo ICE las primeras iniciales de «In Case of Emergency" o en su traducción al español, muy similar, «ECE», iniciales a su vez de «En Caso de Emergencia». Pero… ¿y lo de las AAA? Hace años, cuando los teléfonos eran solo teléfonos, se popularizó el que a nuestros contactos más especiales se les prefijara por «AAA» para que se aparecieran al principio de la agenda y así fueran los primeros a los que se llamara en caso de emergencia. En el extranjero y de forma internacional, el prefijo que se sugirió fue «ICE», que tenía el inconveniente que quedaba en medio de la lista y no se veía a primera vista. Lamentablemente, no es muy conveniente llevar un teléfono repetido en la agenda pues en ese caso el sistema de identificador de llamadas no identifica al llamante y no nos muestra esa información, por lo que debemos de elegir entre «AAA» o «ICE». 

Pero lo que todos se estarán preguntando es, tras tanto rollo, como demonios se habilitan estos números. Pues muy sencillo, solo hay que ir a la lista de nuestros contactos, editar los que queramos incluir, buscar el apartado de «GRUPOS» pulsar encima, y en la lista que de posibles grupos que se nos despliega, el primero de todos, al menos en mi caso, es el de ICE, marcamos la casilla y arriba a la derecha pulsamos en «guardar», con lo que ese contacto quedará automáticamente añadido a lista desplegable de teléfonos de emergencia a los que permitimos llamar cuando nuestro teléfono esté bloqueado.


Estas cuestiones, que son de interés general y solucionarían muchos problemas, no están a mi juicio lo suficientemente difundidas entre los usuarios de estos maravillosos juguetes. No me extrañaría que muchos policías o sanitarios desconocieran esta posibilidad y no supieran que hacer con el teléfono de un accidentado cuando lo tienen en las manos.

Apostilla de mi buen amigo José María, que agradezco y enriquece el texto

Acabo de leer tu último post con el título que aparece en el asunto. Debo confesar que yo también soy uno de esos que ignoran la existencia de esta función. Como podrás imaginar, no bien acabé de leer el texto, me dispuse a poner en práctica lo que explicas. Para mi sorpresa, creo que el botón que muestra tu teclado no se encuentra en la aplicación nativa de Android.  Lo he comprobado en mi Nexus y en el HTC de mi hija V.

¡Mi gozó en un pozo!

Fisgando en Google encontré un vídeo que ilustra esta misma función en otro teléfono SAMSUNG. Tal vez sea una adaptación desarrollada por este fabricante para su interfaz móvil.


En fin, otra vez será. 


domingo, 16 de noviembre de 2014

PUNTOS



Hace ya seis años por estas fechas tuve mis primeros encontronazos con la DGT a resultas de una multa cuya comunicación no había llegado a mi domicilio y de la que recibí cumplida cuenta vía sanción directa y rotunda a través de Hacienda. Como consecuencia de aquello, llegué a averiguar que la DGT mantenía las direcciones de los conductores en un exiguo espacio de veintiséis posiciones, en el que los funcionarios tenían que hacer encaje de bolillos para consignar las direcciones, amén de otras consideraciones colaterales que hacían esperpéntico el tratamiento informático que la DGT daba a las direcciones postales de conductores y vehículos. Para el lector interesado, las vicisitudes de todo ello se encuentran en estas entradas del blog: «INDIGNACIÓN», «DOMICILIO», «TAMAÑO» y «POBLACIÓN».

Ha pasado el tiempo y entiendo que la DGT habrá modernizado sus sistemas informáticos y solventado estos problemillas, que eran por entonces problemazos para sus usuarios, que no clientes. En aspectos informativos y para ciertas gestiones, la web ha cobrado su preponderancia obligada y, disponiendo de un certificado digital, ya se pueden hacer algunas cosas y consultas.

No recuerdo si por aquella época ya existía lo del «carnet por puntos» plenamente vigente ahora. Comenzamos todos de salida con doce puntos y, con el paso el tiempo y por ser buenos, nos añadieron otros tres, con lo cual aquellos que no hayan sido sorprendidos en alguna falta o desliz, tendrán sus quince puntos en el casillero. No es mi caso, ya que hace ahora dos años y diecinueve días infringí una norma de tráfico cuando estaban ojo avizor los sufridos de la benemérita: un radar colocado estratégicamente detectó que circulaba a 71 km. por hora en una «travesía» en la que estaba permitido transitar a 50 km. Pongo entre comillas lo de travesía porque me hace gracia, maldita gracia, al recordar perfectamente la situación, que paso a describir.

