Buscar este blog

sábado, 29 de octubre de 2016

TURNOS




De forma paralela a ir cumpliendo años, las personas nos vamos instalando en ciertas manías que nos hacen la vida un poco más llevadera. El ir teniendo determinadas cosas claras hace que se reaccione ante diferentes situaciones de una forma cuasi instintitiva, lo que supone ahorrarse los esfuerzos en estar sopesando las características de la tarea y tomar decisiones de forma rápida y casi instantánea. A modo de ejemplo mencionaré que cuando accedo a una página web cuyo fondo es negro o muy oscuro con los textos en blanco, mi acción inicial es de rechazo absoluto y muy interesado tengo que estar en el tema para seguir adelante. Algo parecido me ocurre cuando encuentro faltas de ortografía en un libro, que me entran ganas de cerrarlo ipso facto y un último ejemplo de los muchos que podría dar es cuando se me plantea la necesidad de tomar un vuelo, la compañía de bajo coste RyanAir queda automáticamente excluida: reconociendo sus precios imbatibles la evitaré a toda costa asumiendo el coste extra para mi bolsillo por elegir otra.

El tema que quiero comentar hoy es el de los turnos en los restaurantes. Tuve una época hace ya muchos años en que disfrutaba saliendo a comer o a cenar a un restaurante, porque te permitía conocer nuevos ambientes, salir de la rutina y pasar un rato agradable con amigos. Aquello ya pasó y como parece que todas las reuniones tienen que ser alrededor de una mesa con comida y bebida, la alternativa está en la propia casa de cada cual con una cervecita o refresco fresquito de la nevera y una bolsa de patatas fritas: si de lo que se trata de verse y charlar con alguien, el tema del restaurante o del bar entiendo que es accesorio.

Pero no siempre se puede evitar el restaurante, especialmente si se trata de un grupo, lo que supondría un pequeño follón para una casa particular. Cuando telefoneo o voy presencialmente a un restaurante para reservar y me salen con aquello de que tienen turnos, mi predisposición inicial es al rechazo inmediato, sin contemplaciones. El domingo pasado me encontré con la situación y como se trataba de un grupo de cinco parejas me tuve que armar de paciencia, tragarme mis planteamientos y reservar.

Es complicado el asunto de los turnos. Por los horarios en España, el primero suele ser a la una y media, una hora ciertamente pronta para comer según nuestras costumbres, pero tiene la ventaja de que llegas a tu hora, te sientas y empiezas a comer. Como no todo son ventajas, ya te indican de forma educada en la propia reserva que al haber segundo turno se espera de ti que no te recrees en la mesa para dar paso a los del segundo turno. En algunos restaurantes, me encontré uno hace poco en Llanes, Asturias, te niegan el café de forma explícita para que te levantes lo antes posible y dejes libre la mesa, que hay mucha gente esperando y además te están mirando de forma que puedes leerles sus pensamientos de «a ver si os levantáis ya, pesados, y dejáis la mesa libre». Es muy angustioso estar finalizando tranquilamente una comida con la presión en tu cogote de saber que hay gente esperando que tú te marches cuanto antes.

El segundo turno te lo plantean con la lacónica frase de «a partir de las tres, mejor sobre las tres y media, porque tienen que comprender que deben finalizar los del primer turno y no podemos echar a nadie…». Con estos planteamientos, tanto si eliges el primer turno como si eliges el segundo estás fastidiado pues la comida no va a ser todo lo tranquila y relajada que debería. Tengo que añadir que sobre todo esto sobrevuela la categoría y el precio del restaurante. En descarga del restaurante antes mencionado de LLanes, manifiesto que es un restaurante barato, con comida casera muy apetecible y en el que realmente no hay dos turnos, pues no reservan, hay que personarse y esperar la cola que haya en ese momento si tienes interés en comer allí.

El domingo pasado fue el colmo, una experiencia más para reafirmarme en un NO rotundo a los turnos. A mis amigos les apeteció comer un cocido madrileño en Madrid. A diario hay multitud de posibilidades de comerse un buen cocidito en Madrid sin agobios, pero en un domingo la oferta se reduce bastante. De hecho el restaurante que yo hubiera elegido, Casa Jacinto, cierra los domingos. Elegimos uno afamado, «La Taberna de la Daniela» y en qué hora. Por aquello de disfrutar de la mañana aunque en un Madrid lluvioso a cántaros, elegimos el segundo turno, a las tres y media. Personados en el restaurante, uno de los cuatro que tiene esta cadena en Madrid y que está situado en Cuchilleros, tuvimos que esperar casi media hora en la entrada junto a una multitud de comensales a que salieran los del primer turno y los camareros, desbordados, pudieran limpiar y preparar las mesas.

Nos sentábamos a las cuatro de la tarde, cansados y hambrientos. La sopa vino rápido y fue lo único que se salvó del cocido. Casi sin poder terminar el último sorbo, nuestra camarera nos dejó en la mesa el tercer vuelco, las carnes, nada del otro mundo y sin ni siquiera una pieza para cada comensal, por ejemplo de tocino, que tuvimos que repartir. La camarera que nos atendía se marchó, supongo que por haber acabado su turno y el único camarero que quedaba, ayudado esporádicamente por la maître, al cabo de un buen rato nos trajo el segundo vuelco, los garbanzos, fríos, duros y a destiempo, tanto que no sabíamos si estábamos comiendo un cocido madrileño, maragato o de nueva creación. En resumen, un completo desastre, tanto que cuando nos levantamos para marcharnos cerca de las cinco y media de la tarde, y no éramos los últimos, nos fuimos con la sensación agridulce de haber sido unos turistas más de los muchos que pululan por la zona.

No daré más detalles de los postres que sirvieron de fuente de discusión por su escasez y poca categoría. Para rematar, decir que el menú escogido importaba la friolera de 37 euros, todo incluido, cantidad que en mi modesta opinión me parece respetable como para no hacer turnos. Pero ya se sabe, la demanda justifica todo y aunque yo no vaya a volver nunca por allí, por los turnos y por lo demás, hordas de turistas seguirán rebosando los dos turnos de este restaurante.