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sábado, 29 de abril de 2017

MICRORRELATOS



Hay mundillos que revolotean a tu alrededor sin prestarlos atención hasta que alguna circunstancia te incita a entrar en contacto y enterarte de qué va la cosa. Aficionado en gran medida a la lectura y algo a la escritura de forma modesta como pudiera deducirse de las entradas de este blog, nunca me había dado por asomarme al mundo de los concursos literarios. Las disciplinas que no son medibles me han procurado algunas insatisfacciones a lo largo de la vida y huyo de ellas como el gato escaldado del agua. Por medibles me refiero a que en los concursos, el establecimiento de los premios queda supeditado a los gustos de un jurado y por ello la objetividad y la subjetividad se entremezclan. Una disciplina medible sería una carrera donde todos los participantes salen a la vez y hay un juez, el cronómetro, que determina de forma fehaciente el orden de llegada. Pero en un concurso de pintura, por ejemplo, el ganador dependerá de circunstancias como la composición del jurado y las inclinaciones o gustos artísticos de sus miembros −y «miembras… jajaja»− que lo integren.

El domingo pasado, sin tener ni idea previa de qué iba la cosa, me acerqué a un concurso presencial de microrrelatos, palabra cuya definición extremadamente breve podemos encontrar en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua: «Relato muy breve». Pero, ¿Cuánto de breve? ¿Sobre qué tema? Estas preguntas y otras serían desveladas en los prolegómenos del concurso, por lo que un poco intrigado me decidí a participar. Como digo nunca me había acercado a este asunto y tras hacerlo supongo que la variedad de formatos será tan grande como las ocurrencias de las entidades que los convoquen.

En este caso concreto, la extensión del texto estaría comprendida entre un mínimo de setenta y cinco vocablos y un máximo de ciento cincuenta, incluido el título si existiera, ya que no era obligatorio. Los signos de puntuación no sumaban en el conteo. Te entregaban un sobre con un número, una ficha, un folio sellado con el mismo número que el sobre y un folio en blanco para borrador. En la ficha se rellenarían los datos personales y se introduciría en el sobre para garantizar el anonimato y no condicionar el fallo del jurado, compuesto por tres miembros que valorarían y puntuarían los trabajos presentados para establecer un ganador y dos accésits. El premio era de cien euros para el ganador y dos lotes de libros para los concursantes que obtuvieran los accésits.

Además de todas estas características, faltaba lo principal. ¿Tema libre? Pues no. En estos tiempos modernos en los que parece que el teléfono móvil es imprescindible para todo, una aplicación elegiría cuatro palabras al azar y esas cuatro palabras tenían que figurar al menos una vez en el texto entregado o en el título si se optaba por ponerlo, eso sí, con posibilidad de variación de género y de plural o singular. El organizador del concurso dijo aquello de preparados, apretó el botón del móvil y pronunció las palabras mágicas: «payaso, carta, manzana, pistola».

La veintena de concursantes que nos habíamos presentado nos lanzamos a desarrollar nuestros escritos en el papel borrador, contar, arreglar, corregir… en una carrera frenética para poder tener listo en esos 30 minutos nuestro relato y entregarlo en la mesa de organización, boca abajo para que en ningún momento se pudiera identificar. Parece que 30 minutos son muchos minutos, aunque tras las experiencia puedo asegurar que no, y eso que en mi caso me sobraron cinco tras pasar a limpio el texto que además tuve que modificar ligeramente para no sobrepasar y quedarme en los ciento cincuenta vocablos que como máximo se permitían.

En fin, toda una experiencia novedosa para mí, y muy enriquecedora, que arrojó como resultado el texto que reproduzco a continuación.

