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sábado, 10 de octubre de 2015

HÁBITOS




Uno no puede por menos que esbozar una sonrisa cuando ve reflejada en la prensa la recomendación de hacer una actividad que ya lleva varios años realizando. La imagen está recogida hace unas semanas en un dominical de El Mundo bajo el atractivo titular de «Cuatro ejercicios que te cambiarán la vida». No puedo por menos que estar completamente de acuerdo porque a mí, que los llevo realizando años, me han reportado unos beneficios que voy a tratar de referir a continuación.

Aunque una acepción de la palabra hábito es «Vestido o traje que cada persona usa según su estado, ministerio o nación, y especialmente el que usan los religiosos y religiosas» no es ese el tema sobre el que voy a juntar unas palabras sino de otra que reza de una forma enmarañada como «Modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas». No creo que sea debido al instinto pero tres cosas fijas hago, salvo imponderables, nada más levantarme por las mañanas. La primera la debe de hacer todo el mundo y no es otra cosa que girar una visita al amigo Roca para evacuar esos líquidos que se nos han ido acumulando a lo largo de la noche. La segunda que yo acometo no tiene nada que ver con el ejercicio físico pero es beneficiosa para la salud, a muy largo plazo, aunque como todo en la ciencia médica no es demostrable y depende de las personas.

Ya hace muchos años, en una visita a la localidad granadina de Lanjarón, famosa por sus aguas minerales que son buenas para el corazón así como las de Mondariz son buenas para la nariz y las de Bezoya para otro órgano… masculino, una señora muy anciana que nos vendió un tarro de miel en el zaguán de su casa nos dijo que se trataba de un producto natural con muchas propiedades, destacando entre ellas los beneficios para la tersura de la piel, cuestión que pudimos constatar en su persona pues, casi ya nonagenaria, no presentaba ni una arruga. Años después, la hermana de una cuñada, que aparenta muchos menos años de los que en realidad tiene y que exhibe una piel envidiable, me dijo que al levantarse por las mañanas se tomaba un vaso de agua templada con una buena cucharada de miel y el zumo de un limón. Estos dos hechos me lanzaron a adquirir para mí esa costumbre que practico a diario desde entonces. Si tengo bien la piel o no o si las arrugas son las que corresponden a mi edad o no, no me compete a mí juzgarlo, pero un hecho reciente aporta alguna clave en ese sentido. En una época próxima he perdido 33 kilos y la piel ha seguido tersa y sin esas bolsas y arrugas desagradables que invariablemente aparecen en pérdidas de peso de ese calibre. También la gente me dice que aparento menos edad de la que consta en mi carnet de identidad y algunos comentarios sobre arrugas que no reproduzco. ¿Es verdad? ¿Se debe a la ingesta diaria de miel y limón? No puedo estar seguro al cien por cien, pero seguiré tomando mi pócima diaria nada más levantarme, porque claramente ningún daño me hace.

Y no me olvido de la tercera actividad que hago por las mañanas y que es exactamente la que preconizan en el artículo mencionado, aunque yo añadiría un ejercicio extra que también recomiendo. Comentaré una por una con los beneficios que creo se derivan, al menos en mi propia experiencia. La primera, anda o corre, no la ejercito al levantarme, pero si tres o cuatro días por semana la de correr y siempre que puedo la de andar. Los beneficios generales para el cuerpo y la mente son tan evidentes que no admiten discusión.

La segunda, abdominales, me permiten mantener alejados los dolores de espalda que a ciertas edades aparecen con demasiada frecuencia, al tiempo que sin llegar a lucir una tableta, mantienen un cierto tono muscular en tripa y barriga incluso cuando por mi peso han estado con determinado volumen. La flacidez que puede apreciarse en ciertas personas cuando se les desborda el cinturón, bien puede ser arreglada o minimizada con ejercicios de abdominales que, ojo, hay que realizar bien y no de cualquier manera, a ver si nos vamos a provocar lesiones en lugar de beneficiarnos.

La tercera, flexiones de brazos, es para mí fundamental. Me gusta darme largas caminatas por el campo y las montañas, para las que siempre llevo dos bastones, en los que me apoyo en las subidas al ayudarme con la fuerza de los brazos y sobre todo en las bajadas, donde son de una ayuda inestimable en las articulaciones de las extremidades inferiores, sobre todo en las rodillas. En la vida diaria, una caída inesperada no tiene las mismas consecuencias, y lo digo por experiencia, si tenemos unas extremidades superiores fortalecidas que nos permitan amortiguar el golpe. Y también, porque no, unos brazos potentes nos ayudan a llevar la compra, subir escaleras mediante los pasamanos o cuando un amigo nos «contrata» para hacer la mudanza.

La cuarta, sentadillas, es mágica. Yo hago veinte, bien hechas, todas las mañanas. Como es fundamental agarrarse bien, cuando no dispongo de otro sitio mejor, el elegido es el borde del fregadero, del lavabo o incluso el canto de una puerta agarrando los picaportes. Con los años, uno de los problemas graves de las personas mayores es el tener enormes dificultades para poderse agachar, sentarse en el suelo o levantarse. Me resulta curioso cuando observo en los parques a personas ancianas o no tanto jugando al chito o la calva, porque casi todos ellos llevan un cable con un imán en la punta que les permite recoger las bolas sin doblar el lomo. Poder agacharse es bueno, como también lo es poderse poner los calcetines, cortarse las uñas de los pies o darse en los mismos una crema rica en urea que evite callos y durezas.

Y la quinta la pongo de mi cosecha, torsión troncal lateral. De pie, separado una cuarta de una pared, se trata de girarnos todo lo que podamos por un tiempo a ambos lados, manteniendo la torsión, sin rebotes. Al mismo tiempo y para fortalecer el cuello, giraremos la cabeza al lado contrario. Creo que este ejercicio me reporta movilidad y seguramente ayuda a minimizar problemas en la cintura y espalda al tiempo que el cuello mantiene su tonicidad, su capacidad de giro y nos aleja tortícolis y sensaciones indeseadas.

Así que ánimo, lector, son quince minutos a emplear a diario que, con el tiempo, supondrán una mejora significativa en tu calidad de vida. No lo dudes y… empieza hoy mismo.