Nos habíamos salido de la autopista y, circulando por preciosas carreteras provinciales, nos dirigíamos a la bella localidad de Madrigal de las Altas Torres, hermosa localidad donde naciera en 1451 la archiconocida reina Isabel La Católica. Mientras nos acercábamos, iba yo contando la historia a mi mujer y mi hija y por ello quizá poco atento a las señales de velocidad. Hay que decir que lo permitido en esas carreteras es 90 km. por hora salvo en ciertos puntos, generalmente en poblaciones, en los que se reducen a 70 o 50 km. por hora. En este caso se trataba de una carretera paralela a un pueblo, esto es, que no pasaba directamente por una calle principal, de esas que tienen aceras y donde sí hay evidente peligro de atropello, especialmente a niños, por atolondrados, y ancianos, que cruzan sin mirar. Como digo, la carretera o travesía iba paralela al pueblo, por lo que supongo que reduje instintivamente la velocidad, pero se ve que no lo suficiente, lo que provocó el disparo del aparatito ese tan amigo de los conductores que en vez de poner sus cinco sentidos en la circulación los ponen, especialmente en puntos como este, en detectar la presencia de vigilantes, además de ir mirando continuamente al cuentakilómetros para no sobrepasar lo establecido.

Como consecuencia de aquello, aparte de la correspondiente sanción en euros cuyo importe no recuerdo ahora, la consecuencia fue la retirada de DOS PUNTOS en el permiso de conducir. Esto ocurría hace dos años y diecinueve días como ya he mencionado anteriormente. Según la propia DGT en este enlace que copio textualmente 
Transcurridos dos años sin haber sido sancionado en firme en vía administrativa por la comisión de infracciones que lleven aparejada la pérdida de puntos, los titulares de permisos afectados por una pérdida parcial de puntos recuperarán la totalidad del crédito inicial de puntos. No obstante, en el caso de que la pérdida de alguno de los puntos se debiera a la comisión de infracciones muy graves, el plazo para recuperar la totalidad del crédito será de tres años.
Ya han pasado esos dos años necesarios para recuperar mis puntos perdidos en los que no he tenido ninguna sanción de ningún tipo. Como puede verse en la imagen que acompaña esta entrada, la consulta sigue arrojando 13 en lugar de los 15 que debería tener. Ya me queda la duda de si aquella infracción se consideró MUY GRAVE y tengo que esperar otro año más para recuperarlos. Sin embargo, más bien pienso que la DGT no es muy escrupulosa en el tratamiento de la información contenida en sus ficheros informáticos y será cuestión de tiempo que un buen día mis puntos se recuperen dependiendo de no sé qué circunstancia que escapa a mi control.

Realmente no me hace falta para nada el recuperar esos puntos, puedo seguir viviendo sin ellos un tiempo más. Pero imaginemos el caso de que estuviera pendiente de un contrato de conductor con una empresa que requiere tener todos los puntos o quisiera cambiar de seguro de coche a esa empresa que anuncia continuamente que busca los conductores con todos los puntos en el casillero para ofrecerle un seguro de coche más barato. Ambas situaciones me estarían vedadas cuando en realidad podría acceder a ellas si la DGT fuera escrupulosa cumpliendo sus plazos.


sábado, 8 de noviembre de 2014

WASAPS



Ha sido la comidilla de la semana en la red y en las tertulias, no se habla de otra cosa, por lo general con comentarios más que encendidos en contra de la última modificación introducida por WhatsApp, la archiconocida y utilizada aplicación de mensajería instantánea entre usuarios de los teléfonos llamados inteligentes, una aplicación no gratuita que usamos a diario millones de personas en el mundo. La modificación ha consistido, básicamente, en lo que se ha dado en llamar el «doble "check" azul». Ya existían los «check» con anterioridad, ese signo que toda la vida he conocido como de puntear una cosa, representado por √. El primero se añadía a nuestro mensaje cuando los sistemas de la empresa habían recibido el mensaje procedente de nuestro teléfono. Un segundo signo de punteo adicional indicaba que el mensaje había sido recibido en el teléfono del destinatario. A partir de ahí todo tipo de especulaciones sobre si lo habría leído o no. Ahora, con la incorporación del cambio de los dos signos de punteo pasando de grises a azules tenemos una constatación efectiva de que nuestro contacto ha leído el mensaje.

Pero como todo en este mundo, hay opciones de leer los mensajes sin que se produzcan los dos punteos azules…

Este asunto del doble punteo ha traído cola y ha servido y sirve desde hace años como motivo de discusiones acerca de la lectura o no de los mensajes y la contestación a los mismos. Hay que indicar que, si no lo inhibimos en la configuración, WhatsApp muestra si estamos en línea o en su defecto la fecha y la hora de la última conexión. Si el mensaje lo habíamos recibido con anterioridad a nuestra última conexión podían pensar que lo habíamos leído, pero esto no era fiable ni cierto. Ahora sí con el doble punteo. ¿Seguro? Ya anticipamos que hay varias maneras de evitarlo. 