La entrevista

Una comunicación intrigante a través de un mensaje de wasap, nada de cartas clásicas por correo ordinario. John tendría que acercarse a una dirección para la entrevista, a una hora intempestiva por su nocturnidad. Ante él, un palacete mal conservado, con siglos y telarañas. Sus nervios le hacían voltear su fetiche, una manzana que guardaba en su bolsillo. Subió a la entreplanta indicada y golpeó la aldaba sin mucha convicción. Pasaron los minutos sin recibir contestación. Cuando ya se marchaba, los goznes dejaron escapar un chirrido y la puerta comenzó a abrirse invitándole a entrar. Sin mucho convencimiento, penetró en una estancia mayúscula, en una cierta penumbra. Por toda decoración un cuadro mostraba un payaso fluorescente y en una mesita baja había una pistola. No había nadie y la puerta se cerró como por arte de magia. Una voz de ultratumba le indicó: ¡Tome la pistola y siga!

No sé si a toro pasado es bueno volver a repasar mentalmente las cosas, pero es una cuestión que no puedo evitar hacer. Uno de los momentos más inútiles del concurso, en mi opinión, es el conteo de los vocablos empleados. Bien es verdad que es un tema que afecta a todos los concursantes, pero quita un tiempo y un error puede invalidar la participación. Supongo que cuando uno ya es veterano en este tipo de pruebas consigue saber más o menos la extensión por la ocupación en la página, pero eso no inhibe el proceso de conteo del borrador y el mismo proceso en la prueba definitiva. Por ello, se me ocurre que el uso de una plantilla facilitaría a los concursantes cumplir las bases en cuanto al mínimo y máximo de palabras y posteriormente al jurado verificar este extremo. He preparado una posible plantilla que puede verse en la imagen a continuación. Ahí queda la idea.


domingo, 23 de abril de 2017

TRÁMITES



Mira que llevo años rellenando instancias y papeles oficiales para renovar documentos, hacer matrículas u obtener certificados y no consigo acostumbrarme por lo que cada vez que me enfrento a una nueva aventura me entra la «papeleofobia», la bilirrubina se me pone a cien y veo fantasmas por todos lados. Ya hace no mucho hablaba de temas similares en la entrada «PAPELEO» y es que por mucho que avancen los tiempos y todo el mundo electrónico, el cumplimentado de la documentación necesaria supone para mí un esfuerzo y una preocupación que no consigo domeñar.

Por entrar en un tema colateral al asunto que nos ocupa hoy, me ha dado por investigar si existe una denominación técnica y precisa para esta fobia mía. Fobia es definido por el diccionario como «aversión exagerada a alguien o a algo» con lo cual y si no entramos en niveles o cuantificaciones, lo mío con el papeleo puede tildarse así. En internet, en el «wordreference» la explicación es más intensa y dice que se trata de «miedo irracional, obsesivo y angustioso hacia determinadas situaciones, cosas, personas, etc.». No me queda claro, al menos a mí, si el existente término «papirofobia» se refiere a una aversión al papel en general, con lo que no me sería de aplicación porque el papel me gusta, lo utilizo y lo disfruto o es más concreto y se refiere al asunto del papeleo en general. Por el momento y ante la falta de exactitud me quedaré con «papeleofobia».

En la página web «Orientacionemprendedores» hay un artículo titulado «10 consejos para vencer la fobia a los papeles y demás trámites burocráticos» que puede consultarse directamente en este enlace y que me ha parecido muy interesante y revelador. Son cuestiones por todos conocidas pero no está de más volverlas a repasar de una manera sistematizada como se hace en el artículo.

Pero vayamos al caso concreto. Hace unos días he tenido necesidad de obtener el permiso internacional de conducir para un viaje que pienso realizar a los estados juntos de norteamérica. No hace técnicamente falta, ya que el permiso de conducir español y por ende europeo es perfectamente válido, pero diferentes comentarios que he podido escuchar hablan de la conveniencia de llevarlo no vaya a ser que un sheriff de un pueblecito pequeño no tenga muy claro si el permiso que le muestras es válido y ya se sabe que primero actúan y luego preguntan. Con estas premisas y con la espada de Damocles del por si acaso, decidí obtener el mencionado permiso internacional, para lo cual hay que andar con… papeleo, y además presencialmente en una oficina de la DGT.

