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sábado, 7 de noviembre de 2015

DIARIO-2




El quince de noviembre de dos mil nueve escribía la entrada titulada «DIARIO» en este blog. Hace ya seis años de aquellas reflexiones en las que se incluía el siguiente párrafo que reproduzco:
El más completo de todos que recuerdo es el que realicé día a día durante todos los días de mi servicio militar, contando con pelos y señales todas mis vivencias en aquel año largo de secuestro legal. En muchas ocasiones pensé que si algún día me pillaban me iba a costar una buena reprimenda y quizá algo más, ya que lo escribía según lo sentía y lo veía. Y en el servicio militar, al menos en “mi” servicio militar había muchas cosas que no me gustaban.
Son ya muchos años en las espaldas y he sido un poco hormiguita en guardar cosas, tantas que muchas veces no sé ni lo que tengo ni dónde lo tengo. Buscando otros papeles, esta semana he dado con ese diario que estaba perdido. Ha sido una gran alegría y a la vez un trabajo nuevo, pues está escrito parte a mano y parte a máquina de escribir, en papeles, servilletas y donde pillaba. Nunca supe si el correo que me llegaba al cuartel estaba intervenido de alguna forma por los mandos, pero lo que sí que parece es que los servicios oficiales de Correos eran fieles a sus deberes y el correo de salida no lo estaba; por ello tenía mucho cuidado de depositar mis reflexiones en sobres como el que acompaña esta entrada e introducirlos directa y personalmente por la boca del león del buzón oficial en la central de correos. Iban dirigidos a la entonces mi novia que los fue guardando celosa y ordenadamente hasta mi vuelta.

Ahora toca el trabajo de escaneo, revisión y paso de toda la información a un documento electrónico. No sé si para otras personas sería interesante, pero sí lo es para mí, no sólo por recordar otros tiempos sino por tomar conciencia en la distancia de las peripecias y sinsabores que tuve que soportar durante esos catorce meses de, lo pongo en mayúsculas y negrita, SECUESTRO LEGAL que supuso para mí perder materialmente ese tiempo de mi vida para «servir» a la Patria y de paso a algunos militares «profesionales». En el diario se relata todo lo que pasó en aquel cuartel perdido en tierras españolas en África. Para que luego nos vengan contando monsergas, menos mal que la mili se acabó porque no creo que hoy en día los jóvenes soportaran tamaño desatino, al menos tal y como estaba concebido en aquellos tiempos.

He empezado la recuperación; reproduzco a continuación los primeros escritos de ese diario, empezando por lo que titulé el «Diario del Recluta» que luego tuvo continuación en el «Diario del Soldado», todo ello dentro del rimbombante título general de «Mi querido servicio militar».

DIARIO DEL RECLUTA.

Día 10 de octubre de 1.976.
Hoy es domingo. Rondando las seis de la mañana, los reclutas vamos llegando al cuartel de zapadores ferroviarios en la zona de Aluche-Campamento de Madrid.
—- ¡No os queda mili ni ná, pelusos! ¡No me queda mili ni pá regalar, reclutas! Los veteranos se lo pasan en grande con nosotros.
—- ¡Entrar y poneros en fila allí!
Me acerco a un sargento y le digo:
—- Oye, en que fila nos ponemos los de Melilla.
—- En aquella y… ¡oiga! Que te vayas enterando.
Se ha recibido el primer corte de novato. Nos llevan andando por la vía unos dos kilómetros y nos meten en un tren. Previamente nos han dado unas bolsas con la cena y el desayuno.
Al cabo de dos horas el tren se pone en marcha y está arrancando y parando cada cinco o diez minutos. Vamos ocho en cada compartimento. De los ocho, si me quito yo, quedan siete, de los cuales hay dos que no me gustan nada. Esos dos se dedican a romper ceniceros, espejos, a tirar las sobras por la ventana y a beber vino.
Intentan soplar a todo el departamento y cuando seis están tajados, se empiezan a meter con el otro y conmigo, hasta que le pegué un empujón a uno y le dejé sentado. Parece que deciden estarse quietos y dormirse. Son las cuatro de la mañana.
Pasan unos cuantos días sin que pueda escribir algo en mi recién empezado diario, otro día con más tiempo seguiré.

