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domingo, 24 de enero de 2016

PAPELEO



A lo largo de mi vida me ha tocado lidiar con el relleno de numerosos documentos para solicitar cosas. Ya parece que han quedado perdidas las famosas instancias con aquellas fórmulas del «expone» y «solicita» y que había que terminar con el latiguillo de «cuya vida guarde Dios muchos años» casi por obligación, poniendo en la parte inferior el destinatario. Hace tiempo que no veo ninguna de ellas y presumo por tanto que han sido retiradas de la circulación. Numerosas experiencias hacen que cada vez que me enfrento a rellenar cualquier documento petitorio se me enciendan las alarmas al ser una cosa que no me gusta y que no siempre me queda claro cómo hacerlo de una forma correcta. Por si fuera poco, muchos de los documentos tienen ahora un relleno a través del ordenador, lo que en algunos casos facilita las cosas si el programa está bien hecho y te va ofreciendo las opciones y solamente hay que elegirlas. Pero no siempre ocurre eso.

En los últimos días me está tocando rellenar una montonera de documentos en relación con un posible viaje de estudios de mi hija al extranjero. Documentos de todos los colores, oficiales, médicos, educativos, familiares, vamos, un completo dossier que nos trae de cabeza y que no vemos completado a medida que pasan los días por mucho que nos esforzamos. Y en todo este proceso, siempre surgen cuestiones que dan un vuelco a las concepciones que uno tiene sobre determinados asuntos. No voy a referirme uno por uno a todos los apartados sino únicamente a dos de ellos que me han causado sorpresa, precisamente porque ha sido al revés de cómo parecía que iba a ser la cosa.

Diré que es obligatorio que la documentación, por aquello de la internacionalización, tiene que ser completada en inglés. Que quieren que les diga, a mí me parece lo normal. A modo de ejemplo, si yo tuviera una empresa y para contratar un trabajador requiriera información de tipo penal, no admitiría la presentación de un certificado en ucraniano o swahili pero tampoco podría pretender que lo fuera en español, por lo que parece que el inglés es lo más recomendable en estos casos por aquello de usar el idioma que al menos teóricamente está considerado como el más universal, aunque esto no tiene relación directa con el número de personas que lo hablen en el mundo.

Uno de los documentos requerido era una certificación o partida de nacimiento. Cuando me dirigía al registro Civil iba yo pensando cómo sería posible solicitar su expedición en inglés. Ya me iba temiendo, por haberme ocurrido con anterioridad, que el documento saldría en perfecto castellano y me tendría que buscar algún servicio de traducción oficial y quién sabe si hasta un notario que certificara el documento traducido como que correspondía con el original. ¡Sorpresa! Es posible pedir un certificado internacional multilingüe que facilita su presentación en cualquier país del mundo. Y además, luego me enteré, se puede solicitar vía internet desde casa y te lo remiten por correo.

Otro de los documentos requeridos era el expediente académico de los últimos tres años. Tengo recopiladas las notas oficiales de fin de curso que el colegio remite a las familias, pero esas no valen, solo es una mera comunicación. Mi mujer y yo empleamos una buena parte de la tarde del domingo en traducir las asignaturas al inglés teniendo que codificar las notas en series de letras donde el sobresaliente es la “A”, el notable es la “B” y así sucesivamente. Una tarea entretenida si se quiere hacer bien, pues además era necesario indicar el número de horas semanales que se habían dedicado a cada asignatura, dato que tuvimos que obtener de donde pudimos. Con todos los papeles rellenos y revisados, nos dirigimos al día siguiente a la secretaría del colegio de mi hija a solicitar que nos pusieran el sello en los mismos para certificar su validez, un trámite que en principio parecía sencillo pues aportaba los documentos de las notas de mi hija para facilitar su consulta y que no tuvieran que estar buscándolos en sus archivos.

Lo que se nos antojaba sencillo fue la debacle. Cuando la persona que me atendió vio aquellos papeles en inglés se le subió la bilirrubina a las nubes como si hubiera visto al mismísimo demonio. Tras leer y releer aquello, visiblemente nerviosa, me dijo que en ningún caso podían certificar ni validar aquello porque…«estaba en inglés». Me dejó con la cara a cuadros. Me dijo que podían emitirme un certificado oficial, por supuesto es español y en su formato y que en todo caso lo adjuntara al papel oficial que me pedían en inglés.  Cuando le hice ver que así no me servía, me dijo que no me podían hacer la gestión.

Uno ya sabe anticipar las situaciones y donde no se puede hacer nada lo mejor es resignarse y buscar alternativas, entre ellas incluso la falsificación de un documento que nadie va a comprobar y que si por algún motivo lo comprueban presenta datos correctos. Meros formalismos que te traen por la calle de la amargura. Pero ahí no acabó la cosa. Cuando manifesté que desistía de mi petición y que me devolviera los papeles para «buscarme la vida» por otros conductos, no hubo manera porque, claro, alguna solución había que darle al asunto. Ya dije que yo la buscaría de forma ajena al colegio, pero no. Al final la cosa iba agriándose y subiendo de tono aunque no perdimos los papeles ni las buenas composturas ninguno de los dos, porque yo por dentro estaba que explotaba al estar perdiendo el tiempo de aquella manera. La oferta quedó en que iba a hacer una consulta a la Inspección del Ministerio de Educación a ver si podían certificar directamente mis documentos o por el contrario emitir un certificado en inglés. Pero es que los títulos de las asignaturas son en español, y las notas son numéricas, insistía… Sin embargo, a los dos días me llamaron que no había ningún problema y que habían estampado el sello en los documentos, con lo cual quedé muy agradecido.

Que quieren que les diga. Que estemos con estos temas en los albores del siglo XXI es cuando menos deprimente y desalentador. Y voy a manifestar que al menos tuve la suerte de que me atendiera una persona cara a cara. ¿Se imaginan gestiones de este tipo a través de uno de esos de «todos nuestros operadores están ocupados»?
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