Algunas personas dan una importancia tremenda a estos temas. Algunos jóvenes lo utilizan de forma machista para controlar a sus parejas de maneras que rayan lo patológico, utilizando estos y otros medios a su alcance como los GPS de los teléfonos para tener controlado en todo momento al «contrario» o «contraria» como gusta de tildar mi buen amigo Juanlu. Es muy recomendable la visualización de un vídeo de tres minutos y medio que circula por la red en la conocida plataforma de Youtube donde una pareja primero comenta cosas enamoradísima para luego acabar discutiendo seriamente por este asunto. Podemos verlo en este enlace.

En otro orden de cosas y por fijar ideas, recuerdo que hace años, cuando estaba a punto de empezar mis andanzas en Twitter, un buen amigo me dio una serie de recomendaciones básicas. Entre ellas me decía que pusiera mi nombre real, mi foto real y que antes de escribir trinos lo pensara bien y asumiera sus consecuencias, y además de por vida y para siempre. Todo otro tipo de operaciones de dobles usuarios, mensajes cruzados y demás zarandajas acaban siendo descubiertos con el tiempo y no traen más que malas consecuencias. Hay que poner la cara y asumir que te la partan si te equivocas o dices cosas inconvenientes. La red es la libertad pero hay que saberla usar.

Se me ocurre una comparación ahora con la religión. Hablando de la católica a modo de ejemplo, es como aquellos que dicen ser católicos pero que no quieren ir a misa los domingos ni confesarse. Una religión a su medida, cojo lo que me gusta y lo que no me gusta lo desecho. Pues no, eso no vale. Si queremos ser de una cosa, debemos asumirla en su integridad y si no escoger otra o ninguna. Yendo a nuestro terreno, si queremos WhatsApp, con su doble «check» azul, lo tomamos como es, en su integridad, o lo dejamos y usamos otros, que los hay. Pero no, queremos WhatsApp sin esta funcionalidad, ver a los otros y que no nos vean, en suma, a nuestra medida. Es mejor no comerse la cabeza y ser íntegros y honestos. Nos ahorraremos problemas.

Buscando en la red, se pueden ver muchas formas de saltarse este control. Muchas de ellas no funcionan, como quitar los datos o poner el teléfono en modo avión, ya que en cuanto restauramos a situación normal, se disparan los avisos y la otra persona verá que hemos leído sus mensajes. Entre las que he podido ver por ahí, la mejor y la más sencilla es la que figura en la imagen adjunta. Se trata de incorporar a nuestra pantalla uno de los «widgets» que aparecen por el hecho de tener la aplicación instalada en nuestro teléfono, concretamente el que puede verse resaltado en la imagen de la izquierda. En esa ventana iremos viendo los mensajes de todos los usuarios de modo progresivo sin que se produzca la confirmación. Además podemos entrar y contestar en los wasaps particulares de los demás usuarios e interaccionar con ellos siempre que tengamos cuidado de no entrar en el que no queremos que tenga confirmación aunque sí habremos leído sus mensajes. Eso sí, hay que tener en cuenta que estamos como antes: si no lo hemos quitado en la configuración, WhatsApp se chivará de que estamos en línea o de nuestra última conexión.

Se me olvidaba, wasap, wasaps y wasapear, con «w»  y no con «gu», son acepciones castellanizadas o españolizadas admitidas en nuestra lengua, según puede verse en esta entrada de la FUNDEU, Fundación del Español Urgente.

domingo, 2 de noviembre de 2014

AUSTERIDAD




Los que ya vamos acumulando algunos añitos en nuestra buchaca recordaremos aquellas revistas que existían en los años setenta con títulos tales como «La Codorniz», «El jueves», «El roto» o «El papus» donde a base de viñetas en blanco y negro y derrochando mucha imaginación se hacía crítica social en unos momentos en que estaba todo muy controlado, especialmente antes de 1975 por causas que no es necesario recordar. Muchas de ellas se pasaban más tiempo cerradas por la autoridad competente que asistiendo al encuentro de sus lectores.

La imagen que acompaña a esta entrada responde a una viñeta publicada en «El Papus» en el año 1977. Es suficientemente auto explicativa. Lo más grave es que se podía haber publicado en la actualidad con la misma vigencia y las mismas lecturas secundarias sin que perdiera un ápice de su enjundia. Bueno, había que haber cambiado alguno de sus textos, ya que a muchos de los que cuentan menos canas les sonaría raro eso del «Banco de Vizcaya», uno de los bancos desaparecidos en las fusiones, compras y adquisiciones bancarias que parecen de ahora y que ya se daban en los años ochenta del siglo pasado: el Banco de Vizcaya se integró en el Banco de Bilbao por esas fechas dando lugar al Banco Bilbao Vizcaya, BBV, que en la actualidad ya no existe como tal, habiendo derivado en el BBVA al añadirse la A de Argentaria, que fue comprada, absorbida, vendida, regalada o lo que sea en los albores de este siglo.