Día 15 de octubre de 1.976.
Después de la diana y de ir a desayunar, llega el momento de la limpieza: me destinan a recoger colillas, y eso que yo no fumo. Todos los días le digo al Alcalá y al San Fernando que no tiren las colillas al suelo y que eso debían de hacer todos, pero desde entonces cada vez que tienen algo en la mano y lo van a tirar me avisan para que lo vea. Recién limpio todo nos dan un chusco y dos quesitos. La gente quita el papel de los quesitos y lo tira al suelo. Por supuesto después hay bronca y nos mandan recogerlos.
—-¡Compañía, a formar!
—-Fulano, mengano, que pasen a la oficina que los quiere ver el alférez. Los demás a hacer la instrucción.
Por esta vez me he escapado de la instrucción, pero no me hace mucha gracia. Después de comer se está en la compañía y luego a pasear. Hoy a San Fernando le ha tocado cocina, así que vamos tres: Coslada, Alcalá y yo. Nos hicimos una foto.
Después de cenar se forma la compañía y sale en primera fila Lérida.
—- Los veteranos forman delante.
—- Joder, siempre estamos igual, este cabo los tiene subidos.
En la formación se empiezan a escuchar pedos, eructos, rebuznos y toda clase de ruidos. De pronto Lérida se pone a "mear" y precisamente al lado de un cabo veterano con ocho meses de mili. Y naturalmente se arma.
—- Por de pronto mañana cocina, y luego ya veremos.
El cabo está de mal humor, y al entrar dentro dice a voz en cuello:
—- Al que hable me lo follo y se le van a caer los huevos al suelo.
La gente no se calla, y de pronto se ve a tres haciendo firmes en calzoncillos.
Silencio absoluto.

Día 16 de octubre de 1.976.
Hoy amanece mal día, pues tocan las famosas y temidas vacunas. Después de diana y desayuno me emplean en la limpieza del suelo de colillas hasta que nos forman y nos conduce un cabo primero hasta el botiquín. Según vamos llegando se divisa a la gente que «ya ha pasado por la piedra» de otras compañías, mareada, tumbada en el suelo, y algunos llevados por otros a hombros, como si hubiera pasado algo fuerte. De pronto, después de pasar lista, te ves en una fila, desnudo de cintura para arriba, yodo en un brazo, en otro pinchazo por la izquierda, pinchazo por la derecha, sales y te empieza a doler, con lo que te pones a boxear en el aire, para que se te distribuya por la sangre y no te haga demasiado efecto.
Después se toma el bocadillo y se espera «galbaneando» la hora de comer. Después de comer, se hace alguna cosilla en la oficina y a las cinco el cabo de cuartel me destina a limpieza de lavabos.
—- Esta fila, quiero ver, primero yo y después el alférez, los lavabos brillantes, más limpios que el jaspe.
A fregar los lavabos.
Llega la hora de recibir cartas con todo el mundo, o casi todo el mundo sentado en el centro de la compañía y el cabo va cantando nombres:
—- Fulano de tal.
—- Aquí.
Algunos reciben varias cartas y uno dice:
—- Qué pasa, «paisas», que os escriben por capítulos o qué.
—- Cubalibre debéis, los de tres pá arriba.
Se da una vueltecilla por el campamento y después de cenar un «poquejo», a la piltra.
Día 17 de octubre de 1.976.

—--¡COMPAÑÍA…, DIANA… TODOS A FORMAR CORRIENDO!
Antes de esto, la gente se viste como puede encima de la cama, pues está prohibido bajarse, e incluso algunos llegan a hacer la cama estando encima. ¡Vaya hechuras de camas!
Siempre existe el clásico remolón que tiene a toda la compañía con el brazo izquierdo levantado en la formación, y eso que ayer hubo vacuna y está dolorido el brazo.
—--Tienen tres minutos para lavarse y vestirse correctamente. A formar se puede salir sólo con el cinto y la gorra. Lávense y a formar nuevamente para ir a desayunar, rompan filas.
—- ¡A la orden!
La gente entra en tropel en la compañía con la mano en la cabeza cubriendo la gorra, por si acaso se la levantan y desaparece.
Hago mi cama, me visto y salgo a formar, pues no me queda tiempo para lavarme. Después de desayunar me «enchufan»" en la oficina, venga y venga a hacer fichas y fichas con una máquina de escribir antigua y desvencijada; no levanto la cabeza hasta la hora de comer.
Después de comer, un potaje de garbanzos, huevos fritos con papas y chorizo frito, ensalada y manzanas, que se dejaban comer bastante bien, me enchufo de nuevo en la oficina con la máquina, robando algunos ratillos para escribir a la novia y acabando a las siete de la tarde.

Me da tiempo a dar una vuelta y escribir un rato antes de cenar y a acostarme.