El mundo de internet facilita enormemente los trámites de obtener cita, de saber que documentación tienes que llevar, de pagar por adelantado las tasas, etc. etc. Manos a la obra; fui realizando pacientemente todos los trámites y me descargué de la página web oficial de la Dirección General de Tráfico el documento informativo detallado de los pasos a realizar y los documentos a aportar. Hasta aquí todo muy bien.

Buscando en el amigo Google por las palabras dgt, permiso, internacional y conducir se obtiene al principio y casi directamente (es este enlace) la hoja informativa con todo lo necesario. Solo es seguir paso a paso lo que allí se indica. Fácil ¿no? Pues… según se mire. Mi mujer me dice que leo y releo demasiado las cosas, pero solo es un intento de anticipar las situaciones y de tratar de minimizar los potenciales problemas en el momento de verte frente al «enemigo», ese funcionario sentado tras de una mesa que te va pidiendo y pidiendo papeles y más te conviene tenerlo todo preparadito y en orden si no quieres tener que volver al día siguiente.

Cuando escribo estas letras compruebo que la hoja informativa sigue igual que hace un tiempo, que no la han cambiado, con lo que no sé si lo que voy a comentar a continuación es un error, una dejadez o es que yo ya veo visiones.

El punto 4, como se puede ver en la imagen, describe el formato y tipo de fotografía que el solicitante debe aportar y que será la que quedará fijada en el permiso. He destacado con una lupa las medidas que allí se especifican para el retrato: 32x26 mm. No sé si a Vd., al leer estas medidas, se le han encendido las alarmas, pero eso fue lo que ocurrió en mi caso. En el mundillo de la fotografía siempre se ha dicho en primer lugar la medida horizontal y en segundo la vertical. Con estos parámetros… ¿nos están pidiendo una fotografía de retrato en horizontal? No tiene ninguna lógica, con lo cual entendí que las medidas solicitadas eran realmente 26x32 mm que se adecúa más a un retrato. Me puse a preparar la fotografía al mencionado tamaño gracias a las posibilidades actuales del «potochó» y las tecnologías informáticas y el resultado final resultaba realmente minúsculo, tanto que mi mujer me dijo que cómo era tan pequeña, ya que ambos íbamos a obtener el permiso. Mi respuesta no pudo ser otra que «es lo que dice el papel oficial de las instrucciones».

Personados en la mesa del funcionario correspondiente en la DGT, en mi caso funcionaria, cuando le entrego la foto me dice directamente que la foto que aportaba no era válida. Lo mismo dijeron a mi mujer pero ella lleva siempre otra en el bolso con lo que dio el cambiazo y siguió con los trámites. Pero yo no tenía otra, así que tuve que sacar de la carpeta que llevaba la hoja de instrucciones donde había subrayado las medidas haciendo ver a la funcionaria que yo me había extrañado pero eso era lo que ponían las instrucciones. Con razón o sin razón por mi parte, a punto estuvo de mantenerse en sus trece pero al final se debió de apiadar de mí, cogió la hoja y la foto y se fue a consultar a un superior. Volvió al rato diciendo que la foto no valía pero que iban a hacer una excepción…

Ante estas situaciones uno se queda con cara de haba. El que cumple las instrucciones es el que sale perjudicado y los «viva la virgen» ni se enteran de estas situaciones, porque llevan la foto que les ha salido del fotomatón o una que tenían por ahí de la última vez que se renovaron el DNI y salen adelante indemnes y sin preocupaciones. Ante estas situaciones uno ya no sabe qué hacer. Lo grave es que han pasado dos meses de esto y la DGT sigue ofreciendo una información errónea, claro, tendrán otras cosas más importantes de las que preocuparse, las cosas de palacio van despacio y por un atolondrado que llega con una foto minúscula no se van a poner a arreglar algo que a todas luces está mal, pero, ya se sabe, tampoco es tan importante.

Mientras estoy redactando estas líneas, ¡horror!, me llega por correo electrónico una documentación de ocho páginas con las instrucciones y trámites a seguir para convalidar los estudios de mi hija… Seguro que da tema para una continuación, y eso antes de leerlo.