Somos muy desmemoriados y preferimos centrarnos en lo más cercano que nos parece lo más de lo más. Todo se convierte en un acontecimiento del siglo cuando en el siglo han ocurrido esos mismos hechos varias veces y sin duda volverán a ocurrir. La historia se repite machaconamente y ello es principalmente debido a nuestro desinterés por aprender de las cosas para evitar su repetición una y otra vez.

Haciendo un poco de memoria y desde una perspectiva personal, recuerdo varias crisis a lo largo de mi vida. La primera en 1973, aquella que se derivó de la subida brutal de los precios del petróleo y cuyos coletazos son los reflejados en la magistral viñeta que ilustra esta entrada. La siguiente tuvo lugar alrededor de 1983: fue corta pero intensa y recuerdo que se acabó con unas comparecencias del gobierno en la que se nos decía que los malos tiempos habían quedado atrás. Convencidos todos, nos dimos al gasto de lo poco que habíamos atesorado por lo que pudiera pasar, con lo que la economía se disparó y la cosa quedó olvidada de un plumazo. Una nueva versión de crisis nos visitó a mediados de los años 90 del siglo pasado y desde ahí hasta la actual, de la que estamos más que hartos y que está dejando tremendas cicatrices en un elevado número de personas, cicatrices que aunque sanen dejarán una huella que muchos no podrán olvidar en el resto de sus vidas. Y es que ahora, aunque nuestros «des-sesudos» y desmemoriados dirigentes nos digan que todo ha pasado, no les damos un ápice de credibilidad y queremos comprobarlo por nosotros mismos. Queremos tener un trabajo, aunque sea indigno, y posibilidades de desenvolvernos en la vida aunque sea malamente y con penurias. Pero hay muchos que no llegan a eso, especialmente los jóvenes, y lo peor es que, aunque oyen que la economía mejora, eso no se traduce en positivo para sus personales vidas.

Voy a resaltar en negrita la frase central de la viñeta: «… y los obreros que sobrevivan… estarán tan jodidos y acojonaos…que trabajarán sin chistar doce horas seguidas por un mendrugo de pan…». Más claro que el agua. No se podía permitir en el pensamiento del «rico» que el «pobre» viva más o menos bien no vaya a ser que un día coincidan en el mismo restaurante o el mismo hotel.

Y a todo esto hemos llegado por la poca vergüenza de unos pocos, muchos de ellos en puestos de poder y responsabilidad pero también por la dejadez de todos que hemos ido a lo nuestro sin preocuparnos de lo común, del bien general. Ahora, ellos se han fortificado en sus castillos, han cambiado las leyes a su antojo y si ha quedado algún resquicio en ellas basta con usar su poder para amedrentar al juez y como hemos visto en un par de casos en los últimos tiempos apartarle de la carrera judicial, como serio aviso a sus compañeros. Se llenan la boca con la palabra democracia a todas horas. Pero son ellos los primeros que la ignoran de forma continuada y sistemática. Un ejemplo: nos dicen por activa y por pasiva que nos dejemos de manifestaciones para protestar por aquello que no nos parece bien, que los mecanismos democráticos están establecidos en forma de elecciones donde cada cuatro años debemos expresar nuestro parecer. Se acercan elecciones generales y algunas encuestas dan un auge espectacular en la intención de voto a una nueva formación que podría hacer algo de mella a los clásicos e incluso desbancarles del poder después de más de treinta años. Lo democrático sería respetar las decisiones de las urnas, pero ya desde ahora se augura la hecatombe si se produjera este hecho. ¿En qué quedamos pues? Lo democrático es que vayamos a votar y les sigamos votando a ellos. Estamos apañados.

Enrico Berlinguer decía en 1977: «Pero sólo se puede poner en marcha una transformación revolucionaria en las condiciones actuales si se saben afrontar los problemas nuevos planteados en Occidente por el movimiento de liberación de los pueblos del Tercer Mundo, y esto, en nuestra opinión, tiene para Occidente y sobre todo para nuestro país dos implicaciones fundamentales: abrirse a una plena comprensión de las razones de desarrollo y de justicia de estos países y establecer con ellos una política de cooperación sobre bases de igualdad; abandonar la ilusión de que es posible perpetuar un tipo desarrollo, basado en la artificial expansión del consumo individual, que es fuente de derroche, de parasitismo, de privilegios, de dilapidación de los recursos y de desequilibrio financiero».

Para tener muy claras muchas cosas, recomiendo la lectura de un libro en el que estoy enfrascado en estos momentos: «Todo lo que era sólido» de Antonio Muñoz Molina. Muchas enseñanzas y constataciones estoy recibiendo de los vocablos contenidos en sus páginas. Solo mencionar una: el hecho de que un concejal que llegó elegido a un ayuntamiento en 1979 y que entre otras cosas escribía con numerosas faltas de ortografía llegara pocos años después a presidente de una entidad bancaria, a la que por cierto hundió en la miseria. ¿Pues no tenemos a dirigentes que se empeñan en prodigarse en el extranjero haciendo el ridículo sin saber hablar inglés? Patético y lamentable.



domingo, 26 de octubre de 2014

ABACEROS



Hacíamos referencia a algún aspecto negativo de esas personas que atienden en las tiendas tras un mostrador en la entrada «Tenderos» de este blog en julio de dos mil trece. También tiene algo que ver con lo que vamos a referir hoy la entrada «obsolescencia» de enero de dos mil once.

