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domingo, 2 de abril de 2017

COSTE



Escribía, hace ya la friolera de ocho años, el siguiente párrafo en la entrada titulada «PRECIOS-2» «…pues, ojo a esas creencias que tenemos por ahí dentro que nos llevan a tomar decisiones equivocadas, partiendo de bases que no son correctas y que hemos alojado en nuestro cerebro, sin tener mucho cuidado a la hora de darlas por buenas». Esto hacía referencia al concepto que generalmente se tiene de que los precios de los artículos en internet son más baratos que en una gran superficie y por extensión todavía más que en un simple comercio de barrio o que tengamos próximo a nuestro domicilio.

Últimamente estoy recuperando el gusto por escribir a mano. Tanto tiempo y tantos años escribiendo en teclados y visionando lo escrito en pantallas electrónicas, que el coger un bolígrafo, o mejor una pluma estilográfica si estoy en casa, me produce un cierto placer. Asisto a la universidad a unas clases como las de toda la vida donde podría llevarme el ordenador o la tableta para tomar los apuntes, pero prefiero el papel aún asumiendo que la velocidad de escritura es menor y que con posterioridad voy a tener que transcribir al ordenador las notas o cuando menos escanear los folios porque en temas de archivado soy completamente alérgico al papel, pues ocupa mucho, y todo es más localizable en un futuro si está convenientemente nombrado y almacenado en un disco duro de ordenador.

Por facilidad y comodidad utilizo un rotulador de punta fina con tinta muy fluida que me permite escribir con más rapidez que los clásicos bolígrafos «Bic» o similares cuya tinta no se acababa nunca y que sucumbían por pérdida o rotura. Para tomar mis notas llevo dos de colores negro y rojo de la marca PILOT y con un 0,5 de calibre, que me permiten escribir rápido con el negro mientras escucho al profesor y resaltar con el rojo alguna cuestión especial que me resulte atractiva para indagar posteriormente. El problema es que realmente se agota la tinta al cabo de unos cuantos folios de notas, por las dos caras, que intentaré establecer en un futuro pero que ahora me parece que puedo estimar alrededor de veinte, es decir, cuarenta caras de notas.

En la propia universidad y en el servicio de fotocopias e impresión hay una pequeña librería papelería donde se pueden adquirir estos rotuladores entre otras muchas cosas comunes. He comprado allí algunos al precio de 1,70 euros. No sabría determinar si son caros o baratos pero su capacidad de escritura, en kilómetros, comparada con un clásico «Bic» es muy limitada y por lo tanto sale a un coste relativamente alto.

Cerca de donde trabajo hay una gran superficie dedicada exclusivamente a objetos de oficina y papelería. Esta semana me ha dado por acercarme en el tiempo del desayuno con la única misión de comprobar el precio, pensando que iba a ser mucho menor y que podría hacer acopio de media docena de unidades para cubrir las necesidades hasta final de curso. ¡Sorpresa! Lo primero es que no los venden en unidades sueltas sino en un blíster –palabra que existe en el diccionario de la Real Academia de la Lengua y que significa «Envase para manufacturados pequeños que consiste en un soporte de cartón o cartulina sobre el que va pegada una lámina de plástico transparente con cavidades en las que se alojan los distintos artículos»— con dos unidades, pero al precio de 4,50 euros, con lo que cada unidad sale a 2,25 euros, es decir, algo más de un 32% más caro que el servicio de la universidad. No es moco de pavo ese 32%.

Ya espoleado por la curiosidad, me acerqué a una papelería cercana a mi domicilio y el precio estaba en 2,10 euros, un 23,5% más caro. Comentando estas indagaciones en la cena familiar, mi hijo me dijo que también los vendían «en los chinos», nombre con el que se alude a esos comercios generalmente regentados por ciudadanos de esa nacionalidad que abundan por todos lados y que están atiborrados de artículos de todo tipo a unos precios supuestamente imbatibles. Allí que me fui al día siguiente y pude comprobar con asombro el precio: 1,80 euros, cercano pero todavía diez céntimos más que en el servicio de la universidad.

Estamos hablando de un artículo pequeño, a un precio reducido, pero esto induce a pensar que esto de los precios es un galimatías y que aunque no podamos mirar en setenta sitios para cada cosa que compremos, no estaría de más de vez en cuando cuestionarse este asunto en nuestras compras diarias o semanales. Generalmente tenemos más cuidado y miramos en varios sitios los artículos cuya compra es más esporádica para ver de ahorrarnos unos eurillos, y nos descuidamos, seguramente por comodidad, en la compra diaria con lo que granito a granito vamos perdiendo posiblemente una buena cantidad al cabo del mes que nos vendría bien para otros menesteres.

Esperemos que los responsables de establecer los precios en el servicio de fotocopias e impresión de la universidad no lean esta entrada…