                                        

domingo, 16 de abril de 2017

SemanaSANTA



El asunto de los calendarios tiene mucha enjundia y a lo largo de la historia de la humanidad ha estado influido por muchas causas, algunas de ellas naturales pero más a fondo por artificiales, si consideramos las religiosas dentro de esta categoría. En diciembre de 2015 dedicaba una entrada a este asunto titulada «CALENDARIOS» y no hace mucho leí un libro verdaderamente revelador e interesante titulado «El calendario», escrito por David Ewing Duncan y del que podemos ver una reseña en este enlace en el blog amigo de «A leer que son 2 días».

En estos días estamos finalizando la semana en la que en este año de 2017 ha caído la Semana Santa, una fiesta cristiana y que por lo tanto no se celebra en todos los países, sino en aquellos que profesen esta religión. Y digo ha caído porque como bien sabemos  las fechas son móviles y cada año ocurren en fechas distintas. Es muy curioso el cálculo y hay numerosa información a poco que nos pongamos a buscar en internet sobre sus orígenes allá por el año 325 en el concilio de Nicea y sobre determinadas características, entre las que sobresalen algunas como que la Pascua de Resurrección, que siempre será un domingo, no puede coincidir con la Pascua Judía, para evitar confusionismo entre ambas religiones. La base es que esta fiesta se debe celebrar en el siguiente domingo a la primera luna llena de la primavera, pero también hay discrepancias actuales en el día en que empieza la primavera, con lo cual al final es un galimatías. En todo caso y resumiendo, queda claro que… « la Pascua de Resurrección no puede ser antes del 22 de marzo (en caso de que el 21 y plenilunio fuese sábado), y tampoco puede ser más tarde del 25 de abril…».

Con ser una fiesta religiosa, su influencia va mucho más allá de este ámbito, afectando a otras muchas áreas de la vida actual, como pueden ser las económicas, académicas, sociales, etc. etc. Aún dentro de un mismo país, como España, diferentes regiones o autonomías manejan las fechas de Semana Santa a su antojo, lo que genera una cierta confusión en este mundo globalizado que se puede encontrar con festividades que no preveía. Por ejemplo, el jueves de esta semana es festivo en algunas comunidades españolas y en otras no, pero también con el lunes siguiente ocurre lo mismo. Esto es  bueno en cuestiones como el tráfico, pues diversifica el torrente circulatorio al manejarse fechas diferenciadas. Continuando con ejemplos, en Cantabria y en el terreno académico, los chavales han tenido colegio de lunes a miércoles y las vacaciones de Semana Santa las disfrutan en la semana posterior, con lo que no volverán al colegio hasta el 24 de abril, dejando el último trimestre en apenas dos meses escasos, mientras que el segundo ha durado tres y medio, aunque este sistema de trimestres ha sido abandonado por la comunidad cántabra que funciona con un sistema de semanas parecido al imperante en otros países europeos.

En este mundo globalizado, esta variabilidad de fechas debe de volver loca a más de una empresa. Supongamos que las líneas aéreas qataríes, por poner un ejemplo, ven a primeros de año que se incrementa exponencialmente la compra de billetes de avión en sus vuelos con destino hacia España un jueves de una semana aparentemente inocua y que el domingo siguiente ocurre lo mismo en viajes de regreso. En la actualidad supongo que las empresas manejan con eficiencia este tipo de situaciones, teniendo programados en sus plataformas informáticas todos los eventos mundiales contenidos en los diferentes calendarios existentes, pues recordemos que no todas las naciones se rigen por el conocido como Gregoriano, el que tenemos nosotros, sino que los de los chinos o mahometanos también son diferentes.

Cuando se hayan repuesto de la sorpresa de esta semana Santa tan tardía, dentro de quince días llega la festividad del 1 de mayo, esta sí mundialmente conocida y/o celebrada, pero que en una ciudad tan importante en el tema de negocios como Madrid irá seguida de la festividad regional del 2 de mayo, lo que supone un nuevo «puente» vacacional para los madrileños que pondrá la economía bajo mínimos de cara al exterior.