Uno de los días de esta semana, mientras estaba trabajando en la oficina con mi ordenador portátil, la pantalla se apagó de repente, quedándose como puede verse en la imagen. El ordenador seguía encendido y al pulsar alguna tecla las luces del disco duro seguían parpadeando, lo que indicaba que estaba encendido. La primera prueba consistió en conectarle a una pantalla externa, donde pude comprobar que el problema era de la pantalla y no del ordenador, que seguía funcionando sin problemas. Fijándome un poco más vi que la pantalla no estaba completamente apagada del todo sino que podía atisbarse su contenido pero de manera difusa y muy leve casi imperceptible.

Recuerdo perfectamente haber adquirido este ordenador en julio de dos mil siete siguiendo las recomendaciones de mi buen amigo Juan en cuanto a marca, procesador, memoria, prestaciones y demás. Sufrí mucho con él debido a que venía con el desafortunado sistema operativo Windows-Vista que me acarreó múltiples dolores de cabeza por sus incompatibilidades con algunas de las aplicaciones que yo tenía para desarrollar mi trabajo. Con emulaciones, horas dedicadas y parches conseguí que aquello trabajara mínimamente. La llegada de Windows 7, que instalé a la carrera, fue una primera salvación que luego se acrecentó hasta el paroxismo cuando cual cirujano le hurgué en las tripas y le sustituí el disco duro convencional por un disco duro SSD: la máquina habíase convertido en un bólido de carreras que funcionaba a mi entera y completa satisfacción.

Cuando un aparato de este tipo, que lleva funcionando varios años, se nos rompe, casi asumimos que ya era su hora, pensamos que hemos estado contentos con él y la inmediata es lanzarlo a la basura y comprar uno nuevo. Ha cumplido su misión y ha fenecido, que le vamos a hacer. Yo le tenía, y le sigo teniendo, mucho cariño porque va como una moto, le tengo configurado a mi gusto, me da el servicio que pretendo y no tenía ganas de meterme en uno nuevo, que vendría ya con Windows 8.1 y lo primero que tendría que hacer es ponerle patas arriba para instalarle Windows 7 y añadir todos los programas y configuraciones y dejarle a mi gusto, en lo que sería una copia clónica del anterior. Estos pensamientos son casi lógicos por aquello de los conceptos actuales de «usar y tirar» avalados por los altos costes de los servicios de reparaciones en los que en muchos casos no admiten «trastos viejos» y recomiendan uno nuevo. Volvemos a aquello de la obsolescencia programada a que hemos hecho referencia al comienzo de esta entrada.

Mi primera recomendación, que yo no seguí, es deambular un poco por internet y sus buscadores a ver que se cuece por la red relativo al problema que hemos tenido. Si lo hubiera hecho otro gallo me hubiera cantado porque lo hice a posterioridad y vi que el asunto no era grave y tenía solución. Pero como el portátil me hace falta para mi trabajo, empecé a buscar en la red modelos y precios en las tiendas habituales en las que compro cacharros informáticos. Estaba casi decidido a comprar uno cuando me dije a mi mismo aquello de que no es bueno tomar decisiones en caliente, respira hondo, piensa un poco y déjalo correr unas horas, que tampoco es cuestión de vida o muerte. Luego pude comprobar que eso me ahorró unos buenos euros y una buenas horas, además de posibilitarme el seguir con mi viejo «trasto» un tiempo más.

Por la tarde me dirigí a una tienda física, concretamente de www.appinformatica.com, con la intención decidida de realizar el pedido de un nuevo portátil que ya había visto en su web. Esta fórmula de web más tienda física es la ideal. Tuve suerte de que estaba allí José Manuel, el abacero o tendero, pues es rara su presencia porque normalmente está por las casas o las empresas arreglando desaguisados, con lo que la tienda está atendida por su mujer. Digo que tuve suerte de que estuviera y me atendiera él, porque cuando le comenté que se me había roto el PC y necesitaba uno nuevo, no se limitó a tramitar el pedido sino que indagó educadamente en el tipo de rotura que había sufrido. 

Cuando se lo conté, me dijo que en principio y sin ver el quipo, tenía toda la pinta de que lo que había fallado era la retroalimentación de la pantalla, cosa lógica debido a la edad del aparato, y que su reparación era sencilla y podría oscilar entre los 35 euros si se hacía con piezas usadas o setenta euros si se utilizaban piezas nuevas siempre y cuando pudieran encontrarse. Me cambió la cara, casi le dejé con la palabra en la boca y me fui a casa corriendo a por el PC para llevársele y que se pusiera manos a la obra.

