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sábado, 12 de julio de 2014

LEGADO



No es una cuestión nueva para los seguidores de este blog que cada día que pasa me está fascinando más la Historia, como ya apuntaba hace ahora un par de años, en marzo de 2012, en esta entrada. Un descubrimiento fascinante que me hace tener las antenas atentas y mis lecturas focalizadas en estos temas con lo que relego a un segundo plano otro tipo de lecturas más comunes o de actualidad. Y por aquello de las lagunas, los dos siglos pasados de la historia de España, y más especialmente el XX, atraen poderosamente mi atención a la hora de elegir en que vocablos pongo mis ojos. En estos últimos meses me he acercado un poco a lo que se ha dado en llamar la Transición, leyendo entre otros «El triángulo de la transición” de Ana Romero o «La gran desmemoria» de Pilar Urbano.

Y en estas estábamos cuando hete aquí que, en el periódico local de la zona en la que estoy pasando unas vacaciones, descubro que el no muy lejano ayuntamiento de Torrelavega ha programado unas jornadas bajo el título «El legado de Adolfo Suárez: Transición democrática y futuro constitucional», a celebrar durante cinco días seguidos a las ocho de la tarde. El día en las vacaciones da para mucho y la familia me dio todo tipo de facilidades para escaparme a ellas. No lo hice todos los días, escogiendo las dos conferencias que me parecieron más interesantes, pues no era cosa tampoco de abusar. Elegí la primera y la última por los ponentes, cuya historia indagué un poco en internet y averigüé que se trataba de dos personas que habían vivido en carnes propias y cercanamente aquellos acontecimientos.

La primera de ellas, celebrada el lunes de esta semana, resultó fascinante. El ponente era nada menos que Aurelio Delgado Martín, más conocido por «Lito», cuñado de Adolfo Suárez y que estuvo todo el tiempo en el gabinete de presidencia en un equipo formado por seis personas, otros dos hombres y tres mujeres, una de ellas Carmen Díaz de Rivera, formando lo que pudiéramos denominar la guardia pretoriana del presidente. La semblanza que reflejó a lo largo de su intervención fue la de un hombre entregado a llevar adelante la ingente labor que España necesitaba, luchando contra todo y todos, atacado y cuestionado desde todos los ángulos, rehaciendo todas las estructuras del franquismo que seguían vigentes desde su propio interior, lo que se conoce vulgarmente como hacerse el harakiri. Su estilo y su educación quedaron patentes a lo largo de una excelente y exquisita comunicación que no trato de resumir aquí. Pero me llamó la atención lo que dijo sobre la dimisión que se produjo en 1981, a mitad de una legislatura para la que había sido democráticamente elegido: nadie le presionó, porque no habrían podido hacerlo, primero porque la Constitución no lo contempla y segundo por el propio carácter y personalidad de Adolfo. Una de las razones que más poderosamente le indujo a ello, en opinión actual de Lito, fue la acogida que dio el entonces rey Juan Carlos a multitud de comunicados de todas las fuerzas sociales, políticas y militares en el sentido de que era absolutamente necesario un cambio de gobierno.

La segunda, ayer viernes, estuvo a cargo de José Ramón Saiz, que tituló la conferencia como «Mirada a la transición: ¿revisionismo?». El ponente es periodista y escritor y en aquellas fechas trabajaba en el madrileño diario «Pueblo», una amalgama de todas las tendencias posibles e imposibles, cubriendo la información política y participando y narrando muchos actos del presidente y de la familia real. Dedicó el principal de su charla a una revisión histórica ajustada del devenir de Adolfo Suárez aquellos dos años escasos transcurridos entre la muerte de Franco en noviembre de 1975 y las primeras elecciones del quince de junio 1977, para al final apuntar algunas cuestiones que en su opinión «quedaron mal cerradas». Una de ellas, no podía ser de otra manera, fue la cuestión Autonómica, que estos días se revuelve en Cataluña olvidando interesadamente los pactos de aquellos años y, en un ejercicio de deslealtad, buscando los intereses propios intentando desmembrar España.


Es de sobra sabido que no se deben ni se pueden juzgar hechos pasados con planteamientos y conocimientos actuales. Hoy no tienen sentido esas autonomías uniprovinciales pero, como dijo el ponente, cuando se crearon las Autonomías intentando dar cabida en una habitación pequeña a una jauría de intereses y despropósitos, la distancia entre Santander y León o Asturias era de varias horas y ahora es de poco más de una. También planteó que la educación no debería ser «autonomizable» dejando abiertos unos interrogantes que nos ocuparán los próximos tiempos. Es autor del libro «Adolfo Suárez: la memoria del silencio» al que habrá que asomarse para tener un nuevo punto de vista, periodístico, sobre el tema.