Nadie duda que la Semana Santa es tremendamente importante en sectores que nada tiene que ver con la religión, como es el turístico, pero cada vez se alzan más voces en el sentido de que esta variabilidad interanual no es buena ya que condiciona otros sectores de la vida que nada tienen que ver con la religión, como el ejemplo que antes hemos aludido de la cuestión académica. En otros países, el ordenamiento académico va por semanas, de forma fija, y cuestiones como Navidad o Semana Santa son accesorias y no tenidas en cuenta a la hora de programar los contenidos.

La diversidad es buena pero en un mundo tan interrelacionado puede obligar a las empresas y a los particulares a hacer encaje de bolillos con sus vidas. Tengo una sobrina que desarrolla el cien por cien de su trabajo en contacto con una empresa china. A ver si la veo y hablo con ella para que me cuente como ha lidiado en su empresa este asunto, si al final ha convencido a los chinos de que estamos aquí de vacaciones dos días, jueves y viernes, o por el contrario han sido los chinos los que la han convencido a ella de que se quede sin esos días libres y acuda a su trabajo como días normales. Y de paso le preguntaré por el dos de mayo, que es un poco más de lo mismo.



lunes, 10 de abril de 2017

DESCONFIANZA



Siempre que comienzo una entrada cuyo título comienza por el prefijo «DES» no puedo por menos que traer a mi memoria la entrada de este blog titulada «DESAPARCAR», escrita ya en un lejano febrero de 2008. En este caso el prefijo cobra su sentido más conocido y nos hace ver el significado de falta de confianza, es decir, falta de «esperanza firme que se tiene de alguien o algo» .

Una de las cosas que más echo de menos es el poder disponer de figuras de referencia en las que confiar ciegamente, entendiendo figuras en un sentido más amplio que el de personas e incluyendo a empresas u organismos. Retrotrayéndome a mi infancia y adolescencia, y sin mencionar a las figuras familiares, ciertos personajes como mis maestros sor Rosario, don Román o el sr. Medel, el cura párroco don Antonio, el director de la Caja de Ahorros don Andrés Pascual, el médico don Ricardo Ruiz, el concejal de deportes y practicante del pueblo —cuando se ponían inyecciones— sr. Ramos, mi compañero de oficina cuando contaba trece años don Nicanor Díez o mi jefe don Miguel Herranz y tantos y tantos otros… Eran personas en las que se podía confiar ciegamente y atender a sus instrucciones y requerimientos con la absoluta seguridad de que irían siempre en mi beneficio y en ningún caso pondrían el suyo personal por encima. A pesar del tiempo transcurrido recuerdo vívidamente sus nombres y su bonhomía en aquellos tiempos en que todo era precario y estaba por hacer.

Hoy en día uno desconfía hasta de su sombra y con esta espada de Damocles y esa carencia de referencias es imposible llevar una vida tranquila. Si vamos al médico y nos receta una determinada marca de pastillas para combatir el colesterol, primero las famosas «xxxinas» y posteriormente cuando la cosa se complica el costosísimo «Ezetrol», no podemos estar seguros de que eso sea lo mejor, pues incluso no diciendo que sea malo muy probablemente el galeno habrá escogido una determinada marca en función de las expectativas que el comercial del laboratorio le haya hecho llegar un tiempo antes, y ello sin entrar en el coste para la Seguridad Social, que en los últimos años se ha tenido que proteger del gasto disparatado retirando muchos medicamentos del sistema nacional de salud y dejando al ciudadano desprotegido.

Y así podíamos seguir. Maestros propios y de nuestros hijos que dejan mucho que desear cuando interaccionas con ellos y te das cuenta que no son trigo limpio, que muchas de las quejas que has oído a otros padres o alumnos tienen muchos visos de tener fundamento y sin embargo se ve cómo va pasando el tiempo y siguen en sus puestos protegidos por un corporativismo que espanta. ¿Vamos a confiar nosotros o nuestros hijos ciegamente en ellos? Como se dice ahora, va a ser que no.