No había transcurrido una hora cuando me llamó por teléfono confirmándome que la avería era esa, que había localizado una pieza nueva y que si accedía a la reparación con ella la pedía ya mismo y en cuanto la tuviera me la montaba. Al día siguiente, veinticuatro horas después, me llamó de nuevo para decirme que pasara a recoger el aparato, que estaba vivito y coleando de nuevo. Setenta euros que han permitido alargar un tiempo la vida de este viejo amigo al que tanto cariño tengo.

Las comparaciones son odiosas pero podríamos hacer el ejercicio de pensar y comparar hechos si hubiera comprado el ordenador por internet o me hubiera dirigido a una gran superficie de esas que proliferan y que tanto nos gustan en perjuicio de las tiendas y tenderos de toda la vida. En este caso, el abacero, José Manuel, ha perdido la venta de un equipo nuevo aunque ganó el importe de la reparación. No entrando en euro arriba o abajo, lo que sí ha ganado y no se puede valorar en euros es mi profundo reconocimiento por su profesionalidad y el detalle en su atención, casi en perjuicio suyo. Aparte de reconocerlo por escrito en este blog, excuso manifestar lo que recomendaré a amigos o conocidos que me pregunten por cuestiones de compras informáticas. La propaganda masiva funciona, pero el boca a boca es mucho más efectivo, algo de lo que la sociedad moderna no se quiere dar cuenta.



domingo, 19 de octubre de 2014

KAFKIANO



Franz Kafka nació en Praga y es considerado como uno de los escritores más influyentes de literatura mundial. Como nota común en sus escritos, realizados en alemán, el protagonista tiene que hacer frente a un mundo complejo que no alcanza a entender y que lejos de contar con unas mínimas reglas, estas brillan por su ausencia o cuando existen son absolutamente indigeribles. De esto se ha derivado el adjetivo kafkiano utilizado para describir situaciones en las que nos vemos inmersos con creciente desesperación al no poder hacer cosas efectivas para salir de ellas lo antes posible y que por tanto nos generan desazón y cansancio extremos.

Esta semana he vivido una de esas situaciones en carne propia. Todavía no ha acabado pero la voy a referir aquí de forma telegráfica para no cansar al lector, si bien con algunos datos disimulados pero que son tangenciales a la historia.

• En octubre del año pasado, dos mil trece, no se carga en la cuenta corriente en que está domiciliado, desde dos mil cuatro, el recibo de la contribución urbana, actualmente I.B.I. El hecho me pasa desapercibido por no estar especialmente pendiente de una cosa anual y repetitiva que viene funcionando con normalidad desde hace diez años.

• En abril del presente año dos mil catorce, recibimos un apremio procedente de Hacienda por una cantidad extraña como resultado del impago de un recibo. Lo que en principio parecía la clásica multa no bien comunicada por Tráfico, como tiene por costumbre, resultó apuntar tras algunas indagaciones al Ayuntamiento de la localidad donde está la casa cuyo recibo no habíamos satisfecho, cuestión que verifiqué en la cuenta corriente donde no se había cargado ningún importe en las fechas normales, que suele ser a primeros de octubre.

• La cuenta presentó saldo suficiente en esas fechas y no hay constancia de devolución de ningún recibo que hubiera sido presentado al cobro.

• Nos dirigimos al Ayuntamiento a indagar lo ocurrido y allí se lavan las manos diciendo que la competencia para el cobro de recibos la tienen cedida a una empresa que gestiona los recibos de toda la región. Les hago ver que me parece muy bien que cedan los recibos a quién les parezca oportuno pero que los responsables ante mí son ellos y yo no tengo porque dirigirme a ninguna empresa que desconozco, que son ellos los que tienen que hacer las gestiones que procedan e informarme del resultado.

• Ante mi insistencia, que tuvo que ser mucha, hacen una llamada telefónica que da como resultado que «no era el primer caso» y que efectivamente el recibo había sido devuelto por el banco. Tras seguir insistiendo, consigo ponerme al habla telefónicamente con el interlocutor, que tras una lucha encarnizada me dice que no me puede dar datos sensibles por la ley de protección de datos. Le manifiesto que los datos de domiciliación de MI recibo son MIS datos y al final se aviene a decírmelos. Con estupor corroboro que esos datos no son míos, sino que se trata de los de una persona, un banco y una cuenta que me son absolutamente desconocidos.

• Presento ante el ayuntamiento un escrito aportando el justificante sellado de la domiciliación de ese impuesto desde dos mil cuatro y todos los recibos pagados puntualmente en la cuenta especificada.

• Lo estudiarán. Al final el resultado es que «ha fallado la informática» y se ha bailado un número impreciso de números de cuenta que ha afectado a «algunos» recibos. Nunca sabré si fueron uno o ciento.

