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viernes, 17 de abril de 2015

COSTO



Es este un tema recurrente aunque con otro título, precios, que para algo están los sinónimos. Tras más de siete años de escritura semanal ininterrumpida en este blog, tiene cierta lógica que algunos temas se repitan, como la vida se repite, aunque generalmente con diferentes matices. Nunca he pertenecido ni he laborado en el ramo del comercio pero a tenor de lo que observo debe de ser algo complicado el tema de establecer los precios de los productos a la venta.

Pienso que últimamente y en términos generales desconocemos bastante los precios de los productos que adquirimos. También es verdad que cambian de la mañana a la tarde, especialmente en las grandes superficies, que utilizan mil y una argucias para atraerte y que compres, en la confianza que en muchos casos ni siquiera vas a verificar que el coste es el prometido. Por ejemplo, es corriente recibir en el buzón de casa propaganda con precios y ofertas; por lo general llega dos o tres días antes del período en que va a tener lugar la oferta. Si nos llama la atención algo y nos dirigimos esa misma tarde a comprarlo, podemos pagar por ello bastante más de lo anunciado. Si nos damos cuenta, cosa que por lo general no sucederá porque no miramos los tickets, nos harán ver que el período de la oferta no ha llegado todavía y que el precio cobrado es correcto. ¿Podemos sentirnos estafados? Seguramente no, pero sí engañados en nuestra buena intención. Conste que esto me ocurrió personalmente en una ocasión, pero ya lo aprendí y no me volverá a pasar.

Pero el tema de hoy no es de grandes superficies sino del comercio del barrio, del de toda la vida. Conocí al matrimonio de tenderos cuando yo era niño y conozco a los que lo regentan ahora: sus hijos. Aunque reconozco comprar en grandes superficies, por comodidad y por ser un castigo divino que procuro pasar cuanto antes y de la mejor manera posible, trato de comprar el mayor número de pequeñas cosas, que no son de consumo masivo, en las tiendas y en el mercado cercano a casa. Por ello, estas cosas me llegan al alma y me ponen en una diatriba que hace muy difícil tomar una decisión sobre el camino a seguir. Pero contemos primero los hechos.

Las dos cremas para los pies que pueden verse en la fotografía son idénticas. Uno va teniendo ya sus achaques de mayor y me han recomendado el uso de cremas para los talones para evitar que la piel se seque, se endurezca y se agriete. No es un medicamento, pero casi, aunque lo mismo podríamos decir de la pasta de dientes o del champú para la ducha, productos que hay que usar a diario. Si se fijan en la de la izquierda, su precio aparece en la etiqueta: 2,25 euros. Me lo vendió el tendero masculino hace unos veinte días. En esta semana he ido a reponer y ocurrieron dos cosas: no estaba el tendero, sino la hermana tendera, y la crema no estaba marcada cuando la cogí de la estantería para dirigirme a la caja y pagar. Como la veo todos los días un par de veces durante el ejercicio físico de contorsionista para aplicármela, me acordaba perfectamente del precio. ¿Se sabe la dependienta, dueña en este caso, todos los precios de memoria? La di un billete de cinco euros y estuve atento a las vueltas, porque en ningún momento me dijo el precio, que no consultó en ningún sitio. Resultado, 2,95 euros. Con una distancia temporal de menos de un mes, una diferencia de precio del 40%. Se me antoja que no es de recibo.

Aunque en caliente iba a comentárselo, al final lo pensé mejor y no dije nada. Las cosas en caliente no son buenas y es mejor meditar las acciones y estrategia a seguir. Cuando dentro de otros veinte días vuelva a por un nuevo envase, veremos lo que ocurre: si está marcado, si no, si me lo vende la tendera, si me lo vende el tendero, y en función de ello obraré en consecuencia.

La vez anterior que me ocurrió una cosa así en otra tienda se lo manifesté al dependiente, con lo que  acabamos sino discutiendo si tremendamente enfadados de tal forma que no he vuelto por allí. Por suerte los comercios abundan y salvo algún producto muy artesanal, los de uso corriente pueden encontrarse en otros sitios y en este caso seguro que más baratos en cualquier híper.

Uno hace sus esfuerzos por mantener funcionando los pequeños comercios, pero no siempre estos están a la altura; si es la buena atención y directa al cliente es lo que pueden aportar frente a las frías estanterías donde uno se sirve solo, y no lo aplican con esmero, apañados estamos.