El hecho de ostentar una posición concreta no otorga la fiabilidad como antaño. Ahora hay que ganársela. Traigo a colación el ejemplo de otra de las figuras mencionadas en la introducción: el cura párroco. Los tiempos han cambiado, es verdad, pero ahora la reputación hay que ganársela con actuaciones diarias que poco a poco van reflejando una forma de ser y de actuar. Un poco más arriba de un simple cura local… ¿es de recibo que un prelado retirado, por muy alto que haya sido su puesto en el escalafón, resida en un piso de 400 metros cuadrados y…?

Podíamos seguir con otro de los escenarios, el de los bancos y cajas de ahorro. Muchos mayores que han confiado en el director de la sucursal de toda la vida han visto como oscuros tejemanejes de cirugía financiera y productos tóxicos se han llevado por delante sus ahorros de siempre al seguir a pies juntillas el consejo y acceder a invertirlos en valores, cédulas o preferentes, mientras las cúpulas directivas de esas entidades se dedicaban a llevárselo crudo, legalmente o no, y además complementarlo con oscuras prebendas como por ejemplo las ya tristemente famosas tarjetas «black». Yo desde luego desconfiaría muy mucho de un empleado o director de una sucursal que me aconsejara cualquier operación financiera y procuraría documentarme en varios sitios, entre ellos la almohada y varias noches, antes de tomar ninguna decisión de la que luego me tenga que arrepentir.

Practicantes que vayan por las casas poniendo inyecciones ya no quedan prácticamente, pero el que yo conocí en mi adolescencia era además el concejal de deportes, actividad complementaria a su trabajo, sin cobrar un duro por ella y que le llevaba su tiempo en organizar lo poco que se podía el deporte local y rodearse de entusiastas que colaboraran de forma desinteresada en organizar o participar en eventos en unas condiciones más que precarias pues eso de los polideportivos y las pistas de atletismo estaba todavía por llegar;  el campo de fútbol, de tierra, era una pista de multi actividades donde cabían todas las posibles. Ahora, cualquier concejal en muchos pueblos, no digamos en capitales o ciudades importantes, se lleva a su casa dos o tres mil euros sin despeinarse, porque se dedica, al menos en teoría, en exclusividad a esa actividad, con lo que se hace la política una profesión bien remunerada para los tiempos que corren y las exigencias que le suponen y trata por todos los medios de seguir en ella por los siglos de los siglos. Como se dice, algunos políticos se subieron al coche oficial hace treinta y cinco años y todavía no se han bajado.

Podíamos seguir poniendo ejemplos pero estamos llegando a un punto en que ponemos en tela de juicio todo lo que nos llega, venga de donde venga. Ni el propio presidente del gobierno, con mucho poder pero ninguna autoridad, es capaz de convencernos de que las cosas van bien porque nos ha engañado tantas veces que si en algún momento dice la verdad no va a ser creído. Es el peligro que tiene este deterioro que hemos ido alcanzando en los últimos años en muchos por no decir todos los estamentos sociales: hay demasiados casos conocidos, y otros muchos que no se conocen pero se suponen, que nos ponen en una situación de desconfianza continua.

Hace un momento acabo de malemplear seis euros, no es mucho, al atender sin demasiada reflexión y confiar en una tendenciosa propaganda de mi compañía de comunicacones, Seguramente podría deshacer la operación llamando a uno de esos teléfonos de DES-atención al cliente que parece que siempre están diciendo «todos nuestros operadores están ocupados, por favor espere…»


Adición martes, 11 de abril de 2017

Desafortunadamente, los comentarios en este blog están deshabilitados. Ello es debido a unos comienzos desafortunados con comentarios fuera de tono y la imposibilidad por mi parte de moderar los mismos.