• Nueva presentación de una reclamación en el ayuntamiento solicitando la devolución del recargo abonado por tratarse de un error de procedimiento suyo. El que se haya equivocado que lo pague. Mencionaré aquí, porque es relevante, que la cantidad cuya devolución solicito es de 26,18 euros, cantidad cobrada como recargo.

• Pasan los meses. Ya casi daba por perdida esa reclamación, cuando me llega una carta oficial de la Recaudación de Hacienda de esta región donde tras contarme el Quijote, parte de Guerra y Paz y el Nuevo Testamento de la Biblia, me dicen que mi demanda ha sido estimada y que van a proceder a la devolución del importe recargado indebidamente.

• Pero para ello, es necesario que les haga llegar un documento denominado «Ficha de tercero», debidamente firmado y, lo que es peor, cumplimentado, donde especifique mis datos y la cuenta bancaria donde proceder a abonar el importe.

• Como decía mi abuela, esto es para mear y no echar gota. Tienen todos mis datos, mi cuenta de cargo, el número de calzoncillos que gasto y me hacen rellenar y enviarles un papel para proceder.

• Relleno la «Ficha de tercero» y descubro que uno de los requerimientos es que el Banco autentique que la cuenta consignada pertenece a la persona que figura en la hoja. Trabajo con un banco por internet, con muy pocas oficinas, por lo que el desplazarse con el papelito a una oficina a que le pongan un sellito es una tarea no baladí.

• Cuando el papelito está debidamente cumplimentado, ja, ja y ja, lo envío por correo certificado a la dirección que me han indicado, Excuso decir que hay que desplazarse a la oficina de Correos, rellenar otro papelito y pagar casi tres euros por el envío certificado, que me permita disponer de un código de seguimiento y tener la certeza y un justificante de que ha llegado a su destino. ¡Más papeles...!

• Pasan los días y recibo una llamada telefónica de la Agencia de Recaudación a la que he mandado la fichita de tercero. Una señora o señorita, menos mal que de forma amable y pidiendo disculpas, dice que la ficha está mal cumplimentada porque falta el IBAN de la cuenta bancaria. Recuerdo perfectamente que no había casilla para este nuevo invento y así se lo hago saber. Se deshace en disculpas por haberme enviado un impreso antiguo y me dice que me envía el nuevo. Con algún esfuerzo consigo facilitarle mi correo electrónico para que me lo envíe por esa vía e intento utilizar la misma para su devolución, pero se me niega en redondo diciendo que el documento va con firmas y sellos y que tiene que ser original.

• Lo malo de esta nueva ficha de tercero, con IBAN, es que hay que pasar por el banco de nuevo para el asunto de autentificar la cuenta. Para no demorar más el asunto me cojo el coche y me desplazo 35 kilómetros hasta la oficina más cercana. Cuando tras una cola de media hora consigo acceder al empleado me dice que no me puede poner el sello porque el nombre que figura no es el mío. Todo el papeleo está a nombre de mi mujer pero le hago ver que la cuenta es indistinta y que yo también figuro en la cuenta.

• No, no y no. Tras mucho tira y afloja, accedo a hablar con un supervisor al que le cuento esta historia de forma sucinta y se apiada de mí: me pone el sellito sin que sirva de precedente y haciéndome ver que eso no se puede hacer por la ley de protección de datos, rataplán, rataplán…

Así estamos en estos momentos. Ahora otra vez ir a Correos, otra cola, otro relleno de papel y otros tres euros de gasto para enviar de nuevo la carta certificada. Esto es el cuento de nunca acabar.

No sé si al final conseguiré ver los euros abonados en mi cuenta. La cuestión es personal y daría igual que fuera un euro o mil el importe solicitado, pero si valoro los gastos que este asunto me está originando en tiempo y dinero de gasolinas, correos y teléfonos, más me hubiera valido no presentar la reclamación de esos veintiséis con dieciocho y haberme estado quietecito. Pleitos tengas y los ganes…

domingo, 12 de octubre de 2014

IMPREVISIÓN



Me hubiera gustado hacer la foto que ilustra esta entrada por mí mismo, pero fue imposible. Ayer se celebró una jornada de puertas abiertas, es un decir, en la base aérea de Torrejón en las cercanías de Madrid con motivo de la celebración del 75 aniversario del Ejército del Aire Español. La foto que ilustra esta entrada la he pedido prestada a mi hijo que fue más previsor que yo y consiguió entrar. Hubiera sido una buena ocasión para buscar en mi archivo analógico en diapositivas o negativos una propia de hace años pero la falta de tiempo no me lo permite.

