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sábado, 2 de julio de 2016

PUCHERAZO




Demasiados ataques al diccionario en las últimas entradas, eso sí, solo a consultar y aprender, que nunca es tarde. El término elegido como título hoy tiene en el libro de los libros la acepción que iba buscando y que reza lo siguiente: «Fraude electoral que consiste en alterar el resultado del escrutinio de votos». Un tema de actualidad teniendo en cuenta que el pasado domingo 26 de junio de 2016 se han celebrado en España elecciones generales, las segundas en seis meses. Nunca hubiera pensado que en un país supuestamente avanzado en asuntos de democracia se pudiera «dar pucherazo», expresión también recogida en el diccionario y explicada como «computar votos no emitidos en una elección».

El asunto es que actuaciones que parecían inconcebibles salen a la luz día tras día, dando una imagen de la calaña de algunas de las personas que rigen nuestros destinos y que hacen que surjan dudas en cuestiones que antes se juzgaban como imposibles. El problema es que a fecha de hoy a mí me parece que algunos son capaces de eso y de mucho más.

Para muestra vale un botón. En un vídeo de cinco minutos, en inglés pero con subtítulos saltarines en castellano, a disposición de quién esté interesado en la plataforma Youtube y accesible a fecha de hoy mediante este enlace, un informático norteamericano explica ante los jueces como hace años realizó por encargo de su jefe un programa para alterar los resultados de las elecciones en el estado norteamericano de Ohio. Él dice que es muy fácil y yo, que llevo más de cuarenta años trasteando y codificando programas informáticos, digo lo mismo. ¿Quién controla esto?

Es casi imposible en una mesa electoral dar pucherazo. Se tendrían que poner muy de acuerdo el presidente, los vocales, los interventores si existen e incluso el público que puede voluntariamente asistir al escrutinio. Pudiera ocurrir, pero es altamente improbable. Se confecciona el acta, la firma todo el mundo y se lleva al juzgado. ¿Quién o como se garantiza que el papel que recibe el juzgado es físicamente el mismo que se ha generado en la mesa de votación? ¿Se puede dar el cambiazo? En todo caso este proceso tampoco sería muy viable para alterar los resultados, ya que intervienen muchas personas, muchos juzgados y sería difícil hacerlo de una forma generalizada para que surtiera efecto.

A continuación, los datos procedentes de las actas en papel son introducidos por diferentes formas en los ordenadores centrales de… ¡una empresa que se encarga de procesar todos los datos del entramado electoral! Ni siquiera es el propio Ministerio correspondiente sino que se contrata un servicio externo. ¿Qué controles se dan en esta contratación? ¿Se verifica el funcionamiento correcto de la empresa contratada, sus procesos y sus programas informáticos? ¿Existe alguna auditoría que compruebe la exactitud de los procesos y los datos? Realmente desconozco si hay respuesta a estas preguntas o solo se trata de una cuestión de confianza.

Retrotrayéndonos al pasado, en los años setenta del siglo pasado tuvo lugar la explosión de los procesos bancarios; los recibos que antes se pagaban al cobrador que iba casa por casa empezaron a domiciliarse en cuentas y lo que eran tres o cuatro relativos a los servicios básicos, se han convertido en la actualidad en una montonera de pagos mensuales, bimensuales, trimestrales, semestrales o anuales que asusta. Basta con echar un vistazo a los movimientos de la cuenta bancaria de cualquier persona normal para ver el número ingente y creciente de recibos que pagamos a través del banco. En mi caso y en la carpeta donde guardo los justificantes de los cargos, extractos y demás relativa al pasado año 2015 hay 259 justificantes.

A modo de ejemplo que pudiera guardar cierta similitud, ocurrió algunas veces en aquellas épocas que avispados informáticos realizaron triquiñuelas en sus programas para detraer algunos centimillos en ciertas operaciones como por ejemplo los abonos de intereses, antes cuando había, o en función de ciertos condicionantes como la edad de las personas, la inmovilidad de las cuentas u otros para desviar esos céntimos a otras cuentas de forma que muchos pocos hicieran un mucho y conseguir lucrarse de manera ilícita. Algunos casos salieron a la luz y otros no, pues suponían una muy mala imagen para los bancos que preferían lavar los trapos sucios de forma interna y solucionarse sus problemas sin dar que hablar a la opinión pública.

Otro ejemplo que se me ocurre tiene lugar con frecuencia cuando vamos al supermercado. Llenamos el carro de cosas y pasamos por caja, donde nos dan un tique con la cuenta. Mucha gente ni lo mira, paga con la tarjeta y sale zumbando, otros repasamos por encima los artículos y los precios por aquello de detectar errores o falsas ofertas, pero… ¿quién revisa la suma a ver si es correcta? Como está hecha por una máquina, nos fiamos, pero las máquinas y los ordenadores se programan, pueden existir errores sin querer pero también queriendo. Tengo que decir que yo he comprobado en algunas ocasiones estas sumas y están correctas, pero eso no significa nada, porque si el error es intencionado, uno de los requisitos que todo malhechor sabe es que sea intermitente para hacer más difícil su detección. Por ejemplo, en los minutos 17, 35 y 55 de cada hora, el ordenador añade 10, 20 o 30 céntimos «de clavo» a la cuenta, lo que seguramente pase desapercibido.

Nos fiamos mucho de las personas y de las máquinas, demasiado en algunos casos, porque la realidad nos demuestra día a día que ciertos cargos, ciertos uniformes, ciertas empresas y ciertos programas informáticos no son de fiar e incluso pueden estar ejecutando acciones intencionadamente erróneas en su propio beneficio.

Volviendo al tema que nos ocupa, hay cierta actividad sobre este asunto en estos días, pero evidentemente fuera de los canales oficiales. Los grandes medios no se ocupan de esta posibilidad, que es descabellada para el común de los mortales: somos un país serio y estas cosas no pasan. En todo caso, el problema sería como verificar si todo está correcto, como hacer una mínima auditoría. Hay alrededor de 66.000 mesas electorales en España, lo que supone otras tantas actas que estarán depositadas unos meses en los juzgados. Comprobar que las actas son las correctas y que sus datos están correctamente reflejados en el «ordenador» de la empresa que se ha encargado del asunto es harina de otro costal y tarea más que ardua.

Si quiere Vd. seguir adentrándose en este tema de ciencia ficción, le propongo un par de vías a explorar. Una, que es la primera vez que las encuestas realizadas a pie de urna presentan una desviación tan grande y desproporcionada como la que ha tenido lugar. Otra, que la empresa que se ha encargado del escrutinio en junio de 2016 no ha sido la misma que lo hizo en las elecciones del pasado diciembre de 2015 y además parece que el cambio se ha decidido sin muchos controles tan sólo un mes antes de las elecciones. Lo malo de todo este asunto es que, probablemente sin razón, a mí me entra la duda.
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