Ello no es óbice para que algunas personas, por otros medios, me hagan llegar sus comentarios a estas entradas, algunos de ellos muy enriquecedores. Con la autorización de mi buen amigo Manolo, pongo a continuación sus reflexiones acerca de este asunto tan de actualidad.
Hola, amigo Ángel Luis.
Por una vez no estoy totalmente de acuerdo con lo que manifiestas en tu blog sobre la confianza en personajes del pasado y la desconfianza total en los personajes actuales.
En el pasado no éramos críticos con las personas que nos rodeaban, bien fuesen médicos, maestros, políticos... tenían una autoridad moral con nosotros y nosotros aceptábamos que así era. Confiábamos en todo el mundo.
Lo que ocurría es que no teníamos información veraz sobre sus actuaciones, resultado de una época de dictadura en la cual no se podía pensar sobre ciertos temas. Se admitían sin más. Esa venda se nos ha caído de los ojos y hoy estamos en el polo opuesto: no confiamos en nadie.
 
Creo que una parte del problema estaba en que admitíamos la autoridad y no la cuestionábamos y por tanto no veíamos o no queríamos ver lo que pudiera haber detrás de las decisiones que nos afectaban.
Una parte también se debía al miedo, importante en la escuela con los castigos físicos que podríamos sufrir. No cuestionábamos los métodos pedagógicos de los maestros, ni se nos ocurría decir nada, ni en la clase, ni en el patio, ni en casa. "Si te ha pegado, será porque has hecho algo".
 
Ejemplos:
1 - Ir al médico hace cuarenta años, era ir a visitar a una persona que con su conocimiento nos apabullaba. Mi padre murió de cáncer de pulmón en el 83. Fuimos con él varias veces al médico ya que tenía dolores y molestias importantes durante meses y nos dijo que no tenía nada. Al cabo de un año le operaron y no pudo hacerse nada, el cáncer estaba desarrollado.
Palabra de médico.
 
2 - Mi mujer en su pueblo, como todos los niños y niñas tenían una relación cercana con el cura del pueblo. Ella como otras niñas se quejaron a sus padres de que el cura las tocaba. Los padres dijeron que eso no era posible y que eran imaginaciones suyas.
El cura era incuestionable.
 
3 - José Banús construyó el Barrio del Pilar en los años 60. Fue un gran empresario que después se hizo famoso cuando invirtió, en Puerto Banús, lo que había ganado con los emigrantes que llegaron a Madrid, al barrio que él construyó. José Banús fue parte de la quinta columna (franquistas que vivieron en Madrid en la época de la guerra civil y que pasaban información al ejército que había dado el golpe militar). Esa labor fue correspondida con el cambio de la calificación de los terrenos donde se construyó después el Barrio del Pilar, terrenos que él había comprado antes a un precio 
irrisorio: dos pesetas el metro cuadrado.
Los políticos y los empresarios eran legales.
 
Pero es un tema interesante para una charla de cascarrabias.
Lo que más me preocupa es que hoy no se salva nadie de esta desconfianza, pero que afecta en mayor grado a los más desfavorecidos que no tienen medios económicos ni mediáticos para limpiar sus actuaciones.
Hay que ver como los corruptos pagan a empresas amigas para que limpien en internet las críticas que les hacen y además envíen bulos sobre sus enemigos.
En el mundo de la mentira, el que paga más tiene mejor prensa.
Al ser todos iguales y además todos corruptos, vótame a mí que soy el que mejor miento.





domingo, 2 de abril de 2017

COSTE



Escribía, hace ya la friolera de ocho años, el siguiente párrafo en la entrada titulada «PRECIOS-2» «…pues, ojo a esas creencias que tenemos por ahí dentro que nos llevan a tomar decisiones equivocadas, partiendo de bases que no son correctas y que hemos alojado en nuestro cerebro, sin tener mucho cuidado a la hora de darlas por buenas». Esto hacía referencia al concepto que generalmente se tiene de que los precios de los artículos en internet son más baratos que en una gran superficie y por extensión todavía más que en un simple comercio de barrio o que tengamos próximo a nuestro domicilio.

