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domingo, 27 de agosto de 2017

DOCUMENTACIÓN



En la entrada «PISHING» registrada en este blog hace la friolera de tres años, parece que fue ayer, hacía comentarios sobre diferentes formas de engaño que se abrían paso en la red y en las que incluso poniendo mucho cuidado podíamos caer, pues los amigos de lo ajeno dedican las veinticuatro horas del día a darle al magín e inventar nuevas formas de confundir al incauto internauta.

Una de las frases del citado texto decía: «Nada de dejar fuera del alcance de nuestra vista nuestras tarjetas de crédito o nuestras tarjetas de identificación personal tales como el DNI en ningún momento, ni siquiera en las recepciones de los hoteles; podemos ser previsores y llevar una fotocopia como la de la imagen, mejor en blanco y negro, en la que habremos sobreimpreso una marca de agua indicando el propósito o el nombre del establecimiento, de forma que no pueda ser usada de forma posterior en alguna acción malintencionada.»

Hay un dicho popular que dice «por la boca muere el pez», un refrán marinero se refiere a las personas que dicen las cosas sin pensar, que hablan de la manera exagerada y atolondrada. Esta semana me ha ocurrido, ¡Quién lo iba a pensar!

A primeros de mes nos enteramos que relativamente cerca de donde nos encontramos pasando unas vacaciones se había programado un concierto de harpa del concertista Javier Sainz del que ya hemos hablado en la entrada titulada «HARPA», en cuyo párrafo final daba información. Nos gustó tanto esta música que decidimos hacer una escapada para disfrutar de nuevo de un concierto que se celebraría en el marco de una iglesia románica, lo que prometía un añadido muy sugestivo.

Aunque la distancia, alrededor de cien kilómetros y con autovía no era excesiva para volver a nuestra residencia tras el concierto, decidimos hacer noche en la zona y así poder admirar las bellas iglesias románicas que se encuentran diseminadas por el entorno. Para que todo fuera más rural, decidimos contratar un hotel rural en el que pasar la noche. Al ser una actividad no prevista, no disponía en mi cartera de una fotocopia del DNI, no teniendo tampoco a mano una impresora donde procurármela. Podría haber ido a alguna tienda a hacer la fotocopia pero…

Llegamos alrededor de las cinco de la tarde al establecimiento rural. No había nadie por allí salvo un jardinero que estaba regando unas plantas en la entrada y que nos informó que no estaba la dueña y que él no sabía nada de los asuntos del alojamiento. Procedimos a llamar al teléfono móvil que nos facilitó y una voz al otro lado nos dijo que lo sentía, que llegaría sobre las seis de la tarde para darnos el alojamiento. Decidimos dar un paseo por los alrededores visitando un par de iglesias que teníamos previstas para el día siguiente.

Cuando volvimos a la hora indicada, seis de la tarde, no había llegado aún. Tras unos quince minutos apareció por allí pero nos pidió de nuevo disculpas al no tener la habitación preparada, por lo que tuvimos que esperar una media hora más. Un poco desastre el asunto. Al final nos acompañó al pequeño apartamento que tengo que decir estaba limpio, bien equipado y decorado con un gusto exquisito. Cuando ya nos dejaba allí, me pidió el DNI, «para los asuntos legales y la comunicación a la Guardia Civil, ya sabe…», como es preceptivo en los alojamientos. Se lo entregué y recuerdo como se lo metió en el bolsillo de la camisa.

La estancia fue placentera pero al día siguiente, al dejar la habitación para emprender la marcha, nos sorprendió: «Vais a decir que soy un desastre, pero tengo que daros una mala noticia: he extraviado el DNI, no sé dónde lo he puesto, pero aparecerá, no os preocupéis, seguro que aparecerá».

Cuando a mí me dicen que no me preocupe, se me encienden todas las alarmas, vamos, que me preocupo de verdad. Quedó en buscarlo  con ahínco y me aseguró que me tendría puntualmente informado por teléfono tanto si aparecía como si no. Visto el nivel de desorden que había mostrado en todas sus actuaciones, yo di prácticamente el documento por perdido. Han transcurrido cinco días y no me ha llamado ni espero que lo haga. He intentado yo a lo largo de toda la mañana del viernes contactar con ella, pero el teléfono está apagado o fuera de cobertura. Es un asunto delicado, pero espero que si aparece en algún momento me avisen o cuando menos lo destruyan y no sea empleado en ninguna actividad ilícita.

No es que me haga falta el DNI para nada, pero es un documento que no se puede estar sin él, y mucho menos de vacaciones, porque nunca se sabe cuándo puede ocurrir cualquier eventualidad. Y además, lo suyo es presentar la correspondiente denuncia para que quede constancia de que el documento no está en tu poder y de esa forma quedarte a cubierto de cualquier eventualidad que pudiera ocurrir, especialmente si alguien intenta hacer un uso fraudulento. Cuando me presenté ante la policía para realizar la correspondiente denuncia, anidó por mi cabeza en un momento la posibilidad de denunciarlo como robo indicando las circunstancias que he relatado, pero al final me pareció demasiado fuerte y lo dejé en una simple pérdida como si hubiera tenido lugar por un descuido mío. Como dice mi buen amigo Manolo, «y luego dicen que no soy un bendito». Y para que no conste como un olvido, no dejo constancia en claro de los datos del alojamiento, para no enturbiarles más en su desorganización. Eso sí, les mandaré un correo electrónico con un enlace a esta entrada a ver si despierto en ellos la necesidad de organizarse un poco.

Ahora vienen todos los trámites, hacerse la foto, pedir hora y acercarse a una oficina del DNI para obtener un duplicado. Si al menos se considerase como una renovación, se habría ampliado el número de años hasta su caducidad, pero no, ya me he enterado que la fecha de caducidad y todos los datos serán los mismos que tuviera el documento extraviado. A partir de hoy llevaré siempre una fotocopia del DNI en la cartera, pues nunca se sabe cuándo se puede necesitar.