Tenía un buen recuerdo de un acto de este tipo porque asistí a uno celebrado exactamente el diecisiete de junio de dos mil uno. Puede parecer extraño que recuerde con tanta precisión la fecha pero es debido a que al día siguiente ocurrió un evento familiar de esos que no se olvidan, con lo cual recordar esta fecha tiene truco. Aquel día asistí con mi familia al aeropuerto de Barajas con una invitación para visitar las instalaciones y los hangares y luego como colofón acabamos en la base aérea de Torrejón viendo unas excelentes exhibiciones entre las que recuerdo las evoluciones de la patrulla Águila, los tirabuzones de varios aviones y la siempre impresionante silueta de un avión con capacidad de despegue en vertical, que nos deleitó a los asistentes con diferentes cabriolas a tres metros del suelo, eso sí, bajo un ruido ensordecedor.

Ayer quisimos repetir la jornada, pero fue imposible. Se anunciaban en páginas web diferentes actos similares a los descritos más otros patrocinados por diferentes empresas y organismos. Ya estaba avisado de que podía haber follón pero mis recuerdos de la amplitud de la base y sus aparcamientos me animó a intentar asistir a los actos centrales del día, lo que fue un craso error por mi parte. El dicho de «mal de muchos, consuelo de tontos» acierta de pleno en lo ocurrido ayer. Los actos daban comienzo a las diez pero se podía acceder desde las ocho de la mañana, momento en que los más madrugadores ya estaban allí en busca de posiciones privilegiadas y con sus sillas plegables para mejor aguantar la jornada. Yo me consolaba con que para ver los espectáculos en el aire servía cualquier lugar con tal de mirar para arriba.

Según nos acercábamos a las inmediaciones, los paneles de la M-40 anunciaban colapso en la zona y recomendaban tomar las autopistas de peaje. Así, de forma general, sin preguntarte donde ibas. Abandonar la M-40 para acceder A-2 fue una tarea ímproba: el atasco a esa hora era monumental aunque no se sabía por qué podía estar motivado, pues en los paneles no se informaba de la causa. Mientras avanzábamos pasito a pasito los paneles cambiaron y empezaron a informar de que el aparcamiento de la base estaba lleno. Tras ello no tenía sentido seguir intentando acceder a los actos y en el primer desvío nos dimos la vuelta y dedicamos la mañana a pasear por el parque de El Capricho, una belleza no de todos conocida. Pero hete aquí que lo de «aparcamiento lleno» era mentira… Se me ocurrió mirar twitter, esa fuente fiable por lo general de información directa de los usuarios y encontré el siguiente tweet entre otros muchos con fotografías y referencias al acto


Me llamó la atención lo de «parking de sobra». ¿No habíamos quedado que estaba lleno según los paneles informativos? Mandé un «trino» a este usuario mostrándole mi extrañeza y sin haber reparado en lo «pésimo acceso» y amablemente me contestó con lo siguiente


Con esto estaba todo claro. Lo de aparcamiento lleno era una «mentirijilla piadosa» para que nos diéramos la vuelta ipso facto el mayor número posible de automovilistas y descongestionáramos el monumental follón que se había preparado. Si hubieran informado de lo que realmente estaba ocurriendo, «problemas de acceso», muy probablemente no nos hubiéramos dado la vuelta y hubiéramos aguantado estoicamente.

Reconozco mi falta de previsión, mi falta de información, el no haber hecho caso a mi hijo y o bien haber madrugado o bien desistido de asistir. Pero con independencia de todo ello, no se me podrá negar que la organización del acto dejó mucho que desear y desde luego consiguió que miles de automovilistas quedaran atrapados, no sólo los que iban al acto sino los que intentaban transitar por allí un sábado para ir al aeropuerto o a comer a Alcalá de Henares con su familia. Y además, como es mi caso, algunos tuvieron que soportar la desilusión de sus hijos que se habían hecho a la idea de presenciar una bonita demostración de aviones y helicópteros, un tema que atrae la atención de chicos y grandes por su vistosidad y que no siempre se tiene oportunidad de presenciar.

Con esto de que todas las personas valen para cualquier cosa, se pone a un profesor a ejercer de director de instituto en vez de impartir sus clases de matemáticas, a un médico a dirigir administrativamente un hospital en vez de operar de varices a sus pacientes, a un constructor a ejercer de alcalde de cualquier municipio, o ya por extensión, a cualquier indocumentado a ejercer de ministro, presidente de una comunidad autónoma o consejero de lo que haga falta. Vale todo. A mí me gustaría tener un cambio de impresiones con la persona que organizó en última instancia todo lo de ayer para ver si aquello estaba bien meditado y no había forma humana de hacerlo de otra manera o simplemente fue una metedura de pata de miles y miles de ciudadanos que somos unos imprevisores y unos «viva la virgen» y no nos enteramos de cómo hay que deambular por este mundo.

Pero como dice mi buen amigo Félix, los hechos son los hechos. Es indudable que ayer hubo un follón automovilístico en la zona, ergo algo estuvo mal planteado y mal organizado. Y si no que se lo digan a unos cuantos que perdieron sus vuelos en el aeropuerto por este asunto.

Me consuela que según dicen las crónicas en los medios, alrededor de 200.000 personas asistieron al evento. Como aquello de contar se me da muy mal… ya serían menos.