Últimamente estoy recuperando el gusto por escribir a mano. Tanto tiempo y tantos años escribiendo en teclados y visionando lo escrito en pantallas electrónicas, que el coger un bolígrafo, o mejor una pluma estilográfica si estoy en casa, me produce un cierto placer. Asisto a la universidad a unas clases como las de toda la vida donde podría llevarme el ordenador o la tableta para tomar los apuntes, pero prefiero el papel aún asumiendo que la velocidad de escritura es menor y que con posterioridad voy a tener que transcribir al ordenador las notas o cuando menos escanear los folios porque en temas de archivado soy completamente alérgico al papel, pues ocupa mucho, y todo es más localizable en un futuro si está convenientemente nombrado y almacenado en un disco duro de ordenador.

Por facilidad y comodidad utilizo un rotulador de punta fina con tinta muy fluida que me permite escribir con más rapidez que los clásicos bolígrafos «Bic» o similares cuya tinta no se acababa nunca y que sucumbían por pérdida o rotura. Para tomar mis notas llevo dos de colores negro y rojo de la marca PILOT y con un 0,5 de calibre, que me permiten escribir rápido con el negro mientras escucho al profesor y resaltar con el rojo alguna cuestión especial que me resulte atractiva para indagar posteriormente. El problema es que realmente se agota la tinta al cabo de unos cuantos folios de notas, por las dos caras, que intentaré establecer en un futuro pero que ahora me parece que puedo estimar alrededor de veinte, es decir, cuarenta caras de notas.

En la propia universidad y en el servicio de fotocopias e impresión hay una pequeña librería papelería donde se pueden adquirir estos rotuladores entre otras muchas cosas comunes. He comprado allí algunos al precio de 1,70 euros. No sabría determinar si son caros o baratos pero su capacidad de escritura, en kilómetros, comparada con un clásico «Bic» es muy limitada y por lo tanto sale a un coste relativamente alto.

Cerca de donde trabajo hay una gran superficie dedicada exclusivamente a objetos de oficina y papelería. Esta semana me ha dado por acercarme en el tiempo del desayuno con la única misión de comprobar el precio, pensando que iba a ser mucho menor y que podría hacer acopio de media docena de unidades para cubrir las necesidades hasta final de curso. ¡Sorpresa! Lo primero es que no los venden en unidades sueltas sino en un blíster –palabra que existe en el diccionario de la Real Academia de la Lengua y que significa «Envase para manufacturados pequeños que consiste en un soporte de cartón o cartulina sobre el que va pegada una lámina de plástico transparente con cavidades en las que se alojan los distintos artículos»— con dos unidades, pero al precio de 4,50 euros, con lo que cada unidad sale a 2,25 euros, es decir, algo más de un 32% más caro que el servicio de la universidad. No es moco de pavo ese 32%.

Ya espoleado por la curiosidad, me acerqué a una papelería cercana a mi domicilio y el precio estaba en 2,10 euros, un 23,5% más caro. Comentando estas indagaciones en la cena familiar, mi hijo me dijo que también los vendían «en los chinos», nombre con el que se alude a esos comercios generalmente regentados por ciudadanos de esa nacionalidad que abundan por todos lados y que están atiborrados de artículos de todo tipo a unos precios supuestamente imbatibles. Allí que me fui al día siguiente y pude comprobar con asombro el precio: 1,80 euros, cercano pero todavía diez céntimos más que en el servicio de la universidad.

Estamos hablando de un artículo pequeño, a un precio reducido, pero esto induce a pensar que esto de los precios es un galimatías y que aunque no podamos mirar en setenta sitios para cada cosa que compremos, no estaría de más de vez en cuando cuestionarse este asunto en nuestras compras diarias o semanales. Generalmente tenemos más cuidado y miramos en varios sitios los artículos cuya compra es más esporádica para ver de ahorrarnos unos eurillos, y nos descuidamos, seguramente por comodidad, en la compra diaria con lo que granito a granito vamos perdiendo posiblemente una buena cantidad al cabo del mes que nos vendría bien para otros menesteres.

Esperemos que los responsables de establecer los precios en el servicio de fotocopias e impresión de la universidad no lean esta entrada…